Soy culpable, y puedo vivir con ello

Me encantan los dilemas morales. Los adoro. Los dilemas morales nos enseñan cuán falsa pueden ser las concepciones primarias del ser humano. Concepciones sobre el bien y el mal, lo justo e injusto, lo correcto y lo incorrecto, o lo decente o indecentemente moral o ético.

Un ejemplo de gran nivel sobre este asunto es el capítulo 143 de la serie de televisión Espacio Profundo Nueve (Deep Space Nine), perteneciente a las series de la famosa saga de ciencia ficción de Star Trek. En este capítulo, el capitán Benjamin Sisko, de la estación espacial que comanda, nos habla directamente a cámara, explicando los sucesos que ha vivido durante las dos últimas semanas.

Sin querer alargarlo, el capitán se ve enfrentado a un dilema: están en una guerra, y la están perdiendo, contra una fuerza muy poderosa: los Dominions. Otra especie, los romulanos, tradicionales enemigos, asisten encantados a ver cómo ambos contendientes se destrozan mutuamente. El capitán Sisko tiene que conseguir que los romulanos se pongan de su parte. Sí, pero ¿cómo? Tras tratar de conseguirlo de forma ética, el capitán comienza una huida hacia adelante: engañará a los romulanos, haciéndoles creer que ellos serán los próximos en ser atacados.

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La estación espacial donde se desarrolla la acción

Para ello, el capitán comienza un proceso paulatino de caída a los infiernos. Termina asesinando, comprando a hombres, vendiendo material prohibido, y llevando a cabo cualquier acto que sea necesario para conseguir su propósito. Finalmente, los romulanos, gracias a un engaño muy elaborado y perfectamente organizado, con la ayuda de otro hombre, consigue que la guerra estalle entre ambas civilizaciones.

Esto es ciencia ficción, sí. Pero, como toda buena ciencia ficción, nos enseña los aspectos más profundos, y oscuros, del ser humano. La pregunta es muy sencilla: ¿cuántas guerras se han iniciado por mentiras, engaños, extorsiones, trampas, dinero, promesas de poder, o cualquier otro motivo? ¿En cuantas guerras se han justificado actos monstruosos por razones de un bien mayor? Probablemente, muchas más de las que jamás nos podamos llegar a imaginar. Y otra pregunta también importante es: ¿qué podríamos llegar a hacer para conseguir un propósito que consideramos justo?

La pregunta, en definitiva, es: ¿el fin justifica los medios? La respuesta rápida que se hará la mayoría de la población es: ¡no, en absoluto! Otra respuesta que muchos se dan es: depende. Las cosas no son casi nunca blancas o negras, es verdad. Lo que hace el capitán en este capítulo es romper su sagrada ley de no dañar a inocentes, o de usar la fuerza, o tomarse la justicia por su mano, para conseguir un bien mayor. ¿Qué bien mayor? Conseguir que los miles de mundos amenazados se puedan proteger de un invasor muy dañino. Para ello se recurre a la extorsión, al engaño, a la manipulación. El propósito se consigue. Y los mundos que el capitán quieren proteger, se protegen realmente.

Bien, pongamos la balanza en la mesa. En una de las plataformas de la balanza, voy a vender mi honor y mi reputación. Voy a matar a alguien, voy a comprar a otro, voy a extorsionar a un tercero, y voy a atentar contra un cuarto. En el otro lado de la balanza, el resultado es que consigo que una fuerza superior se ponga de mi lado, y proteja millones de vidas inocentes. Unos muertos, y algunas normas morales éticas rotas, no parecen mucho frente a la salvaguarda de millones de inocentes.

¿Qué actitud tomar? Porque, aquí hay algo muy, muy importante a recordar. Algo que debemos entender, comprender, y asimilar de inmediato, y lo voy a explicar con mucha claridad:

Cuando sacrificamos una vida, cuando rompemos una norma, cuando atravesamos la línea de la justicia, con la justificación de obtener un beneficio mayor, hemos entrado en un terreno muy, muy peligroso, donde podremos justificar cualquier acto, por el mero hecho de hacerlo por un bien mayor.

Veámoslo:

Nuestro personaje de la serie ha conseguido un beneficio mayor al romper sus normas de conducta. Ha violado la ley, ha asesinado, y ha extorsionado, y con ello sus propósitos se han cumplido. ¿Qué nos enseña eso? Parece evidente. Nos enseña que:

En tanto en cuanto el beneficio obtenido de un acto sea mayor que la suma de actos llevados a cabo para conseguirlo, esos actos son, y están, justificados.

Parece sencillo, ¿no es así? Bajo este argumento, podemos comenzar una serie cada vez mayor de actos de todo tipo, injustificados, fuera de la ley, fuera de cualquier norma moral o ética, para con ello obtener una mejora final de la situación establecida. En esencia, es la frase con la que he comenzado este texto:

El fin justifica los medios.

Luego, quienes siguen esta directriz, se ven abocados, cada vez más, a recurrir a cualquier acto, por violento o excesivo que sea, si, al final, el beneficio es mayor. Pensémoslo: podemos justificar cualquier acto. Cualquier atrocidad. Cualquier monstruosidad, incluso un genocidio, si eso conlleva un beneficio mayor.

Y esto nos lleva a la conclusión final:

Cuando dejamos de acatar las normas y la ley que nos hemos dispuesto a nosotros mismos, con la justificación de un beneficio inmediato, hemos atravesado una línea que no tiene fin. Una línea que nos lleva, irremisiblemente, al caos. Y ese caos, finalmente, no tendrá otra justificación que servir a un bien que, probablemente, hace tiempo hemos olvidado. Luego, en conclusión, y para evitar entrar en esa caída constante hacia el caos, debemos concluir que:

El fin no justifica los medios.

¿Qué le ha pasado al capitán de nuestro capítulo de ciencia ficción? Que ha visto tanta sangre derramada, tanta muerte de amigos y compañeros, tanto sufrimiento, que ha perdido la perspectiva. Ha perdido el sentido de la realidad. Ha caído en un error básico: que la guerra justifica cualquier acto para detener la guerra.

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Apocalypse Now quizás sea una de las mejores películas que muestra cómo la guerra puede cambiar a un ser humano para siempre

Yo puedo entender a nuestro capitán. Puedo entender su desesperación por ver cómo la guerra acaba lo antes posible. Pero no puedo compartir sus métodos. Sus justificaciones. Sus razonamientos. Sus miedos. Su locura para encontrar cualquier salida que detenga la guerra. Porque, no lo olvidemos:

Cuando hoy estamos justificando y razonando la muerte de un ser humano, mañana justificaremos la de diez. Y luego la de cien. Y luego, la cifra que uno quiera imaginar.

Cuando entramos en la peligrosa carrera de querer comprender que una muerte vale una guerra, ya no tendremos por qué detenernos. Terminaremos justificando nuestros peores actos. Y habremos perdido cualquier oportunidad de encontrarnos en la línea de la razón y la justicia. De la ley y la paz, que deben conseguirse por medios acordes a la ley básica, que nos dice: nunca una muerte tendrá justificación. Nunca una injusticia no perseguida estará justificada. Nunca una acción ilegal podrá justificar una victoria.

Las guerras tienen estas cosas. Nos llevan a olvidar cualquier principio. Nos obligan a tomar decisiones fuera de cualquier razonamiento ético y moral. Nos conducen al caos, a la destrucción, a la justificación de la muerte. ¿Qué es la guerra, sino el último razonamiento para llevar el caos a todas partes?

Por eso este capítulo de Espacio Profundo Nueve me parece de una calidad intachable. Nos muestra cómo un hombre puede perder su fe en la justicia y en la ley, y justificarse por ello. Puede que esa acción concreta tenga un efecto global positivo. Pero una cosa es cierta: las posteriores acciones justificarán cruzar nuevas líneas. Y, al final, nos habremos perdido en razonar cualquier acción, por macabra que sea, por un bien mayor. Y en esa trampa han caído tantos líderes políticos, que necesitaríamos páginas y páginas para llenar la lista.

Al final del capítulo el capitán mira de nuevo a cámara, y dice: «soy culpable; y puedo vivir con ello». Ese es el gran dilema de la guerra: nos hace transparentes a los conceptos de verdad y justicia. Nos hace ajenos a la realidad de creer que el mundo puede, y debe, regirse por la ley, y no por la fuerza. Y, en ese camino, se pierde cualquier rastro de humanidad. Y cualquier esperanza de construir un mundo mejor.

El fin no justifica los medios. En tiempos de paz, pero sobre todo en tiempos de guerra, debemos cuidar nuestros valores de paz, de justicia, de respeto a la vida. Especialmente en tiempos de guerra, si dejamos estos principios de lado, habremos justificado la existencia de la guerra.

Y, como dijo Platón, «solo los muertos alcanzan a ver el final de la guerra».

Autor: Fenrir

Amateur writer, I like aviation, movies, beer, and a good talk about anything that concerns the human being. Current status: Deceased.

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