Esta mañana he despertado con la enésima invitación del enésimo escritor invitándome en un privado de Facebook a que lea su libro, pase por su página, ponga me gusta en la misma, y comparta sus entradas. Y yo he hecho lo acostumbrado: bloquear la página del escritor, y bloquear al escritor.
¿Por qué esa actitud mía tan fría y dura? En realidad, el problema no está en mí. Sí, puede que sea un poco radical, pero algunos de estos individuos, si no respondes, simplemente te van mandando su material, una y otra vez, en un bucle infinito de invitaciones.
Lo curioso es que esto nunca, o casi nunca, lo he visto en otro tipo de artistas. No me han llegado pintores con cosas como «¡mira mi dibujo!» o «¡Fíjate qué colores fantásticos he usado en esta pintura!»
Hay que decir que yo comprendo perfectamente a esas personas desesperadas por darse a conocer como escritores, que tienen ese impulso casi infinito de mostrar su obra, y eso personalmente me parece no solo respetable, sino deseable y admirable. Porque el desarrollar una actividad artística tiene que tener la finalidad de disfrutar de la misma. De crecer con ella. De soñar con lo que estás creando. Luego, si alguien se interesa por tu obra, bienvenido sea. Que una persona tenga un impulso irrefrenable de escribir es muy bueno, porque está mostrando un potencial enorme para desarrollarse en el mundo del arte.
Pero no se puede esperar que una persona lea tu obra porque le estás mareando con tus trabajos. Y nadie puede, ni debe, lanzar su trabajo artístico a la cara de nadie, sea en su muro, en su mensajería privada, en whatsapp, etc. No. Entonces, ¿por qué ocurre constantemente?
Porque no son conscientes del daño que se hacen a sí mismos. Eso se llama spam por supuesto, no han inventado nada. Parece que existen personas que deben estar constantemente bombardeando a los demás con sus proyectos e ideas. Tener muestras de tu trabajo en tu muro, o mostrarlas en páginas de Facebook dedicadas a la literatura está bien. Pero incluso así hay que ser precavido. La gente se va a cansar si estás constantemente mareando al personal con tus maravillosos libros, tus historias increíbles, y tu próxima obra literaria increíble. Esa pasión es normal, ese deseo de comunicar tu trabajo a los demás es fantástica, pero hay que medir muy bien las consecuencias de esos actos.
Suelo pasar por páginas de escritores en Facebook, con miles de seguidores. Aparecen constantemente entradas de todo tipo, y cualquier entrada queda enterrada entre las decenas que vienen después. Es un poco triste. Parece un mar de gente desesperada por hacerse oír en medio del ruido. Todos buscando su oportunidad de que alguien lea su trabajo. Es como el grupo de peces que pelean por los trozos de pan que alguien les echa en el puerto. Puede que la imagen sea dura. Pero es la real, o al menos yo así la veo.
Luego están esas pseudoeditoriales que, ante tanto desesperado, comprenden que pueden sacar un beneficio, y lanzan falsas promesas de llevarte al estrellato. O escritores que usan técnicas poco adecuadas, y menos éticas, para dar a conocer a su trabajo. Y no me refiero al spam, sino a la compra de votos a cambio de un suculento regalo, como he visto recientemente y hablé aquí mismo hace poco.
Para acabar, me hago una pregunta: ¿cuántos de esos escritores son realmente escritores? ¿Cuántos alcanzan un nivel mínimo para ser considerados como tales? Porque yo puedo picar una piedra, y no por eso seré un escultor. O puedo manchar un lienzo con pintura, y no por eso seré un pintor. ¿Qué criterio usamos con el escritor? Yo suelo decir que escritor es aquella persona que ha sido reconocida como tal por los lectores.
Es decir, uno mismo no se puede, no se debería llamar a sí mismo «escritor» en el pleno sentido del término. Sí, escribes, luego eres escritor, de acuerdo, hasta cierto punto. Pero creo que las obra artística de un escritor, como la de cualquier otro tipo de expresión cultural, se mide por el impacto que produce en los demás. Pero ese impacto no llegará lanzando tu obra a diestro y siniestro de forma desesperada. Muestra tu obra, pero no persigas a tus potenciales lectores. O terminarán bloqueándote y saliendo huyendo. Y quizás se estén perdiendo algo que les hubiese gustado leer. Porque puede que ellos, un día, si les das tiempo, te consideren un verdadero escritor. Y entonces habrá cumplido tu sueño. No es seguro. Pero es el camino para ello.
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