Uno de los aspectos de la política internacional que me parece más interesantes es ese juego del gato y el ratón entre naciones, que usan sus recursos, legales e ilegales, a la luz de los taquígrafos, y en las sombras, para conseguir sus propósitos. Ayer, revisando la excelente película «Trece días«, sobre la crisis de los misiles de Cuba, que estuvo a punto de desencadenar la tercera guerra mundial, me pregunté: ¿qué hubiese ocurrido si, en lugar de Kennedy, el presidente hubiese sido Donald Trump?
Nunca lo sabremos. Pero sí sabemos una cosa: Kennedy, y su equipo, junto con el líder de la URSS, Nikita Khrushchev, evitaron lo que parecía una guerra inevitable. No voy a entrar en la clásica dialéctica de quién hizo bien qué, o mal qué, y quién fue culpable, porque hablar de buenos y malos en estos términos es una política reduccionista que no tiene sentido. Por supuesto que se pueden buscar los responsables de que casi comenzase una tercera guerra mundial, pero es mucho más importante, de cara a la historia, al historiador, y al analista político, delimitar los hechos que llevaron a evitar la confrontación.

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