Falta poco para que La leyenda de Darwan llegue a las mil entradas publicadas, y en estos casos los blogs suelen celebrarlo con descuentos, sorteos, premios especiales, y esas cosas. Yo soy más simple y no lo sofisticaré tanto. Activaré unos días alguno de los libros de forma gratuita, para que todo aquel que quiera pueda descargarlo. En este caso en realidad serán dos libros en lugar de uno: los dos libros de “La insurrección de los Einherjar”.
No me gustan los sorteos o los premios especiales a aquel que más ha comentado en el blog, o a aquel que más visita la página, o a aquel que hace esto o aquello, porque eso irremediablemente crea en algunas personas una sensación de competitividad, del tipo “voy a conseguir el premio”, y esas personas no actúan porque les interese el material del blog, sino porque tienen un interés determinado. En cuanto a los sorteos, no me gusta que el azar sea el que premie a alguien que quizás no tiene interés en la página, y si es entre los que más leen el blog o comentan, ¿dónde se traza la línea para eliminar al resto?
No me gusta trazar líneas, ni poner límites. Quien lea estas entradas debe ser porque tiene interés en las mismas, no por un afán competitivo. Demasiada competición tenemos ya en la vida diaria como para seguir compitiendo en nuestros momentos de descanso.
Sí me gusta dar obsequios a personas de mi entorno, sea virtual o real, que han tenido una amabilidad conmigo. Obsequios desinteresados y sin que haya motivos que lo generen, cuando alguien demuestra interés en mi trabajo sin pedir nada a cambio. Entonces me veo impulsado a demostrar una cierta gratitud, y lo hago con alguno de los libros en papel.
Hace poco ya comenté un caso. Otro caso es muy reciente, de hace tres días. Fui a una cafetería con dos amigos, que regenta una mujer italiana que andará por la treintena. Según mis amigos, la italiana es “potente”, y ellos aún guardan vigor como para sentirse motivados a elegir una cafetería u otra en virtud de la “potencia” de las camareras que lo gestionan. Para mí eso no ha empezado ni acabado, porque, sinceramente, nunca me han preocupado esas cosas. Pero ellos tienen claro que «la italiana», y «las argentinas», son dos lugares donde acudir por «la potencia» de sus camareras.
La verdad es que en esa cafetería italiana descubrí una mujer muy divertida y simpática, con una cantidad de energía enorme, y con un carácter fuerte y directo. Digamos que, aunque suene a tópico, tiene ese carácter tan típico de los italianos. Es una mujer de pelo negro azabache, de altura media-alta, rostro severo, y profundos ojos azules. Y, me atrevería a decir, con una inteligencia muy alta, y perfectamente adaptada a la vida que supone atender a clientes que buscan «potencia».
Mis amigos, que ya la conocen, dispararon sus mejores frases cautivadoras. Ella se sentó al lado de uno de ellos mientras explicaba algo de sus vacaciones en Italia, y mi amigo no desaprovechó la oportunidad de decirle que era aún más guapa de cerca que de lejos.
¿Por qué solemos decir semejantes cosas los seres humanos cuando estamos en fase de captación de una posible candidata que nos atrae? Misterios. Yo en mi vida le he dicho una cosa así a ninguna mujer. La timidez me puede supongo. Quizás por eso mi vida sentimental ha sido más corta que la manga de un chaleco. No me quejo; cada uno es como es.
Luego mi otro amigo le dijo algo también, básicamente apoyó el comentario del primero, y luego la mujer italiana me miró a mí, como entendiendo que ella esperaba que yo le dijese algo más, para terminar la ronda. Supongo que la psicología de la mujer, acostumbrada a estas cosas, le permite manejar estas situaciones de tal forma que se gestione la situación de la mejor forma posible. Yo personalmente me sentía en una situación embarazosa. Al fin y al cabo, voy con ellos, pero estas cosas no me motivan, al contrario, todo esto de los «cortejos» me desagrada sobremanera.
La cuestión es que, en ese momento, tenía que decir algo.
¿Y qué le digo ahora?
Lo cierto es que sí se me ocurrió decirle algo. Observándola, me di cuenta de que su personalidad me recordaba a alguien. Ella esperaba mi comentario. No podía defraudarla. Así que le comenté:
“Por cierto, te pareces a Helen Parker, la protagonista de mi trilogía. Por aspecto físico y carácter, podrías hacer el papel”.
Se quedó completamente congelada. Mi comentario, evidentemente, la descolocó. Esperaba que le dijese, supongo, algún tipo de piropo. Me parece que está bastante acostumbrada a escuchar insinuaciones. Ella se lo toma con mucho humor y con carácter, y desde luego yo no me atrevería ni en mil años a decirle nada a una mujer con respecto a su aspecto, y aún menos siguiendo un juego al que no he jugado nunca.
Pero una observación sobre algo relacionado con mis libros sí era plausible. Y además lo creo realmente. ¿Cuál fue su respuesta? Fue la siguiente:
“¿Dónde puedo comprar tu libro donde está ese personaje? Dame los datos ya”.
Entonces fue ella la que me sorprendió a mí. Le comenté que le daría los datos y el nombre del libro. Pero lo que voy a hacer es regalarle el primer volumen en papel de “La leyenda de Darwan”, para que vea a su alma gemela en la novela. Porque ciertamente, tanto por aspecto físico como por carácter, parece Helen Parker. En una hipotética película, que nunca se rodará, podría tomar el papel protagonista.
Helen en realidad está basada en una antigua amiga que, ya comenté alguna vez, fue un ancla en un momento muy difícil de mi vida, cuando ante una pérdida importante alguien decidió que yo no era quién para lanzar mi vida a la basura. Era también morena, de ojos azules, alta, enjuta, fuerte física y psicológicamente, pelo muy corto, y todo carácter. Y esta mujer italiana tiene desde luego esos rasgos.
Así que hoy iré a verla, y le daré el libro. Ella esperaba el típico comentario, y creo que la descoloqué con mi observación. Veremos si está de acuerdo conmigo en que Helen y ella tienen puntos en común. Por lo menos, esta vez no tuvo que escuchar un comentario sobre su físico, sino sobre su carácter.
Me gusta sorprender a la gente con argumentos y comentarios que, de vez en cuando, no sean los que oyen constantemente, como le ocurre a esta mujer italiana. Me temo que observaciones sobre ella y su físico debe ser un continuo en su vida, por lo que dejó entrever. Yo personalmente deploro estar haciendo observaciones sobre el físico de nadie, pero es evidente que esto sucede con demasiada frecuencia.
En cualquier caso, los mil artículos en La leyenda de Darwan serán un motivo de alegría para mí, porque demuestran que puedo expresar ideas y sentimientos de forma libre, y espero que además puedan contribuir a los lectores a disfrutar de una lectura que pueda ser amena y de su interés. Sea con los artículos de ciencias, o de humanidades, o con los libros. El caso es conseguir un momento de esparcimiento sin prisas, sin sorteos, sin secretos. Simplemente, por el placer de leer.
Y luego, con un poco de suerte, en el futuro podremos celebrar los dos mil artículos. Si es que llego claro. A mí también han venido a visitarme recientemente, pero era una dama de negro que tiene una cierta obsesión con mi alma. Y esa dama no lanza piropos. La pude distraer, aunque no fue con un libro.
Esa dama no quiere libros; quiere almas. Y yo, hoy por hoy, no estoy dispuesto a tanto. Ni por ella. Ni por nadie. Muchas gracias.
un gran trabajo para celebrar, querido Fernir 🙂 pero el trabajo en sí ya es una gran celebración, y todos lo sabemos.
què interesante encontrar en la vida real a alguien a quien creaste en tu imaginación 🙂 solo sé cómo es crear una historia de vida y luego entrar en ella sin querer. felicidades 🙂 le envio un gran abrazo.
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Muchas gracias, este proyecto comenzó casi por casualidad, y sin embargo ha crecido de forma constante, sin duda el apoyo de ustedes los lectores es crítico para que ello haya sido así. Un abrazo.
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