Hoy me he levantado feliz, dando saltos de alegría como siempre, sonriente y amable con mis vecinos y conciudadanos, como buen vecino que se preocupa por la realidad del mundo para crear una sociedad mejor.
Bueno… A fuer de ser sincero, me he levantado como siempre, no he sonreído a nadie (puede que a esa nueva y joven camarera treinteañera que, sin duda, está locamente enamorada de mí, aunque es muy tímida para reconocerlo), y me he puesto a trabajar en mi actividad diaria. Un maravilloso trabajo que implica el uso de tres ordenadores. ¿Y qué hago con tres ordenadores trabajando a la vez? Pues ganarme la vida como puedo, como casi todo el mundo.
Ha sido entonces cuando me he conectado al blog de La leyenda de Darwan, y he visto que la reciente entrada, «Yggdrasil: el último demonio» había tenido doscientas visitas en la última hora.
¿Qué ha pasado? Bueno, alguien ha enlazado la entrada desde un agregador de noticias. ¡No! ¡Yo no escribo para agregadores de noticias! Al menos para esos agregadores generalistas donde todo son peleas, discusiones, gritos, y un ambiente totalmente degradado.
Pero alguien, con muy buena voluntad sin duda, al cual le agradezco desde aquí su buena voluntad, ha querido agregar esa entrada. Y han aparecido los clásicos comentarios de personas con respecto a mí, definiéndome como «un tipo que parece que está enfermo» y similares. ¿Enfermo yo? ¿En serio? ¿Solo porque conservo los cadáveres desmembrados de mis víctimas en la nevera? ¡Vamos hombre!…

No somos el blog; somos mucho más.
Lo cierto es que la gente no puede, o no debería al menos, creer que esa entrada de Yggdrasil me define como persona. ¿De verdad alguien cree que voy por la calle hablando de la magia de la literatura, con un lenguaje pseudopoético, y nombrando a los dioses en cada esquina?
En realidad, según me han dicho algunos a lo largo de mi vida, parece que me muevo como un robot, sumido en mis pensamientos, serio y callado, escuchando música con los auriculares de mi lector de mp3 mientras me dirijo al trabajo, a comprar, etc. Dicen que doy una imagen un poco intimidante, supongo que por esa actitud fría que muestro en mi vida diaria. Soy un tipo serio en la calle. Lo cual me define en ese ámbito, es verdad. Pero cortés en la medida de mis posibilidades.
Con la vara que midas serás medido.
¿Por qué nos juzgan los demás tan fácilmente? Y otra pregunta más importante: ¿qué efectos pueden tener esos comentarios en gente no preparada para escucharlos? ¿Qué le podría ocurrir a una criatura de dieciocho o veinte años, un chico o una chica que empieza su sueño maravilloso de escritor y su blog, y, de repente, ve un comentario despectivo así?

Ya se lo adelanto yo: depresión, tristeza, y desesperación en muchos casos. ¿Por qué? Porque todos hemos pasado por eso, yo también. A mí también me han vapuleado a críticas con un carácter puramente destructivo, destilando ira, y juzgándonos por un texto que hemos escrito con un marcado carácter poético y sensorial.
Porque los blogs son, en muchos casos, eso. ¿Alguien de verdad se puede imaginar que lo que escribo en los blogs cuando hablo de literatura, o cuando publico un nuevo relato, es un reflejo de lo que soy en mi vida diaria? Es un reflejo de mi personalidad creativa, de mi carácter como escritor. Pero no entro en la cafetería, veo a esa nueva camarera treintañera, y le digo:
«Oh, mi bella doncella, cuán increíbles son tus croissants, y qué maravillosa forma de ponerme el café con leche que muestras, con esa habilidad innata para manejar la cafetera, como si fueses una diosa griega. ¿Queréis, por ventura, oh bella dama del lago, casaros conmigo?»

Nadie que lea un blog puede conocer a quien está detrás del blog.
No. La vida es una cosa. Los blogs son otra cosa. ¿Alguien cree que puede conocer a alguien por leer su blog? Sí, se conoce un aspecto concreto de esa persona, sin duda. Aspectos generales del bloguero, por supuesto. Pero, ¿conocer a la persona? En absoluto. Yo no soy este blog, como nadie es el blog que escribe. Los blogs son formas simples de una realidad mucho más compleja, oscura, y siempre distorsionada.
Los blogueros mostramos un aspecto de nuestro carácter en los blogs. Pero nos guardamos mucho de explicar ciertos secretos, ciertas fobias, ciertos miedos, ciertos elementos de nuestra personalidad.
Es como cuando empiezas a salir con alguien en una cita. Muestras tu mejor cara, tu mejor sonrisa, tu mejores formas… Incluso suelo peinarme las primeras veces.
Luego, al cabo de diez años de casados, ya se ha descubierto la verdad, y entonces te das cuenta de que esa imagen fantástica y onírica de aquella persona era solo una parte de una realidad mucho, mucho más profunda, y por supuesto cotidiana.
La entrada de «Yggdrasil», que por cierto otra persona en ese agregador dice que suena a medicamento, sin saber que es el nombre del árbol que une a los nueve reinos en la mitología escandinava, la entrada digo, es real, y explica algo de mi vida. Pero está escrita de una forma poética, simbólica, llena de elementos oníricos e imaginarios. Como bien sabrán ustedes y entenderán, si han leído esa entrada.
Todos ustedes saben que esa forma de hablar es propia de un momento propio de un blog, y nada más. Nadie espera que hable así si nos encontramos en el metro, o en el departamento de videojuegos de un centro comercial.

Por último, alguien dirá: «pues algo te habrá dolido, si has escrito toda una entrada del tema«. Sí claro,claro que me duele. Llevo toda mi vida escuchando que soy el «rarito», el «que siempre está en la luna», y el que «siempre anda con la mirada perdida». Y siempre duele.
Pero no he escrito esta entrada por eso. La he escrito porque, ahí fuera, hay muchos jóvenes que sufren esos ataques. A todos ellos les digo:
Al diablo con esos comentarios que solo pretenden hacer daño cuando escribís vuestros blogs, vuestros relatos, vuestra poesía. Al diablo con esas personas. Sed fuertes. Sed vosotros. Seguid soñando. Seguid escribiendo. Seguid cantando vuestras poesías, y potenciando vuestra imaginación. No permitáis que nada, ni nadie, os quite vuestros sueños.

Soñad, y escribid.
Soñad, y escribid. Y sed siempre vosotros. Porque sois fábricas de sueños. Y el sueño de la humanidad es crear un futuro mejor para todos. Y ese es el futuro que os toca a vosotros. Los que estamos en la recta final hemos hecho lo que hemos podido. Ahora os toca a vosotros.
No desfallezcáis. Nunca. Seguid siendo siempre una fuente de inspiración para artistas y soñadores. ¿Qué mejor destino puede haber en la vida que ser fuente de inspiración?
Si sentís el hambre de ser distintos, y de contarlo, adelante. Sin miedo. No temáis nada. Solo temed a vuestros demonios. Pero no demasiado. El resto es cosa vuestra.
Debe estar conectado para enviar un comentario.