Drogas: el camino de consumidor a consumido

Hoy estoy contento porque las estadísticas de la web siguen al alza. Sin necesidad de publicidad, de molestos banners para seguir el blog, sin tener que hacer análisis complejos sobre cómo mejorar mi «SEO», resulta que prácticamente hemos llegado al número de visitas que tuvo el blog en todo 2019. Artículos más leídos, los de filosofía como siempre, pero también los de los aviones P-51 Mustang y F-14 Tomcat. Dentro de poco subiré la historia de otro avión mítico: el F-86 Sabre y la absurda guerra de Corea.

Como siempre, agradecer a los lectores su interés en los artículos del blog. También la descarga de los libros disponibles, ya van más de 1.200 descargas solo este año, principalmente la primera parte de «La leyenda de Darwan» y «La luz de Asynjur«, también del relato corto «Somos los hijos de la Tierra«.

Pero hoy vengo por un asunto de drogas. Suena feo, suena mal. Pero suena a realidad. A una muy dura realidad. Y es que hace poco alguien, un individuo, por alguna extraña razón que no acabo de comprender, decidió que yo era más o menos un experto en temas de cárteles de la droga, trata de mujeres, tráfico de armas, y ese tipo de asuntos.

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Pues bien: yo no tengo ni idea de estos temas, ni he tenido nunca relación con estos temas, ni sé, ni me interesan nada de estos temas. Lo que sé es lo que he visto por la tele en las series de televisión y en las noticias. Y nada más. Que escriba sobre estos temas en mis novelas no significa que los haya vivido ni conocido jamás. Excepto, como digo, por la tele.

Sí es cierto que he visto los efectos de las drogas. Por ejemplo. aquel drogadicto que violó a una amiga a la que tuve que ayudar con ayuda de una profesional de la psicología clínica, porque todo el mundo le dio la espalda. Ya comenté este asunto en alguna ocasión. O la vez en que mi amiga Carmen y yo tuvimos que ayudar a una amiga suya con un asunto de heroína y alcohol, y cómo el delirium tremens de aquella joven hacía que tanto Carmen como yo saliésemos despedidos por el aire por una fuerza increíble debida precisamente a su estado. Y ni yo soy precisamente pequeño, ni lo era Carmen, que con su metro ochenta tenía una fuerza que ya querrían para sí muchos hombres.

Por cierto: el alcohol es una droga: beba, pero hágalo con mucha moderación por favor. En mi familia he tenido casos de alcohólicos, no con mi familia directa, sino con primos y tíos, y es una situación que nadie querría vivir. Disfrutemos de una buena cerveza o vino, claro que sí, pero con cuidado y moderación.

El caso es que ese individuo al que me refería antes, recientemente me pidió información para conseguir superar a los intermediarios, y conseguir contactar con «las fuentes», las que mueven todo el asunto, el «cotarro». La verdad es que su ingenuidad era tal que me hizo sonreír. Le advertí de inmediato de dos cosas con respecto a estos asuntos:

  1. Pasar de consumidor a consumido es cuestión de tiempo.
  2. Pasar de cliente a víctima es cuestión de lo que quiera uno complicarse en ese mundo.

Es increíble, realmente increíble, cómo ciertas personas creen que, en un mundo controlado por cárteles con un poder inmenso, capaz de controlar fuerzas policiales e incluso gobiernos en muchos países, ellos van a ser los que superen todas las barreras, y puedan imponer su ley y su voluntad a su capricho. Lo máximo que van a conseguir es que le vendan unos gramos de droga adulterada, y si meten algo más la nariz en donde no deben, nunca mejor dicho, van a acabar en algún agujero perdido de la ciudad.

Otra cosa que me sorprende de esta gente es la famosa frase: «yo controlo». El individuo que violó a aquella amiga tomaba cocaína porque le permitía trabajar en un negocio propio cuando salía del que regentaba su padre, donde actuaba como empleado. Descubrió que la cocaína le daba la energía para seguir trabajando hasta altas horas de la noche.

Y esto demuestra una segunda verdad de las drogas: a diferencia de lo que mucha gente cree, muchos adictos a las drogas no han entrado por una simple cuestión de «vicio», sino porque lo han implementado en sus vidas diarias como un elemento más para obtener algún beneficio secundario. La cocaína es especial para esto, porque no parece que controle al que la toma, que siente que está «controlando» la situación.

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Decir que aquel hombre acabó en el hospital con el cerebro quemado por la cocaína. Tuvo suerte. La otra opción hubiese sido conocerme. Quería agradecerle la «amabilidad» que había tenido con  mi amiga. Compréndanlo: yo era joven, e inexperto. Y todos cometemos errores. Yo no soy perfecto, mucho menos cuando se trata de ataques a seres desvalidos e inocentes, especialmente individuos en inferioridad clara de condiciones. Incluyendo aquella amiga. Me hierve la sangre, y estoy siendo muy comedido en mis palabras.

Volviendo al tipo duro del inicio, al final de la conversación, aquel individuo, ese «héroe», me agradeció la información que le di, que  no era más que una serie de advertencias sobre lo  que supone meterse en esos mundos. No solo le rogué que dejara todo aquello de inmediato; también que hacerse el héroe en estos contextos tiene siempre consecuencias muy negativas. Pero muchos de estos jóvenes han visto mucho Hollywood, y se creen que son algo parecido a Chuck Norris, quizás porque han recibido dos o tres clases de artes marciales o tonterías similares.

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Escena de la película «Annie Hall» con Woody Allen y Diane Keaton donde se lleva a cabo el típico ritual de preparar la cocaína.

Con Carmen había estado en alguna fiesta de la «jet set», iba con ella, la cual se movía en esos círculos de gente de alto nivel, en las zonas altas de algunas ciudades. Allí la cocaína era un complemento más de la fiesta. Por suerte para mí Carmen sabía tratar muy bien aquel mundo, ella sí había nacido y crecido en entornos muy difíciles, y sabía cómo gestionar aquellos asuntos. Yo era un completo inocente embobado por todo aquello, tras haber vivido una juventud donde la droga más fuerte que había tomado era la cafeína de la Cocacola que tomaba con el bocadillo.

Es una pena que el tráfico de drogas, y el de seres humanos, siga siendo tan habitual. Es una pena que  muchas instituciones públicas y privadas de muchos países estén «untadas», es decir, compradas, y es una pena que las coimas, es decir, los sobornos, sean el pan de cada día para sobrevivir. Unas coimas que se pagan muchas veces con drogas, y con las vidas de miles y miles de seres humanos, que, o mueren por las drogas, o mueren en brutales sesiones relacionadas con asuntos de sexo y perversiones diversas.

Es una pena que tengamos que asistir, cada día, a ver cómo estos cárteles siguen adelante sin prácticamente ninguna resistencia. Por cada kilo decomisado pasan cien, mil kilos al mercado para consumo, previa adulteración con todo tipo de productos, muchos de ellos incluso peores a corto plazo que la propia droga.

Pero bueno, afortunadamente, y como ya he explicado, yo no sé nada de todo esto, excepto lo visto en la tele. Y espero que siga siendo así para siempre.

Cuídense, y cuiden de aquellos que pretenden hacerse el héroe, sea con las drogas, o con sus absurdos sueños de convertirse en héroes o villanos de las drogas. Cualquiera de los dos caminos lleva a mundos muy, muy desagradables y que deberían ser historia hace siglos. Muchas gracias.


Dedico esta gran canción de Sheryl Crow a la memoria de Carmen. Cómo supiste sacarme del agujero en el que se hallaba mi vida, lástima que yo no pudiera hacer lo mismo contigo. Siempre en mi corazón.


 

 

 

 

Autor: Fenrir

Amateur writer, I like aviation, movies, beer, and a good talk about anything that concerns the human being. Current status: Deceased.

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