Ayer fue un día curioso para mí, en el plano profesional. No suelo hablar de mi trabajo, pero hoy lo haré, no para comentar los aspectos del proyecto en el que me hallo implicado, sino para valorar unas circunstancias concretas. Por eso, y porque este no es lugar para hacer publicidad, no mencionaré nombres concretos, excepto en el caso de entidades externas.
Dos situaciones se dieron ayer completamente contrapuestas, que dejan claro cómo pueden hacer que tengamos ideas completamente equivocadas sobre nuestro trabajo. Yo en mi caso sé lo que hago, y llevo pisando empresas y multinacionales y trabajando con directivos de esas empresas el suficiente tiempo como para saber cómo piensan y cómo operan estas multinacionales.
En general, las grandes empresas que he conocido, algunas de ellas de nombres muy populares, se visten con una imagen de bondad, paz y amor, mientras sus intereses solo tienen un objetivo: la empresa. Esto, que podría parecer lógico y natural, no lo es tanto cuando te das cuenta de que el interés de la empresa pasa por encima de cualquier persona o elemento que se interponga en sus caminos. Empresas muy poderosas están volviendo a disponer de sus trabajadores en regímenes de semiesclavitud. Hace poco hablaba con una joven que trabaja para una importante empresa americana relacionada con la venta online, y lo que me contaba daba miedo. Daba verdadero miedo.
Un ejemplo claro de esta idea de sometimiento se dio en 2005, cuando mi antigua empresa quebró, y su negocio fue comprado por una multinacional. Dos de cada tres empleados fueron despedidos, y las condiciones laborales recortadas hasta la extenuación. Un compañero me dijo «al menos tenemos trabajo». Y ese es el problema: si nos conformamos con «tener trabajo» podemos justificar la esclavitud, porque, al fin y al cabo, los esclavos en Roma también tenían trabajo. Esa es una línea de pensamiento muy peligrosa, porque, «porque tengo trabajo» puede llevarnos a admitir cualquier tipo de condición en cualquier circunstancia.
El caso es que estoy trabajando en un proyecto informático que consiste en un software de tipo educativo para el aprendizaje de matemáticas, y al que además se le están incorporando módulos para el conocimiento científico de los usuarios. Más allá de eso, el programa, el juego en realidad, está catalogado para ser usado a partir de los 4 años. Obviamente si se ha catalogado para esas edades, mucha violencia o destrucción no tendrá, ni tampoco elementos que pudieran considerarse subversivos y manipuladores.
Pues bien, el juego ha sido censurado por Facebook, según me explican ellos mismos, por su contenido político. Y yo me pregunto ¿qué contenido político tiene un juego de matemáticas con un pollito volador que se come los números? ¿Es quizás que el pollito es rojo y podría ser comunista? ¿Que lleva un casco romano que le va saltando de la cabeza? ¿Existe una emisión de ondas beta en el juego que transforma a los jugadores en zombies sedientos de sangre y vísceras? Otro módulo del juego consiste en recoger rocas en la Luna, analizarlas y mandar el helio 3 a la Tierra. ¿Es eso subversivo? Y otro módulo consiste en recoger plásticos del mar y liberar ballenas. ¿Son las ballenas comunistas? ¿Es peligroso un juego que enseña a recoger el plástico del mar? Son preguntas que me hago, y de las que no obtengo respuesta.
Facebook no ha querido explicarme qué contenidos políticos ven en el juego. Yo sí tengo clara una cosa: estas empresas están adquiriendo demasiado poder. Demasiado control. Demasiada facilidad para decidir lo que es correcto o no, sin que podamos hacer nada. Y están coartando las libertades más fundamentales de los ciudadanos. De todos los ciudadanos, los de derechas, los de centro, los de izquierdas. Los comunistas y los neoliberales. Los rojos y los azules. Todos estamos sometidos a sus criterios personales y no negociables. Y eso es extremadamente peligroso.
Confundido y apenado, arrastrándome en mi inmenso dolor bajo la lluvia ayer por la tarde y pensando en estos asuntos (mentira, estaba tomando una cerveza tranquilamente en casa con la perra en las piernas), entro en Twitter y ¡sorpresa! El Instituto de Ciencias Matemáticas de España, el ICMAT (Instituto de ciencias Matemáticas, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC) realiza una entrada en su Twitter hablando de mi trabajo, e indicando el valor educativo que tiene para el aprendizaje de las matemáticas. Obviamente mi sorpresa es mayúscula, y como se puede entender, muy agradecida.
Y yo me digo: ahora es cuando no entiendo nada. Por la mañana soy un agente subversivo, que quiere manipular a los niños para que voten a los comunistas. Por la tarde soy el centro de un comentario del organismo más importante sobre el estudio de matemáticas de España que me felicita por mi trabajo de divulgación de las matemáticas. ¿Qué me he perdido? ¿Dónde he cruzado la línea divisoria entre un agente político y un divulgador de ciencia?

Es importante tener siempre en cuenta que somos lo que somos, independientemente de lo que nos digan los demás. No soy un agente subversivo a sueldo de Putin, y sí intento acercar las matemáticas a la gente joven. Pero, entre un extremo y otro, hay que analizar la naturaleza de quién nos juzga. Por la mañana, una empresa corrupta y pervertida como Facebook, que solo nos usa para robarnos nuestra identidad y venderla al mejor postor. Por la tarde, una entidad que busca el conocimiento y ampliar las posibilidades de desarrollo del ser humano, y que trabaja desarrollando una ciencia que es clave para el futuro de la especie humana.
Por lo tanto, si he de ser juzgado, me alegro de ser un ser subversivo para esa empresa corrupta, y alguien a quien mencionar para el ICMAT. Ni me arrastro ante los primeros, ni me dejo llevar por los segundos. El equilibrio es la base del trabajo diario. Pero es importante que comprendamos algo: Facebook, y empresas como Facebook, destruyen vidas a diario. Destruyen ilusiones. Destruyen sueños. En el caso concreto de Facebook, se trata de una empresa parásita que vive de la privacidad de los demás. Otras empresas sí realizan labores sociales y de progreso, mientras no olvidan que deben ganar dinero. Ambos objetivos son compatibles. Solo hay que buscar el camino. De ese modo tendremos sociedades más justas y equilibradas.
Por lo tanto, si tengo que elegir, me quedo, un millón de veces, con entidades como el ICMAT. No porque hayan tenido una palabra amable conmigo, lo cual agradezco enormemente; sino porque entidades como el ICMAT, que buscan el conocimiento, son la apuesta por el futuro de nuestra especie. Me da igual la titularidad, pública o privada. Me da igual la izquierda o la derecha. Me da igual el capital o el comunismo: lo que me importa es el futuro de nuestra especie. Y a ello me debo, en mis libros, y en mi trabajo. Puede que no llene páginas de revistas. Pero llenaré la cabeza de niños de todo el mundo con números divertidos.
Como la semana pasada, que me escribió un profesor de matemáticas de Canadá con sugerencias sobre el juego, que usan sus alumnos a diario en clase. Esa es la esencia de la vida. Y esa es la esencia por la que siempre merecerá la pena luchar. Mates para todos. Ciencia para todos. Conocimiento y razón para todos.
Primero d todo mis más sinceras felicitaciones por ese reconocimiento merecido y segundo decir q no podemos ni debemos dejarnos arrastrar por gentuza q sólo s mueve por intereses económicos y no por hacer proyectos q beneficien al ser humano… Adelante siempre con lo positivo, amigo! 😉 Abrazos d luz
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Muchas gracias Mamen por tus palabras, sin duda debemos combinar progreso científico con calidad de vida social para todos, si uno de los dos falla nuestra sociedad no tendrá futuro. Un abrazo.
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