La frase de la semana es de Kafka, ese extraño y oscuro personaje con el que me siento plenamente identificado. En este principio de siglo XXI, estamos constantemente planificando llegar a ser ese sueño que los demás quieren que seamos, y las redes sociales son un medio de cultivo perfecto para ello. A través de Facebook, Instagram, y otras redes sociales, nos vemos empujados a dar una imagen de perfección, con sonrisas perfectas, familias perfectas, viajes perfectos, y sueños perfectos. Todo es de algodón de azúcar, y las sonrisas aparecen por todas partes. Hijos maravillosos, parejas encantadoras, y fotos arrebatadoras.
Frente a ese mundo de perfección, donde estamos constantemente planificando nuestra próxima entrada en la red social de turno para conseguir «me gustas» y «compartir», debemos reivindicar una manera de ver la vida que se acerque a la realidad. Y la realidad es tan sencilla como una cafetería, un grupo de amigos, unas sonrisas sinceras, y, sobre todo, nuestras imperfecciones ante ellos. Imperfecciones reales, para un mundo real.
Debemos comenzar a admitir que somos seres reales, no entradas en el Facebook, y cambiar los «me gustas» por sonrisas y besos, los «compartir» por abrazos, y las fotos perfectas por lágrimas sinceras de impotencia, cuando ese amigo nos tiende la mano por algún dolor que nos acecha.
Esa es la esencia de la vida. Reír, por supuesto. Pero debemos dejar un tiempo y un espacio al dolor. A las lágrimas. Al llanto. Quien solo ríe no tiene nada de qué reír. La vida son sonrisas, pero son también lágrimas. Quien quiera eliminar estas, dejará huecas y vacías aquellas.
Yo quiero volver a reír con amigos de verdad, no con muros de redes sociales. Quiero gente a mi lado a la que pueda tocar, a la que pueda besar, a la que pueda abrazar. Quiero seres humanos, con sus cosas buenas y sus cosas malas. Con sus imperfecciones y sus miedos, para que los compartamos juntos. Quiero una mirada sincera, una sonrisa, y una lágrima que nos una para siempre.
Volvamos a ser seres realmente sociales. Y a ser lo que somos. No lo que debemos ser.

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