Llegan las navidades, y los pequeños de la casa, los que puedan, recibirán sus correspondientes regalos. Básicamente podemos dividirlos en los clásicos, de los que siempre se anuncia su final sin que llegue, afortunadamente, y los nuevos, que se centran, sobre todo, en las siempre atractivas consolas que casi todos los niños quieren. Consolas para los niños que, no nos engañemos, disfrutan mucho, y a veces mucho más, los padres.
Es importante, es fundamental, que los niños jueguen. Obsesionarse con los estudios es tremendamente negativo, y la presión excesiva para que los críos estudien solo provoca una reacción adversa. Tampoco es bueno que se pasen el día jugando a la consola, pero no lo olvidemos: tampoco es bueno que se pasen el día jugando al fútbol, o practicando cualquier otra actividad. Todo tiene su tiempo y su cantidad. Como todo en la vida, hay que buscar el equilibrio.
Y luego hay que estudiar. Y las temidas mates son un reto, ahora, y siempre. Llegar al colegio padeciendo porque hay clase de «mates» es un camino peligroso para el desarrollo intelectual de los jóvenes. Pero hay soluciones. Vamos a verlo.
Siempre he sido amante de los juegos educativos. Ya hablé en su momento de juegos como Civilization, que permiten desarrollar una vasta cultura sobre las sociedades y su desarrollo. Pero hay asignaturas que, parece, se resisten a ser divertidas y agradables. ¿Se puede enseñar matemáticas de forma que sean divertidas y atractivas para los chicos desde los 4 años hasta los 17? Es decir, más o menos desde que empiezan la primaria hasta los pasos previos a la universidad. ¿Pueden las mates dejar de ser ese trago amargo, para pasar a convertirse en una materia divertida y amena para estudiar, con esfuerzo, pero con ánimo y entusiasmo?
La respuesta es un rotundo sí. Y atacar el problema de las matemáticas es algo que la sociedad debe acometer cuanto antes. No en vano, llevamos 300 años enseñando matemáticas modernas a los chicos de una forma terrible, y convirtiendo esta disciplina en una tortura. La culpa, quiero dejar muy claro, no es de ningún modo de los profesores. Ellos hacen su trabajo con profesionalidad, pero enseñan a los chicos como ellos aprendieron, y como se modela en los planes de estudio, que insisten en métodos poco eficaces y que se han probado no funcionar en muchos casos. Y ese es el círculo vicioso que hay que romper.
Las matemáticas se pueden enseñar como una serie creciente de problemas cada vez más complejos. Este modelo funciona bien si se enseña por separado, pero en una clase con treinta o cuarenta alumnos, cada uno de ellos tiene una capacidad de aprendizaje distinta. Veámoslo:
Clase de historia: se enseña la historia antigua. Más tarde la edad media. Luego la edad moderna. Luego la edad contemporánea. ¿Lo ve? Aprender cada una de estas etapas es independiente de la anterior, y de la siguiente. Si un chico no estuvo muy acertado en historia antigua, a lo mejor saca mejor nota en edad media. No es necesario dominar la historia de Roma para conocer la edad media. Ayuda, pero no es imprescindible.
Y ahora veamos el caso de las matemáticas: cada nueva etapa requiere, en la mayoría de los casos, dominar la etapa anterior. Si un chico se queda sin entender bien la materia básica, ¿cómo va a pasar luego a entender problemas más complejos? Si no domina el álgebra, ¿cómo va a dominar el cálculo? Si no sabe resolver ecuaciones de primer grado con una incógnita, ¿quién espera que resuelva sistemas de ecuaciones, o ecuaciones de segundo grado?

No. Hay que buscar una alternativa. De entrada, es primordial entender algo que este mundo «moderno» no comprende: que cada ser humano, desde que nace, tiene unas capacidades innatas para ciertas materias, y dificultades en otras materias. Si un niño no es bueno en matemáticas, se le suele acusar de ello, frustrándolo y creando un precedente de rencor hacia la materia. ¿Ha pensado alguien que ese niño podría ser un genio en otras materias? ¿Ha pensado alguien que quizás requiere otro ritmo? No se trata de excusar al niño; se trata de fomentar su entusiasmo por las matemáticas de forma acorde a su personalidad, y a su crecimiento como individuo.
Es fundamental que los niños conozcan las matemáticas, pero hay que tener en cuenta tres cosas: no se les puede forzar, no se les puede acusar, y no se les puede aplicar métodos que implican ritmos que algunos niños, de forma reiterada, no van a poder seguir para absorber la materia.
Yo podría hablar de mi caso, pero no quiero aburrir al lector. Simplemente diré que era completamente cerrado a las matemáticas, y sacaba ceros en los exámenes. Hasta que alguien un día me dio un toque, y con ello impulsó en mí una nueva perspectiva de la materia, y de repente todo empezó a cuadrar. de pronto empecé a amar las matemáticas, y las ciencias en general.

Este es un ejemplo de cómo un perfecto fracasado en ciencias malogrado como yo se puede llegar a reconvertir en un chico capacitado para entender una materia que parece un monstruo como son las matemáticas. Yo no soy ningún experto por supuesto, sigo teniendo muchas dificultades con las matemáticas a mi edad. Pero les perdí el miedo entonces, y no he vuelto a tener miedo.
Esa es la clave: superar el miedo, y permitir que los chicos aprendan a su ritmo. Lo que ocurre es que en una clase de cuarenta chicos eso no es posible. La culpa, es evidente, no es de los chicos que van más retrasados, ni, insisto, del profesor, sino de un modelo educativo que, primero, no tiene en cuenta el ritmo de aprendizaje de cada alumno, y segundo, no tiene en cuenta que cada ser humano tiene distintas capacidades innatas.
El resultado: frustración y amargura. Mientras tanto, si ese chico está pintando en clase de matemáticas, se le recrimina por ello. ¿Por qué? Ese chico está lanzando un mensaje al mundo: «no comprendo esta cosa de las mates, pero vibro y sueño con la pintura». ¿Es que pintar es una tarea menor que las matemáticas? En absoluto. Ese chico o esa chica han nacido para pintar quizás, o para la música, o para la danza, o para lo que sea. No son menos que los que sacan diez en matemáticas. Necesitamos a todos: a los matemáticos, pero también a los artistas.
Esto no quiere decir que esos futuros pintores o bailarines o escultores no deban aprender matemáticas. Deben, porque es una materia fundamental en la vida. Pero, si no pueden llevar el ritmo de otros, debemos buscar caminos para que ellos encuentren su camino al aprendizaje. Con dedicación, con paciencia, con atención, y con métodos de enseñanza que no sean coercitivos, al revés, que aprendan a reconocer el fracaso, y estimulen los triunfos que vayan consiguiendo, por pequeños que sean esos triunfos. Entonces esos jóvenes se verán motivados, y disfrutarán las matemáticas.
Otra forma de acceder a esos jóvenes que tienen problemas con las matemáticas, pero muestran habilidades en otras materias, es demostrarles que las matemáticas están imbuidas en sus sueños. Por ejemplo, si un joven disfruta con la pintura, se le puede hablar del número áureo, y de cómo los grandes artistas, y la propia naturaleza, lo usan constantemente, incluso inconscientemente, para sus obras. De esta forma, estamos uniendo su afición con la materia que queremos que aprenda. Si tiene afición por la música, podemos enseñarle que las matemáticas están imbuidas en la música, y las fracciones o los logaritmos son parte intrínseca de ese arte.

En los últimos años han surgido mil métodos para intentar buscar nuevas formas de enseñar matemáticas. Yo mismo he desarrollado un software para disfrutar las matemáticas que ha tenido una respuesta positiva entre diversas entidades de profesores y el propio instituto de matemáticas en España, pero sea cual sea el método, sea cual sea el camino, lo importante se puede resumir en que la enseñanza de las matemáticas es primordial, pero la absorción de esos conocimientos requiere métodos que sean adecuados al ritmo del alumno, y que le permitan amar las matemáticas, o al menos, tolerarlas, y no convertirlas en la pesadilla en que se acaban convirtiendo.
Para finalizar, les presento el sistema ABN, o «el método del palillo«, uno de los innumerables métodos que pretenden enseñar matemáticas de forma amena. Cualquier método es bueno si consigue que los jóvenes adquieran los conocimientos matemáticos fundamentales que serán primordiales en sus vidas.
Luego, si quieren estudiar ciencias o hacerse bomberos o submarinistas, o si quieren ser artistas o ingenieros o panaderos, es algo que decidirán ellos. Pero siempre con una buena cultura matemática general, eso no deberá faltarles nunca. Porque las matemáticas son el lenguaje de la naturaleza, y conocerlo nos lleva a amar esa naturaleza, a comprenderla de una forma sutil, directa, y clara. Felices mates para todos y todas.
interesante
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