Mientras sigo sumergiéndome en la segunda parte de “Las entrañas de Nidavellir”, me doy cuenta de que las decisiones que he tomado para esta son buenas y malas. Buenas, porque creo que dan un giro interesante a la historia, que, espero, complazca al lector. Malas, porque hay que ver en qué territorio me he metido, y veremos cómo salgo de esta.
Pero esa es la magia de la literatura. En cada nuevo libro intento explorar nuevas posibilidades, nuevas opciones, nuevos conceptos. No siempre lo voy a conseguir por supuesto, pero eso no quita que no deba intentarlo. Es un riesgo, pero hay que asumir riesgos si uno quiere crear algo que, con un poco de suerte, merezca la pena. En unos meses, el lector, como siempre, tendrá la última palabra.