La historia de «La leyenda de Darwan IV: Idafeld» muestra a dos pueblos enfrentados. Uno de ellos es el que se conoce en «Operación Fólkvangr» principalmente (junto a la propia trilogía de La leyenda de Darwan). El otro pueblo es el que se presenta en los dos libros de «La insurrección de los Einherjar», del que «El retorno de los dioses» es la segunda parte. Y al cual pertenece este fragmento.
Siglo XXVII. Tras una terrible matanza nuclear entre dos mundos enfrentados, la Tierra ha vuelto a una nueva forma de Edad Media. Sandra, mientras tanto, continúa con su obsesión de romper la profecía de Scott, que vaticina el fin de la humanidad para finales del siglo XXX como muy tarde.
Los restos de la civilización humana se encuentran en Nueva Zelanda, que de nuevo ha servido a la humanidad para crear dos reinos y una nueva religión, mezcla de antiguas religiones paganas, en cada una de las islas principales, con el fin de enfrentarse de nuevo en una guerra final.
Crónica de los Einherjar.
…Y aconteció que los dioses de acero volvieron del Náströnd al que habían sido enviados por Odín, y el fuego eterno no fue capaz de consumar la extinción de la maldad que en ellos habitaba. Y la codicia y la perdición de esos falsos dioses llevaron la semilla de la guerra al corazón del hombre…
…Los pecados del padre serán los pecados del hijo, y no habrá salvación para aquellos que hayan convertido sus palabras de amor en un grito de venganza y de terror…
La caravana de Electra y Bálder se había detenido para pasar la noche. Esa noche en la que, o bien recibían noticias de Idún, o bien declararían una guerra total contra la Isla del Sur.
—Debes comer algo —rogó Bálder.
—No tengo hambre —respondió Freyr con desprecio.
—Eres bastante cabezota para ser un príncipe. —Freyr no se inmutó.
—Soy un estúpido, eso es evidente, pero voy a arreglar todo esto. No sé cómo todavía. Pero lo haré. —El rey Bálder se sentó a su lado.
—Mira, Freyr. Debes comer, porque puede que pases mucho tiempo con nosotros.
—No me tendréis mucho tiempo, si puedo escapar. Y lo haré a la primera oportunidad —aseguró Freyr.
—Va a ser difícil, joven príncipe. Intentar escapar será tu sentencia de muerte.
—No me mataréis mientras sirva como rehén. Luego, probablemente, ya no importe —repuso Freyr. Bálder se acercó un poco más.
—Escucha, y escucha atentamente. Están pasando cosas en el Reino del Norte. Cosas muy, muy importantes. Cosas que van a cambiar para siempre la historia de los Dos Reinos. Zeus ha vuelto. Y, esta vez, nadie podrá detenerle. Su poder es inmenso, infinito. Ni siquiera Atenea podrá destruirle.
—Atenea es un ser de amor, no de guerra. Pero si ha de detener a ese Zeus, lo hará. ¿Y qué cosas están ocurriendo en la Isla del Norte que tanto le han de preocupar a la diosa?
—Empezó poco después de la Nueva Anunciación, cuando Atenea te entregó tu espada Chrysalis. El anuncio de Atenea enfureció a Zeus, y ahora, él nos ha terminado de convencer: debemos ocupar la isla del sur y someterla. Entonces habrá paz. Pero será nuestra paz, no la impuesta por esa diosa.
—¿Y qué precio tendremos que pagar? ¿La muerte de nuestros pueblos? No he de consentirlo.
—¡No! ¡No! No lo entiendes, joven príncipe —le aclaró Bálder sujetando por los brazos a Freyr.
—¿Qué es lo que he de entender?
—¡Que se acerca el Ragnarok, joven príncipe! ¡Se acerca el fin del mundo!
—¿Y por qué decís eso? ¿Son por esas palabras de Electra sobre Zeus? Zeus traicionó dos veces a Atenea. Ella le dará la espalda ahora a su padre. Su señor es Odín.
—Es mucho más que eso. Zeus, el todopoderoso dios que luchó contra Odín, el que causó la guerra total, el que casi condenó a la humanidad… Ha vuelto… Y ha señalado al universo como su próximo objetivo final. Y, esta vez, nada lo detendrá…
—Estáis loco, rey Bálder. Zeus fue derrotado. Sus huestes, humilladas. Sus armas, destruidas. Odín se ocupó de ello. Todo esto no es más que una estrategia del miedo. Pero no podréis engañarnos. Ni a mi padre, ni a mí.
—Piensa lo que quieras, joven Freyr. Pero Zeus está aquí. Y su ira no conoce límites. Sin embargo, también temo por ti.
—¿Por mí? ¿Acaso queréis que crea esa burda mentira?
—No considero que secuestrar y mantener encerrado a un joven príncipe sea razonable. Pero Zeus nos ha enseñado que hay que usar cualquier estrategia que sea factible para alcanzar el poder. Y Electra no se detendrá ante nada, joven Freyr.
—Lo sé. Como sé que ella es quien gobierna el Norte. Pero no intentéis mostraros conciliador. Sé que las palabras dulces de un enemigo proclamado esconden el veneno de la traición y la mentira. Y no me plegaré a palabras amables ni a trucos baratos para conseguir doblegar mi voluntad.
—Sois sabio, joven Freyr. Njord os enseñó bien.
—Mi rey Njord, o mi reina Skadi, atravesarán vuestra garganta con el acero de sus espadas. O lo haré yo. Y una víbora menos verán las Dos Islas. —Bálder sonrió.
—Eso es , joven príncipe. Seguid así. Alimentando el odio. Eso os dará fuerzas.
—La fuerza que necesito la emplearé para salir de aquí. Ahora, dejadme en paz, y salid.
Bálder salió de la tienda. Freyr quiso romper todo cuanto había a su alrededor. Pero le habían enseñado a aguantar el dolor y la rabia. Y lo haría. Por el bien de la Isla del Sur…
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