Carteles de guerra para una era perdida

«Quienes juzgan el pasado con los ojos de la ética y la moral presentes están condenados a ser recriminados por ello en el futuro».

Cuando se habla de las redes sociales, de influencia, de manipulación, o, simplemente, de tendencias en política y sociedad, no somos conscientes muchas veces del grado de nivel de sofisticación que se ha llegado a obtener con el fin de que no nos demos cuenta de que somos bombardeados constantemente con mensajes que tratar de inducir una respuesta concreta en nuestro comportamiento.

Y esa manipulación no es nueva. Todo gobierno, empresa, incluso nosotros mismos, somos seres adaptados para convencer a los demás. Cuando cortejamos a esa joven dama, o a ese caballero, con fines románticos, o sexuales, o para que nos dé algo, estamos usando nuestras estrategias heredadas de socialización y control sobre los demás. Cuando empezamos una conversación sobre el tiempo en el ascensor, o cuando damos un discurso político en una tribuna, el fin siempre es el mismo: obtener una respuesta positiva de nuestro interlocutor.

Esto no tiene por qué ser necesariamente malo. Podemos tratar de convencer a alguien para que no se suicide. Ese sería un gesto noble y con un fin de ayudar a los demás. Cuando convencemos a nuestros hijos para que hagan los deberes y luego podrán jugar, les estamos enseñando que es importante dar prioridad a los elementos más importantes de la vida. Cuando tratamos de convencer a un paciente para que se tome la medicación, estamos ayudando a un ser humano.

El fin de la segunda guerra mundial a bordo del acorazado Missouri, septiembre 1945.

Lamentablemente, las fronteras entre la ética y la perversión son a veces muy frágiles. Es muy habitual que nos hablen de la bondad y del buen hacer de este o aquel partido político, cuando en realidad existe una agenda oculta de ansia de poder y de control de las masas.

Diferenciar cuándo somos testigos de una palabra de ayuda o de una manipulación intencionada no es nada sencillo. Pero para ello debemos formarnos. Y las redes sociales están llenas de estas manipulaciones, por lo que es necesario educarnos y educar en el razonamiento, el pensamiento crítico, y la reflexión científica y rigurosa.

Una visita al pasado.

Sin embargo, antes de las redes sociales los gobiernos y los países de cada bando e ideas han tratado de inculcar esas ideas en su población. Y como muestra de ello traigo aquí algunos carteles de la segunda guerra mundial, que ejemplifican cómo, en tiempos de crisis y de sufrimiento, se usan esas técnicas de control y manipulación para obtener de los ciudadanos aquellos recursos y bienes que requerimos para nuestros propósitos. Que esos propósitos sean honestos o no es algo que se deberá valorar en cada momento.

Y ese es el punto clave: cada momento. La actual sociedad está valorando el pasado con los ojos de la moral y la ética del presente, y está cometiendo un terrible error: no entender que un historiador, un arqueólogo, o cualquier estudioso del pasado, no puede juzgar a los hombres y mujeres del pasado, así como sus obras, si no es con los ojos de la época en que esos hombres y mujeres vivieron. Y ello significa algo fundamental: conocer esa época, entenderla, y procesar todo cuanto se conoce con los ojos de aquella sociedad. Nunca, jamás, de la nuestra.

Cuando veo que el personaje de Han Solo espera a que el cazarrecompensas de la taberna de Star Wars dispare primero, situación que se cambió y que no ocurría en la película original, sé que se está violando un principio básico de la cultura y la historia: el respeto al pasado y al valor de la obra. Cuando se elimina de las carteleras «Lo que el viento se llevó» o se persiguen libros y películas del pasado por sus valores del momento en que fueron realizados se está juzgando un mundo que no nos pertenece. Y, cuando eso sucede, es el signo de que esa sociedad tiene un cáncer en su interior: el cáncer de la censura, de la manipulación, y de la falsedad.

La obra está completa cuando el artista la ha terminado, y la ha dado por finalizada. Cualquier cambio posterior es una aberración, una afrenta, y una violación de la obra, así como una manipulación de la historia del arte. Las consecuencias de una sociedad que practica y tolera dichas manipulaciones son una condena a convertirse en juez y verdugo de todo aquello que no entre en su rango de valores éticos y morales.

Vamos a ver, por lo tanto, carteles de propaganda de la segunda guerra mundial. Y vamos a no escandalizarnos, ni a vomitar nuestra actual moral y ética sobre los mismos, juzgando sociedades pasadas como si tuviésemos el más mínimo derecho de acusar a aquellas gentes de sus actitudes, sus sueños, sus miedos, y sus pesadillas. Porque la segunda guerra mundial, como todas las guerras, destruyó millones de vidas, pero también dejó marcas indelebles en millones de seres humanos. Seres que se merecen nuestro respeto. Y a los que no nos toca acusar de sus actitudes.

La niña y la esvástica.

«Líbranos del demonio». Compra bonos de guerra.

Impresionante cartel de origen estadounidense, que muestra a una niña que se encuentra encerrada en una esvástica nazi. Este cartel tiene la finalidad de que los civiles compren bonos de guerra, que en cierto modo son la entrega de un dinero que se da al gobierno, a cambio de una devolución de los mismos con un interés. Claro que depende de la situación concreta del país, y de las circunstancias, esas devoluciones se podrían demorar, o no llegar nunca.

No importa: la niña de la esvástica reclama nuestro apoyo. Debemos entregar una suma de dinero para contribuir al esfuerzo de guerra. Liberar a la niña del yugo nazi es el objetivo. Y lo que busca el cartel es, precisamente, usar una imagen infantil, porque el creador del cartel sabe perfectamente que ello conllevará una reacción muy personal de cada individuo.

¿Usaríamos hoy un cartel así en una hipotética guerra? Probablemente no. Pero ya lo he dicho: ni podemos, ni debemos juzgar las obras del pasado con los ojos del presente.

Nos dan su sangre.

«Ellos dan su sangre. Dona tu trabajo para salvar Europa del bolchevismo.

Impresionante este cartel alemán, que en francés anima a los civiles a trabajar mientras Alemania les libra del comunismo. Precisamente Francia fue uno de los países más castigados por los alemanes, y en donde se vieron situaciones verdaderamente dantescas. Sin llegar a las atrocidades de Polonia, pero donde se produjeron muchas masacres. De hecho se conserva un pueblo francés que ha sido resguardado para la historia por la masacre que sufrió todo el pueblo.

El soldado de la Raza Aria.

WAFFEN – SS

Este cartel de las Waffen SS es curioso porque no se anda con rodeos: su lenguaje es su imagen: un soldado vestido con el uniforme de la SS, con el símbolo de la doble S claramente visible. Dejando claro que entrar en la SS forma parte de ser el comienzo de una aventura increíble, perteneciendo a una élite única dentro de la raza aria.

Recordemos que no todos podían entrar en la SS, por supuesto. Antes de la guerra eran seleccionados por su sangre, origen, historia, antecedentes, y, por supuesto, devoción absoluta a Hitler. La misma que ahora se exige en líderes mesiánicos como Trump o Bolsonaro, por poner dos ejemplos. Durante la guerra se hizo necesario rebajar los requisitos; hacían falta cuerpos para enviarlos al frente ruso para servir de parapeto de los tanques T-34 soviéticos.

Pero las Waffen SS eran las fuerzas de choque paramilitares de Heinrich Himmler, probablemente el hombre más perturbado, psicópata, obseso, sanguinario y asesino de la historia, incluso por encima de Hitler y de Stalin. Las SS no solo eran odiadas por los aliados; el propio ejército alemán, la Wehrmacht, odiaba profundamente a las Waffen SS, porque esas tropas de la SS no eran soldados, eran brutales asesinos sanguinarios, responsables de algunas de las mayores masacres de inocentes de la historia.

Sería importante que el mundo recuerde a la SS, y su brazo armado, las Waffen SS, cuando se habla de limpiar etnias y culturas. Porque se empieza matando a un hombre por motivos religiosos o culturales o étnicos, y se acaba terminando con el genocidio de civilizaciones enteras. Todo en nombre del Líder y «por la preservación de la Patria y los Valores Patrios». Combatir a esta lacra no es solo una responsabilidad; es un deber como seres humanos.

Combatirlos en los juzgados, en los parlamentos, y en el frente de batalla si fuere necesario. Porque todos queremos la paz. Hasta que nos la arrebatan para someternos y esclavizarnos. Entonces no está justificada la violencia; pero tampoco está justificado agachar la cabeza y someterse a un poder que solo ansía destruir todo tipo de vida humana.

La mujer como instrumento de propaganda.

Mujeres de Gran Bretaña: Venid a las factorías. Pregunta a cualquier empleado para información y detalles.

Ah, sí, las mujeres. Que no valen para nada. Bueno, para tener hijos y cuidar del marido. Hasta que se convierten en imprescindibles.

Las mujeres se convirtieron en imprescindibles en todos los frentes durante la segunda guerra mundial. En Estados Unidos y Gran Bretaña fueron mano de obra barata, con el fin de cubrir los huecos que dejaban los hombres que iban al frente. Entonces las mujeres se convirtieron en excelentes obreras, capaces de fabricar los fusiles, los tanques, los cañones, o los aviones necesarios para el esfuerzo de guerra.

Incluso en la Unión Soviética, donde hubo destacadas mujeres en la guerra, fueron usadas como imagen para promoción de las libertades que los gobiernos habían demostrado numerosas veces, otorgando a las mujeres una falsa imagen de igualdad que nadie se creía realmente. Cuando la guerra acabó, las mujeres volvieron a sus labores, y su demostración de que eran capaces de igualar las más duras tareas quedaron convenientemente olvidadas y ocultadas, tanto en los países aliados como en la Unión Soviética.

Si quiere ver una película que trata el tema, puede probar con «Chicas en pie de guerra» (Swing Shift en inglés, no sé qué título es peor). Puede que no tenga mucha fama, pero a mí me gustó, creo que es una película que muestra lo que fue aquello.

La Madre Patria te necesita.

Afíliate al ejército ahora (más o menos es lo que dice).

Otro cartel en el que, si se cambia el símbolo de la hoz y el martillo por la esvástica o el tío Sam, tendríamos el mismo efecto. En este caso, un hombre y una mujer (nótese de nuevo el uso de la mujer como instrumento de propaganda) apoyan a un soldado ruso, que indefectiblemente es masculino siempre, con alguna excepción.

Es otro cartel que anima a entrar a formar parte del ejército ruso, solo que en aquellos tiempos no entrar era una sentencia de muerte. Pero la propaganda soviética de la época lo dejaba claro: se requerían soldados para salvar a la Madre Patria en lo que los rusos conocen como la Gran Guerra Patriótica. Ponga la palabra «Patria» tantas veces como pueda, y conseguirá un interminable reguero de voluntarios, dispuestos para morir por su patria.

Pero, como dijo el general americano George Patton: «nosotros no vamos para morir por nuestra patria; vamos para hacer que otros mueran por la suya«. Una forma de pensar que puede sonar cruel, sí. Pero nadie puede negar que es práctica; y lo más importante: permite ganar guerras.

Ni idea de lo que pone, se lo pasaré a mi sobrino que sí sabe japonés. Pero la imagen es clara.

En Europa no somos muchas veces conscientes de lo que fue la guerra en el Pacífico contra los japoneses, y de las monstruosidades de Hideki Tojo, una especie de Himmler versión japonés. ¿Quieren un ejemplo? Solo uno. Les dejo con esta lectura de la «Marcha de la muerte de Bataán«. Le aseguro que podría enlazar cosas mucho peores, pero no quiero hacerlo ahora.

La imagen muestra la publicidad del exitoso ejército japonés, pasando por encima de británicos, holandeses y estadounidenses, en un camino hacia la victoria, que entonces se daba por hecha por gracia y obra del dios Hirohito, ya que, recordemos, el emperador japonés era considerado un dios en la Tierra.

El resultado ya lo sabemos: las dos bombas atómicas, o, dicho de otro modo, cómo terminar una guerra de una forma mucho peor de cómo había comenzado. Pero la lógica de la guerra es esa: si se tiene un arma, se usa. Y no lo olvidemos: las armas nucleares siguen presentes hoy día.

La batalla de Iwo Jima.

Probablemente el cartel más famoso de la segunda guerra mundial

He dejado este cartel para el final, que representa a los americanos alzando la bandera en la batalla de Iwo Jima, una de las sangrías más brutales del Pacífico. De hecho aquella foto, que dio lugar al cartel, fue una imagen preparada posteriormente para publicidad, la colina ya había sido conquistada horas antes. La historia de la foto es muy interesante, y puede verla en este enlace. También puede ver la película de Clint Eastwood sobre esta batalla.

Esta foto de la bandera inspiró a muchos a batallar contra los japoneses en las batallas finales. De nuevo, una imagen falsa daba la oportunidad de presentar a los jóvenes como héroes de guerra, dispuestos a ser los más grandes del barrio; aunque, demasiadas veces, eran los más grandes del cementerio. Demasiadas veces.

Salve la patria; pero que sea con su sangre. A mí búsqueme en el bar.

Sin duda los carteles han servido siempre para movilizar al pueblo. Hoy en día lo vemos constantemente en las redes sociales. No solo los gobiernos, también muchos «influencers» «youtubers» etc usan su imagen y su voz para movilizar a cientos de miles de personas, o a millones, a creer aquello que el líder esté dispuesto a hacerles creer.

Todo por una idea:

Si no tengo un líder, lo busco. Si no tengo una bandera, la encuentro. Y si no tengo una causa, la creo.

Este es el motor de todo cuanto acontece cuando de influenciar a las masas se trata. Para la paz. Pero, sobre todo y ante todo, para la guerra. Y, cuando la guerra empieza, entonces ya nadie recuerda por qué empezó. O cuando terminará. Y solo suena una frase. Es de Platón, y dice:

«Solo los muertos alcanzan a ver el fin de la guerra».

Hiroshima. 1945.

Autor: Fenrir

Amateur writer, I like aviation, movies, beer, and a good talk about anything that concerns the human being. Current status: Deceased.

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