Rock del bueno sin aditivos, conservantes o colorantes

Efectivamente, así es. En este miércoles musical no quiero traer aquí mis rollos filosóficos, discursos grandilocuentes de esos que marean, y frases con más esdrújulas que ceros me pusieron en el colegio.

No. Hoy toca dejar descansar las neuronas un rato, aunque sea unas horas, y olvidar el origen y el destino del universo, o el principio de incertidumbre, o la explicación física que le permite a mi perrita Lyra comer un volumen de galletas superior a su estómago cada día. Hoy toca olvidarse de todo, y dejarse llevar por el sonido de esa maravillosa guitarra Fender Stratocaster de Mark Knopfler y su banda, Dire Straits, y esa voz que canta hablando, o quizás que habla cantando.

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Lyra en la playa de mi pueblo, en un momento en el que no comía galletas

Dire Straits es un mito. Su líder, Mark Knopfler, profesor de lengua y literatura, tuvo prácticamente que vivir de la caridad durante su época inicial en Londres, llegado de las preciosas tierras de Escocia. En un tugurio tocaba y sacaba unas monedas. Allí le descubrieron, con su estilo inimitable y único sin el uso de púa para los riffs, y esa forma de tocar la guitarra que parece que la haga hablar. Desde entonces todo fue mejorando, hasta convertirse en uno de los grupos irrepetibles de los ochenta principalmente.

Pero basta de palabras, hoy no quiero marear al lector con nada que no sea la música. Cuando estén tristes, abatidos, alicaídos, se ponen unas dosis de «Sultans of Swing», este tema que acompaña a esta entrada, y no necesitan nada más para volar.

Música pura, genuina, directa. Impresionante. Señoras y señores, con ustedes: Dire Straits.

Autor: Fenrir

Amateur writer, I like aviation, movies, beer, and a good talk about anything that concerns the human being. Current status: Deceased.

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