¡Por Dios, qué título ha puesto este hombre en esta nueva entrada! ¡Presumir que la Edad Media termina en el siglo XIX!
Bueno, a fuer de ser sincero, perdonad, mi señor o señora, este equívoco; en buena hora vuestra ilustrísima acudirá presto a dar fe de mi honor de caballero, y de llevar a cabo una gesta valerosa que aclare tamaña afrenta en mis viles palabras, que merecen ser pasadas por la espada a hierro y fuego.
O, dicho de otra forma, me toca aclarar el título de esta entrada. Así que vamos a ello.
Definiendo la Edad Media, más o menos.
La Edad Media es un periodo de la historia que comienza, según se clasifica en los libros, en el siglo V d.c. con la caída del Imperio Romano. Y termina de diferentes formas y tiempos dependiendo del lugar, aproximadamente en el siglo XV. Y digo aproximadamente durante el siglo XV porque los periodos, en la historia, no son fechas exactas. Los historiadores clasifican la historia, pero no hay un «buenos días, bienvenidos a la Edad Media, la temperatura de hoy es de veintitrés grados, y parece que lloverá sobre el Medievo«.
No, la verdad es que, si se consulta la Wikipedia, y diferentes volúmenes de enciclopedias y otro material diverso, podremos ver cómo estas fronteras temporales cambian, ajustándose a los estudios y clasificaciones que se van llevando a cabo a lo largo, precisamente, de la historia. No hay una Edad Media, en realidad hay muchas y muy diversas.

Vivir la Edad Media sin la Edad Media.
Y eso nos lleva de nuevo al título de esta entrada. ¿Por qué pongo como fin de la Edad Media el siglo XIX? Porque, en muchos aspectos, y para infinidad de aspectos de la vida cotidiana de nuestros antepasados, la Edad Media se extendió hasta bien entrado el siglo XIX. En España, antes de la guerra civil, mi propia madre vivía en una casa sin luz, sin agua corriente, con velas y lámparas de aceite, y con un baño exterior con pozo ciego, teniendo que ir a buscar el agua a un pozo a unos cientos de metros. Sin casi capacidad de estudiar, sin conocer nada del mundo, sin poder tener acceso a medicamentos, viviendo de lo que daba la tierra para poder sobrevivir y poco más. Sin viajes más allá de la comarca, sin saber nada de un mundo más allá de las montañas o mares.
¿No le parece que eso le recuerda a algo? Sí: le recuerda a la vida en la Edad Media. De hecho, era una vida medieval, en muchos aspectos. Y hablamos de los años 20 y 30 del siglo XX. La Edad Media no es solo un concepto. Es algo que se vivía en nuestras casas hasta hace muy poco.

Edad Media en el siglo XX.
Pero vamos más cerca. Yo recuerdo perfectamente haber estado en pueblos en España, en los años sesenta, que, literalmente, seguían en la Edad Media. Mi padre, en los años cincuenta, sacó de la maleta una máquina eléctrica de afeitar en un pueblo de Castilla, y literalmente todo el pueblo fue a ver aquella proeza. Un primo de mi madre se preguntaba en los años cincuenta qué poder maligno abría y cerraba la puerta del autobús. Y una señora de la limpieza de la empresa de mi padre, en los setenta, quedó aterrada cuando vio que las máquinas de escribir comenzaban a escribir solas. Porque eran realmente télex, y no máquinas de escribir. Télex, el antepasado de los faxes.
Una gran parte de la humanidad vivió en la Edad Media hasta que, de pronto, se encontró con la Edad Contemporánea. Muchos no pasaron por el Renacimiento, ni por la Revolución Industrial, ni por ninguna fase intermedia. Muchos pueblos pasaron de la luz de la vela al neón, de forma repentina, y la última generación que vivió con el candil vio que la siguiente veía al ser humano llegar a la Luna, construir computadoras, y entender los aspectos básicos del universo. Japón quizás sea un buen ejemplo representativo. Rusia puede muy bien ser otro.
Mis padres fueron, pero sobre todo mi madre, valedores de los últimos momentos de esa Edad Media a la que me refiero en España. Esa Edad Media que se siguió arrastrando, que siguió perviviendo en los pueblos durante todo el siglo XIX, e incluso, en lugares aislados, hasta después de la segunda guerra mundial, e incluso hasta los años setenta del siglo XX. Pueblos que vivían en una economía de subsistencia, con una agricultura que daba para poco más que para sobrevivir, con medios que eran propios de la Edad Media.

¿Existía alguna forma de Internet en aquella época? Claro. Siempre hemos querido saber lo que ocurría más allá de nuestros límites. Para ellos existían varios profesionales de la comunicación. Periodistas y personal de entretenimiento de la época:
- Trovador: no confundir con el juglar, aunque actualmente se usen ambos términos indistintamente muchas veces. Básicamente, el trovador era el medio de información más generalista en la Edad Media. Nacido en familias de clase alta, llegaba a un pueblo, y todo el mundo se arremolinaba a su alrededor. Entonces el trovador, mediante una combinación de música y poesía, explicaba las aventuras y desventuras de los hombres y mujeres de poder que tomaban decisiones para su bienestar. Decisiones que casi nunca les afectaban, excepto quizás para los impuestos. También era creativo y generaba sus propias obras, pero solía caracterizarse por no tergiversar, y por seguir un patrón de la historia siempre fijo, sin improvisaciones. Solía actuar también en la corte, donde su música y poesía podía ser muy apreciada.
- Juglar: era la versión libre y con forma de poeta del trovador, y solía pertenecer a las clases bajas. Cantaba canciones que se inspiraban en hechos reales, pero que se convertían en mitos y leyendas. Y explicaba los hechos y sucesos de los grandes próceres que habían logrado grandes conquistas, muchas veces con adornos y versiones improvisadas. Mitos, leyendas, y poderosos y valientes actos que hacían emocionarse a los oyentes. Muchos eran inventados o tomados de otros. Era lo más parecido a un artista musical actual. Fueron desapareciendo con el fin de la Edad Media.
- Titiriteros y otros artistas: eran una mezcla de los anteriores. Explicaban historias y hechos con la ayuda de personajes controlados por hilos o con otras técnicas, y hacían aplaudir a los pequeños y a los grandes cuando los malos de la historia terminaban siendo perseguidos y ajusticiados por el Caballero de Recia Figura que limpiaba el honor de alguna bella dama pura y delicada. Los titiriteros siguen actuando hoy día con una panoplia de temas acorde a los tiempos actuales, y los críos siguen divirtiéndose con ellos. Porque un arte que ha sido amado en el pasado no tiene por qué desaparecer o ser desconocido ahora, incluso en la época de las consolas y la realidad virtual.
Música moderna inspirada en la Edad Media.
Youtube está lleno de música medieval. Pero muchos grupos modernos se han inspirado en historias medievales, y en ritos y mitos de la Edad Media, para cultivar su música. Un ejemplo es Steve Hackett, guitarrista de Genesis, con «Shadow of the Hierophant» de su disco «Voyage of the Acolyte». A mí personalmente me parece impresionante. Juzguen ustedes.
Naturalmente, todos estos elementos que aquí describo son un resumen muy básico, y requerirían una explicación mucho más compleja y profunda, pero no quiero extenderme, y entiendo que cualquier entendido sabe que las cosas son mucho más complejas que lo aquí expuesto. Lo que sí quiero decir es que, sin duda, las clases de historia y literatura medieval en el instituto, y luego en la universidad, eran, sin duda, mis preferidas. Conocer aquellos hechos, y aquellos hombres y mujeres, y la historia de las letras que dieron forma a los hechos narrados, era algo emocionante para mí.
Un momento. He dicho «y en la universidad». Pero yo soy informático. ¿Qué hacía yo en las clases de literatura medieval en la universidad? Concretamente, en las clases del profesor Francisco Rico, que es un medievalista reconocido internacionalmente. Bueno, lo confieso: sí. La razón era una chica. Me colaba en sus clases por ella; era un polizón universitario, ahora puedo confesar mi pecado. Pero yo atendía a la clase y al profesor Rico también, además de a la jovencita. De hecho, mi interés por la jovencita fue decayendo al no interesarse ella por mí, pero no así mi interés por la literatura medieval. Y conocí, de manos de un gran experto, los entresijos de un mundo increíble, de unos tiempos pasados llenos de poesía y prosa, que fueron la esencia de la historia de la humanidad durante diez siglos.

La Edad Media que aún se vive ahora.
Los historiadores clasifican el mundo, y hacen bien, porque es importante gestionar las épocas de la humanidad para poder estudiar hechos y eventos, y conocer la evolución del ser humano. Pero no debemos olvidar que esas clasificaciones son siempre muy generalistas y a veces incluso con controversias importantes incluso entre los mismos historiadores.
Y que, mientras una parte del planeta vive en una época, otra vive dos o tres épocas anteriores. Lo hemos visto, por ejemplo, en tribus africanas o de Sudamérica, todavía viviendo, en algunos casos, en el neolítico. A ver quién les explica a esas gentes que vivimos en el siglo XXI, en la era de las informática y las telecomunicaciones. Ni lo saben, ni les importa. Y hacen bien: debemos respetar sus costumbres, y sus estilos de vida, como nosotros queremos que se respeten nuestras costumbres y formas de vida. No interrumpamos a los pocos pueblos que viven sus vidas y sus costumbres. Si ellos un día deciden unirse al mundo contemporáneo, que lo hagan en libertad y porque es su deseo. No seamos tan jactanciosos y orgullosos como para pensar que debemos impregnar de nuestras ideas y moral a cada nuevo pueblo que encontremos. Porque el pasado demuestra que eso no solo es monstruoso; es una bomba de tiempo.
Trovadores del siglo XX y XXI.
Aquellos fueron tiempos pasados que no fueron mejores, ni peores. Fueron, simplemente, otros tiempos. La vida era muy dura, y la esperanza de vida mucho más corta. Yo personalmente prefiero las bondades del mundo moderno, aunque es evidente que también pagamos un precio por todas esas bondades. Pero estoy dispuesto a soportarlo. Yo mismo no estaría vivo sin la medicina del siglo XX y del XXI. Tenemos mucho que agradecer a esta época, a pesar de que no sea, ni mucho menos, perfecta.
Lo que no estoy dispuesto es a soportar la pérdida de los artistas, sean juglares, trovadores, o titiriteros. Los necesitamos. Con esos nombres, o con otros nombres. Necesitamos artistas que nos den una razón para seguir soñando. Porque la vida diaria es muy dura, y ellos, esos artistas, son el arco que nos impulsa a seguir creyendo en el futuro, y en el imposible de ver mundos nuevos.
Queremos artistas. Y queremos arte. No olvidemos que, sin ellos, el mundo será solo un manto frío y de oscuridad eternos.
Esa es la constante de la humanidad: el arte. Nos define. En el pasado, en el presente, y en el futuro. El arte es lo que da forma a la humanidad. Y lo que da sentido a nuestras vidas. Y el arte medieval es tan grande como lo son los de cualquier otra época. Dejemos de lado esas absurdas ideas de que era un mundo oscuro. No lo fue, aunque fueran tiempos duros. Todos los tiempos son realmente duros. Y resumir diez siglos de historia de la humanidad diciendo que no fueron tiempos de luz es una reducción al absurdo.
Amemos el arte. En todas sus formas. Porque, ¿para qué crear un mundo mejor y más grande, si va a estar vacío de arte?
Un comentario en “Historias de la Edad Media: siglos V-XIX”
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