La vida son paradojas. Y las paradojas marcan muchas veces la forma de entender las sociedades modernas en las que vivimos. Sociedades con doble moral, donde se realizan acusaciones y se muestran modelos de conducta reprobables que luego se repiten constantemente por parte de aquellos que acusan. Ejemplos, a docenas. La prostitución sería uno, la violencia de género sería otro, el acoso escolar sería otro, el machismo sería otro. Y, sin duda, la doble moral con las armas es extremadamente significativa.
No a las armas, no a la guerra, pero España es uno de los mayores exportadores de armas del mundo. Muchos se levantan en contra de esas ventas, pero no cuando sus vidas y su futuro está en juego. Entonces la venta de armas es una solución quizás no para ir presumiendo con los amigos, pero digna, en el grado suficiente como para poder llevar la vida adelante, y la educación de los hijos. Entonces las armas no son buenas ni malas; son una necesidad que conlleva mirar a otro lado. Vamos a hablar de ello.

Vaya por Dios (o por Alá). Ahora que habíamos por fin estabilizado nuestras relaciones con Arabia Saudí, resulta que les cancelamos la entrega del pedido que hicieron de cuatrocientas bombas guiadas por láser, las cuales piensan emplear para ser lanzadas sobre población civil en Yemen. Y yo que creía que las querían para decorar algunos minaretes de las playas y zonas turísticas. Si es que soy tonto.
Pero claro, al rechazar el gobierno la venta de las bombas, e indicar que les van a devolver los nueve millones de euros que ya estaban pagados, resulta que los sauditas se pueden enfadar. Y, si se enfadan, pueden anular el reciente acuerdo de fabricación de cinco corbetas que se han de construir en los astilleros de Cádiz por un importe de 1.800 millones de euros. Y ahí ha salido el pueblo, y el alcalde, que por cierto es afín al gobierno, para protestar, y decir bien claro que ellos son pacifistas, pero que con el pan de sus hijos no se juega.
Así que el gobierno, viendo lo que se le echa encima, declara que son pacifistas, pero oiga, esto se descontrola, así que mire usted, les entregamos las bombas, y que las lancen contra quien quieran, pero eso sí, que no toquen el contrato de las corbetas, que eso es sagrado. Las familias yemeníes son importantes. Las nuestras, más, por supuesto. Es el viejo dicho que se dice en la guerra, cuando ves el cadáver de un amigo muerto: «mejor tú que yo». La lógica de la guerra nos enseña, sobre todo, a ser prácticos.
Este caso es un clarísimo ejemplo de libro de la doble moral en la que vivimos en las actuales sociedades. La española, y la mundial. Se nos llena la boca de paz, amor, y fraternidad. Pero luego les vendemos armas a un país dictador y que cree que «derechos humanos» es el título de la última película de Steven Spielberg.
Los niños yemeníes y de otros países son aplastados por bombas españolas, luego sus padres huyen hasta aquí con sus hijos para sobrevivir, y los recibimos con persecuciones, encierros, y acusaciones de querer destruir nuestro modelo de sociedad, que vive de forma cómoda gracias entre otras cosas a la venta masiva de armas, 932 millones concretamente a Arabia Saudí. Y mientras algunos cuentan los billetes y los beneficios por las ventas de armas, se sientan en sus deportivos pidiendo que devuelvan a esas familias a sus países de origen, para que terminen cayendo bajo sus bombas.
Vamos a tomar una determinación. Vamos considerar dos posibilidades:
La primera posibilidad es seguir fabricando las bombas, y vendiéndoselas a Arabia Saudí, y a otros países, para que las lancen sobre mujeres, niños, y ancianos. Y vamos a decirnos a nosotros mismos que la vida es muy dura, y que, si alguien ha de pasar hambre, o ha de morir, mejor ellos que nosotros. Vamos a mirar a otro lado cuando cobremos el dinero por las ventas de nuestras armas, y vamos a decirnos a nosotros mismos que, en realidad, si nosotros no vendemos las armas, lo harán otros, así que mejor nos quedamos nosotros con el dinero, y con las excusas por las muertes de inocentes provocadas por nuestras bombas. Siempre hay formas de justificar la muerte de inocentes, si se busca lo suficiente. Y de ocultar los argumentos en contra por razones de supervivencia.
La segunda posibilidad es romper totalmente relaciones con países dictadores y extremistas, donde no se respetan los derechos humanos ni la vida de los inocentes, y crear una industria nueva, basada en instrumentos de paz, y no de guerra. Vamos a transformar los cañones en centros de investigación, y vamos a convertir las bombas en laboratorios para descubrir remedios contra el cáncer y otras enfermedades. Vamos a construir una industria basada en el espacio, en la aeronáutica, en encontrar nuevos caminos para desarrollar nuevas formas de progreso basadas en la paz y en la concordia. Y vamos, en definitiva, a mandar un mensaje a todo el mundo: nos encontraréis en el camino a la paz. Nunca en el camino de la guerra.
Sé que a esos miles de familias que construyen, o que aspiran a construir, las corbetas para Arabia Saudí, no les interesa ahora que se pierdan los contratos. Es normal, puedo comprender su angustia, porque yo mismo tengo que vivir, y si mi vida dependiese de esos contratos, y tuviese hijos a los que alimentar gracias a esos contratos, probablemente me movilizaría para que esos contratos sigan adelante. Insisto: lo comprendo y entiendo su postura, y yo probablemente haría lo mismo. Lo que tenemos que hacer es comenzar un camino de conversión hacia una industria civil, que construya barcos, aviones, trenes, lo que sea, pero no máquinas de guerra. Una sociedad que no construya bombas, sino instrumentos médicos para hospitales. Que construya cohetes, pero para viajar al espacio y abrir nuevas fronteras, no para destruir ciudades.
Ahora se me acusará de pacifista, y de vivir en un mundo irreal. Es cierto. Esos son los mismos que abogan por mantener el statu quo, y seguir vendiendo bombas. Yo entiendo, porque soy tonto pero no tanto, que una industria de defensa es necesaria. Sé que hace falta tener sistemas de defensa, pero precisamente de eso se trata: defensa. Necesitamos estar protegidos, porque incluso el cuerpo humano tiene anticuerpos para protegernos. Las sociedades también necesitan protegerse de agresiones externas, vengan de donde vengan, por ejemplo, de países religiosos extremistas. Pero tiene que ser una industria defensiva, dedicada a mantener la paz, no a promover la guerra.
Que España negocie con Arabia Saudí no es suficiente, recordemos que se han hecho ventas importantes también a Venezuela. País que se critica mucho, pero cuando se trata de negocios, y mientras paguen en dólares, todo son buenas caras. Con los dólares todos somos amigos: comunistas, centristas, marxistas, neoliberales, y conservadores. Todos somos amigos cuando se trata de intercambiar los cromos de la guerra, y los billetes que generan. Luego cada uno en su casa criticará al otro, mientras cuenta los billetes que ha cobrado, y los beneficios que se ha llevado con las ventas.
Esa es la doble moral en la que vivimos. Arabia Saudí es mala, Venezuela es mala, y ambos son ejemplos de países contrapuestos en sus ideas. Pero vendemos armas a ambos. Y esas armas luego son usadas contra civiles inocentes. Yo no sé ustedes, pero a veces siento mis manos manchadas en sangre. Porque todos somos responsables de lo que ocurre en nuestros países. Es muy fácil mirar a otro lado, decir «ese no es mi problema», y seguir adelante. Pero, o asumimos que todos somos parte del problema, o no podremos empezar a formar parte de la solución.
Yo espero que esas miles de familias que están preocupadas por la fabricación de las corbetas puedan tranquilizarse, y puedan construir los cinco barcos, y con ello llevar adelante a sus familias. Porque yo podría ser uno de ellos. Lo que pido, lo que espero, es que los próximos barcos sean barcos oceanográficos, de investigación marina, o barcos mercantes, o barcos de recreo. Me da igual.
Pero intentemos reconvertir una industria de guerra en una industria de paz. Entiendo que no es fácil, que puede llevar años. Pero empecemos ya. O seguiremos mirando a otro lado mientras las bombas siguen cayendo sobre inocentes. Ese es el drama en el que vivimos. Y ese drama deberá terminar ya.
La guerra claro que es mala, pero es allí donde entra la ironía y si España no le vende las sagradas bombas a Arabia pues fácilmente las consiguen en otros países donde no les importara nada más que las relaciones políticas y el dinero. Por otro lado, excelente critica que hacer sobre la doble moral que tiene el mundo entero (no es sólo de España) y coincido totalmente con tu critica, muchos hablan de paz pero solo en su territorio porque las demás nacionalidades le importa poco, vaya ironía; saludos y excelente artículo
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Hola, efectivamente la doble moral lo invade todo. Yo estoy por la lucha por la paz definitiva de todos los pueblos de la Tierra. Es utópico, pero son las utopías las que cambian el mundo. Como dijo Gandhi: «no hay un camino a la paz; la paz es el camino». Muchas gracias por tus palabras.
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