Dicen que los escritores tenemos un mal perder, y que no admitimos críticas negativas. Y no es cierto, yo nunca he mandado a nadie al hospital porque me haya criticado; prefiero contratar a dos sicarios.
Dejando aparte las bromas, la verdad es que es sorprendente lo mal que digieren muchos escritores una crítica negativa, aunque esta se exprese con el mayor de los cuidados. Yo personalmente he recibido críticas negativas, como todo el mundo, y es evidente que uno prefiere alabanzas a palabras que no quiere oír. Pero la forma de crecer es con críticas, no con alabanzas. Las segundas son fantásticas, pero son las primeras las que nos dan un pie para seguir adelante, reflexionar sobre nuestros errores, y tratar de mejorar. En la literatura, y, desde luego, también en la vida.
