La frase de la semana la trae Charlize Theron, actriz de origen sudafricano perfectamente conocida por el público cinéfilo en general, y que a lo largo de su ya dilatada carrera ha dejado bien claro que es una de las actrices más importantes, sólidas y camaleónicas de estos años. Una actriz que, como todas las grandes, puede pasar por distintos papeles completamente opuestos y lograr grandes momentos para el cine.
Yo la descubrí en «Devil’s Advocate», que en España se tradujo como «Pactar con el diablo», e inmediatamente me sorprendió ese papel que llevaba a cabo en el film, sin duda el más complejo de todos. Acompañada por Keanu Reeves y Al Pacino, Charlize Theron es la mujer de un abogado de Florida al que se le da una gran oportunidad de progresar en un importante bufete de Nueva York.
En esa película, que tiene un gran desarrollo, aunque el final no me convence, Charlize Theron demuestra unas capacidades de transformación y de conversión absolutamente increíbles. De hecho fue, con mucho, lo que más me sorprendió de la película, mucho más que el guión o los dos actores principales. Y, desde entonces, con un Oscar merecidísimo por «Monster», y muchos otros premios, ha dejado claro que ningún papel le viene grande.
De nuevo me ha llamado la atención de esta actriz la frase que traigo hoy aquí. En español se podría traducir por:
«Algo que aprendí muy pronto en mi carrera es que hay muchas cosas en las que no se tiene ningún control».
Es llamativo que esto lo diga una mujer, y una actriz de Hollywood, por cuanto sabemos muy bien que, en el mundo del cine especialmente, las mujeres han sido usadas y vilipendiadas durante décadas. Los casos recientes que han ido apareciendo de mujeres que han denunciado abusos se remontan a unos años, dos o tres décadas en varios casos a lo sumo. Pero otras actrices más veteranas, décadas atrás, ya habían denunciado los abusos sistemáticos a las mujeres a todos los niveles, incluyendo, por supuesto, el abuso sexual.
Son muchas las actrices que han denunciado haber sido maltratadas, y por supuesto abusadas sexualmente, ya desde los inicios de Hollywood. La actriz de «El mago de Oz», Judy Garland, sufrió abusos sexuales, y tuvo que superar situaciones realmente duras y difíciles.
Pero no nos vayamos tan lejos. La actriz Sigourney Weaver, la famosa teniente Ripley de Alien, explicaba que, en una ocasión, un productor le sugirió un «favor» para conseguir un papel. La escena casi fue divertida, por cómo lo explicaba ella. El hombre era rechoncho y bajito, y Weaver, con sus 1,84 metros de altura, se fue elevando mientras miraba friamente a aquel hombre.
Como digo, la escena casi podría ser divertida de imaginar, si no fuese porque se trataba de uno de los acostumbrados acosos sexuales de Hollywood. En esa ocasión Weaver, que es una mujer fuerte y temperamental, soslayó el problema. Pero son muchas las que han cedido a la presión, para conseguir el tan deseado papel. Y no me vale «pues no haberlo hecho». Eso, como siempre, es culpabilizar a la víctima. El culpable es el cerdo, y ruego me disculpen, que presionó a quien fuese para darle una oportunidad.

En una ocasión una amiga que trabajaba para la revista Vogue, una revista de modas que supongo les sonará, me vino con algo que le había pasado. Un modelo había visto una foto de ella en una agencia de publicidad. El caso es que el modelo, al parecer alguien de cierta importancia de París, quería marcharse de la ciudad, a pesar de que le pedían que se quedara unos días más. Pidió que se quedaría si le conseguían una noche con «la chica de la foto». La chica era esta amiga, precisamente. Le ofrecieron 50.000 pesetas de la época (300 euros), bastante dinero para la época. Como se negó, subieron a 100.000 pesetas (600 euros). Una cantidad de dinero como digo muy importante, estamos hablando de hace unas cuantas décadas. Mi amiga se negó. No iba a ceder por ningún precio.
Pero no todas eran así. Una compañera de esta amiga, con la que tuve ocasión de hablar, no tenía problemas en aceptar estas «ofertas». Quería subir en su carrera, y este era el método rápido y directo. Yo por supuesto le hice un comentario sobre la posibilidad de que entendiese que estaban abusando de ella, incluso si ella era consciente y lo aceptaba. Pero hay algo que sucede en estos casos: se empieza con un paso, luego otro, y luego se entra en una vorágine de la que es muy difícil salir.
Yo le ofrecí a mi amiga decirle que aceptara, y que le dijese un hotel y una habitación, donde estaría yo en vez de ella para darle una agradable sorpresa, pero tenía razón: no iba a cambiar nada, y sí iba a complicarlo todo. Lástima. Me hubiese gustado saludarle efusivamente y aplaudir sus ideas sobre las mujeres.
Bueno, lo confieso: la amiga era mi mujer. Entenderán ustedes por lo tanto cómo podía llegar a sentirme.
Volviendo al tema, Charlize Theron sabe bien de lo que habla. Todos dependemos de terceros para poder salir adelante. Pero no todos tenemos que ceder ante monstruos sin corazón que se dedican a destrozar vidas.
Ese es el monstruo de Hollywood: el monstruo del poder y el control, que destroza vidas allá por donde pasa. Algo que ocurría hace cien años, y sigue ocurriendo ahora. ¿Y qué se hace por evitarlo? Bien poco. Desgraciadamente, bien poco.
Para finalizar, les dejo con el impresionante testimonio de otra grande, Madonna (vídeo en inglés subtitulado en español), que explica con todo lujo de detalles, muy a su estilo, lo que fue su vida profesional como artista, y todo lo que tuvo que soportar. Ella aquí deja de ser Madonna por un momento, para dejar sitio a la mujer. Realmente maravillosa. Y realmente duro todo lo que cuenta. Esto es lo que debemos parar. Y debemos hacerlo ya.
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