Mamá, papá ¿por qué me hacéis vivir en Matrix?

Hola madres. Hoy voy a por vosotras, ¡ja ja! Me vengaré por todas esas verduras que me hicisteis comer cuando yo quería tortilla de patatas. A por todas las que decís «qué sabrás tú lo que es criar un hijo si no has tenido ninguno». Es cierto; no he tenido hijos. Pero eso no significa que no pueda hablar de ellos. Al contrario; en muchos aspectos, puedo ser más objetivo, al ver el problema desde fuera.

Decir «no puedes hablar de tener hijos porque no los tienes» es como decirle a un médico que nunca podrá hablar de la muerte porque nunca ha estado muerto, o a un historiador decirle que nunca podrá hablar de la batalla de Maratón porque nunca estuvo allí, o a un físico hablar de lo que es la gravedad cero porque nunca ha estado en el espacio. Naturalmente que puedo hablar de hijos. Llevo más de ochocientos artículos en La leyenda de Darwan hablando de todo un poco, así que hoy toca hablar de niños, y de adolescentes, que son niños crecidos, en tamaño, y en la capacidad de generar problemas.

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Hace unos cinco años me ocurrió una curiosa y desagradable anécdota que creo puede definir bien lo que es la sobreprotección que hoy día se da a los chavales, desde los cero años, hasta que se tienen que enfrentar ellos mismos con la realidad, y cuando papá y mamá ya no están presentes para llevarles de la manita a conocer el mundo. Estamos sin duda llegando a unos niveles abrumadores con la protección desmesurada de los jóvenes.

Un caso que puede dar una idea es de hace un par de años: una joven por Internet me pide que vaya a su casa. La he conocido por Facebook, a través de su revista literaria donde colaboro escribiendo relatos. No piense mal; es para hablar de un negocio que quiere llevar a cabo relacionado con la literatura  y en el que quiere que colabore.  Yo examino su proyecto, y al cabo de un par de días le escribo un detallado documento explicándole por qué, en mi opinión, no veo viable comercialmente su proyecto. La joven se olvida de mí sin ni siquiera contestar. Yo me he molestado en escribir un documento detallado, y ella ni contesta. Cuando lo hace al cabo de un mes, yo paso de ella. Entonces, ¿qué ocurre? Aparece su papá, diciéndome que a ver cómo estoy tratando a su niña. ¿Perdón? Señor mío, disculpe usted: su «niña» tiene veinticinco años. Es una mujer al cien por cien. Y no debería estar colgada de su papito para que la proteja. Con veinticinco años en mis tiempos muchos estábamos casados y ya con hijos. Y no íbamos del brazo de papá cuando se torcía cualquier cosa.

Pero vamos con la anécdota, que me ocurrió hace unos cinco años. En un instituto de secundaria estaban un grupo de pilotos y personas relacionadas con la aeronáutica  impartiendo una serie de conferencias sobre la historia de la aviación, el mundo de las compañías aéreas, de los fabricantes de aeronaves, y en general podemos decir, todo lo relacionado con el mundo del vuelo. Explicaban cómo ser piloto de líneas aéreas, etc. Fantástico, maravilloso. Bueno, no tanto. Ser piloto hoy día ha dejado de ser ese sueño, para muchos es una pesadilla, pero no nos desviemos. Los chicos de ese instituto, de 16 y 17 años, es decir, de los últimos cursos de secundaria, disfrutaban con estas materias del mundo aeronáutico.

Pero ocurría algo. Solo se estaba hablando de la historia de la aviación civil. Del mundo de los pilotos civiles. De la actividad aeronáutica civil. ¿Y la militar? Aquel grupo de personas que estaban impartiendo las clases de aeronáutica comentaron a la directora del instituto que sería conveniente que los alumnos tuvieran también información sobre la aeronáutica militar. Historia, tipos de aviones, etc. ¿Por qué?

Bueno, vamos a ver las razones. Se puede ocultar a la juventud que existe una aeronáutica militar. De hecho, se puede ocultar que existen ejércitos y guerras. Se puede ocultar que existe el dolor. Se puede hacer creer a la juventud que el mundo es un manantial de paz, como algunos quieren hacer creer a sus hijos, con una sobreprotección abrumadora. ¿Es eso conveniente? ¿Podemos crear un mundo mejor a los jóvenes ocultándoles todo lo relacionado con el mundo militar? Bueno, quizás así desaparezcan las guerras. Si no les explicamos a los jóvenes que existen guerras y que existen ejércitos, de pronto un día no habrá más armas en el mundo. De repente, las guerras desaparecerán. Como no las conocen, habrá paz en el mundo.

Esta visión, ridícula y sin sentido es la que tiene mucha gente hoy día. Ocultemos la verdad que no es agradable, y, por arte de magia, esa realidad desaparecerá. Es fantástico. Al final, solo se trataba de no hablar de un problema para conseguir que el problema desaparezca. Lástima no haberlo sabido hace décadas.

Bien, al final decidieron que sí, que se podría dar algo de información sobre aeronáutica militar. Eso no significa que quienes explican la historia de la aviación militar sean seres sanguinarios que disfrutan bombardeando hospitales y escuelas. No. Los que estudian y explican el mundo de la aeronáutica militar son personas, aunque algunos consideren lo contrario.

Dicho y hecho, una de esas personas se puso en contacto conmigo. Era alguien a quien conocía de años atrás, por haber participado en varias ferias de aviación. Siempre solíamos recordar la anécodta de que la primera vez que le vi yo estaba haciendo una demostración de vuelo en un simulador de un helicóptero de combate Kamov Ka-50 ruso en un evento aeronáutico, por cierto lleno de padres con niños que disfrutaban de una jornada llena de aviones de todo tipo y tamaño, civiles y militares. Me estrellé con el helicóptero por supuesto. Es lo que tiene no prestar atención a lo que se hace mientras se habla.

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Imagen del cockpit del Kamov Ka-50 ruso con el que hice la demostración

Esta persona que me contactó me pidió si podía asistir un día a ese instituto de Valencia para dar una clase sobre el mundo de la aviación militar. Gastos pagados, bocadillo de Nocilla, y Cocacola. ¡Wow! ¿Quién puede resistir una oferta así? Preparé un Powerpoint y unos vídeos, y me fui para allá.

Cuando llegó la hora, entré en lo que era una jauría de chicos y chicas de unos 16-17 años, habían juntado dos clases. Unos se subían sobre otros, otros se empujaban, otros se dormían, vaya, lo que se puede esperar en una clase especial para una conferencia con chicos de esa edad.

Me puse manos a la obra, saqué mi material, y comencé a explicarles lo más relevante de la aviación militar. La historia, los orígenes, la primera guerra mundial, la segunda guerra mundial, la llegada de los reactores, Vietnam, la guerra del Golfo de 1991, etc. También tipos de aviones, requisitos para ser piloto militar, esas cosas. Llevaba unos tres cuartos de hora de una conferencia de hora y media, cuando entró la directora. En la pantalla se veía un caza F/A-18, casualmente un avión que posee España. Al ver la foto, me ordenó que de forma inmediata recogiese mis cosas y saliese del instituto. Le pregunté que por qué, si ellos eran los que me habían pedido ir allá. No hubo respuesta. A la calle, y punto. Me habían echado de clase de adolescente. No pensé que, llegando a la tercera edad, fuese a sucederme otra vez. Pero sí, la vida te da sorpresas a veces.

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Confundir la enseñanza de la historia aeronáutica militar con la apología del militarismo es un grave error

Luego la persona que me había pedido ir se disculpó, y  me dijo que me acusaban de estar haciendo apología de la guerra. Claro que sí. Yo quería convertir a aquellos niños en Rambos y Rambas sanguinarios, en máquinas de matar a inocentes. Ni qué decir tiene que no salí de allí muy contento.

Pero pasó algo que hizo que aquel día no fuese una total pérdida. Mientras hablaba con la persona que me había pedido ir, los chicos habían salido del instituto. Me vieron. Enseguida vinieron corriendo a verme. ¿Adivinan qué pasó? Pasó que me felicitaron por la parte de la conferencia que les había dado, y me dijeron que iban a hacer todo lo posible para que pudiese darla entera. Que era muy interesante todo lo que explicaba, y que querían conocer más de todo aquello.

Yo por supuesto me sentí muy halagado. Porque esos chicos, por mucho que les duela a algunos, tienen criterio propio. Repito: criterio propio. Vivimos en un mundo donde a los jóvenes les decimos qué tienen que pensar, qué tienen que hacer, cómo tienen que actuar, y se les oculta todo aquello que pueda dañarles. Todo lo que sea ligeramente contrario a unas normas absurdas y nada coherentes. Porque, ocultando la verdad, ocultando el mundo a los jóvenes, les estamos distorsionando la realidad. Les estamos ofreciendo un mundo de color de rosa. Un mundo de fantasía, de unicornios de colores y florecillas.

No. Los chicos tienen que saber lo que hay ahí fuera. Tienen que aprender lo bueno de la vida, y por supuesto lo malo. Tienen que saber que hay guerras, que hay muertes, y que hay violencia.

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Solo enfrentando a la juventud a sus demonios y terrores podrán afrontar la vida con realismo, con la crudeza y la claridad necesaria para salir adelante.

Todas estas ideas modernas de sobreprotección a la juventud están creando un grupo de ovejas que balan sin sentido, y cuando por fin se tienen que enfrentar al mundo real, no saben cómo reaccionar, y caen como moscas en la red de la araña. En ese mundo de fantasía que los padres crean para los hijos no cabe el desarrollo personal ni el aprendizaje frente a la adversidad.

¿Sabe qué es lo peor de todo? Lo peor de todo es que los chicos y chicas de hoy día están perfectamente preparados para soportar todo lo que tengan que soportar, es más, quieren hacerlo. Pero no se les deja. Se les mete en ese absurdo paraguas antitemores y antimiedos y se les intenta mantener en un estado catatónico constante.

Resumiéndolo con pocas palabras: queriendo sobreproteger a sus hijos, los padres actualmente están menospreciando a sus propios hijos y sus capacidades. Si los padres no les enseñan el mundo real, ellos tendrán luego que aprender a sobrevivir en el mundo de una forma directa y brutal. Y sufrirán. Sufrirán mucho.

Y, en ciertos aspectos, también sé de lo que hablo por haberlo vivido en primera persona. Mis padres fueron muy buenas personas. Pero me mantuvieron en una burbuja de paz y amor durante toda mi niñez y mi adolescencia. Cuando salí al mundo, y puedo asegurar que salí de forma clara y decidida, sufrí una serie de traumas y catástrofes que prefiero no recordar.

Es decir: sí. Puedo hablar por esos chicos sobreprotegidos. Puedo hablar perfectamente. Porque yo fui uno de ellos. No he sido padre. Pero puedo asegurar, sin ninguna duda, que fui hijo. De eso hay pruebas irrefutables.

 

Autor: Fenrir

Amateur writer, I like aviation, movies, beer, and a good talk about anything that concerns the human being. Current status: Deceased.

Un comentario en “Mamá, papá ¿por qué me hacéis vivir en Matrix?”

  1. Totalmente de acuerdo con esta reflexión. Describes perfectamente el problema actual que nos acompaña. Y ya no solo con los padres, si no que como destacas en tu ejemplo el sistema educativo fomenta también estos hechos. Solo hay que ver que estás estudiando pero luego a la hora de entrar en el «terreno de los mayores» es muy complicado y golpetazos de realismo que muchos no consiguen recuperarse.

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