Hoy en el coche volvía a casa por la autopista escuchando unas piezas musicales, a unos volúmenes muy poco propios de una persona de mi edad. Pensaba en los grandes artistas musicales que nos dejaron mucho antes de lo que hubiese sido deseable.
Son muchos, demasiados.
Y son muchos los que se fueron por causas evitables. Evitables, pero derivadas de una vida dura, a veces terrible, llena de dolor y contradicciones, a pesar del aparente éxito y fama. Un éxito y una fama que para nada corresponden con una cantidad de felicidad y desarrollo personal consecuentes con esa fama alcanzada.
Nota: alguien que lleve un tiempo siguiendo el blog dirá: «este hombre tiene cierta obsesión con Sheryl Crow». Y es verdad. Pero, ¿no son las obsesiones las que nos impulsan a seguir adelante, a pesar de las adversidades?
La frase de la semana es, cómo no, de Sheryl Crow, una de las artistas que más admiro (sí, junto a Linda Ronstadt). Mi única pena es que la descubrí tarde, no en vano es una de las artistas más infravaloradas que he conocido nunca. Además de versátil, porque toca muchos estilos en diferentes trabajos, y en todos sabe destacar de una forma increíble.
«Todavía debo escribir esa canción que defina mi carrera» (Sheryl Crow).
Hoy esta entrada va de México, y de Linda Ronstadt, cantante estadounidense con raíces mexicanas, que nos ha brindado una cantidad de canciones maravillosas, que fueron clave en mi juventud, y fruto de muchos recuerdos.
Son muchos los lectores de este blog que proceden de España. Pero son muchos también los que proceden de todo el continente americano. Yo me siento conectado con América por diversas razones, entre otras, por mis vivencias allí, por tener familia en Argentina y Venezuela, y por haber tenido el honor de haber vivido un amor con una mexicana encantadora y maravillosa, dulce y cariñosa como nunca pude imaginar. Fue un amor breve por circunstancias duras y complejas que no comentaré aquí, pero me marcó para toda la vida, y mi recuerdo de ella nunca se borrará mientras viva.
«Si tu teléfono, tu cuenta de correo electrónico, y tus redes sociales controlan tu vida, lo sabrás porque ahora mismo, al leer esto, te estás planteando que es cierto, y deberías dedicarle menos horas a la tecnología y las redes».
Muy sabios aquellos sumerios, sin ninguna duda. Yo, como informático que soy, he vivido rodeado de ordenadores, a veces literalmente, y de pruebas y más pruebas de programas y más programas. En este momento son las 23:16 y acabo de desconectarme del ordenador del trabajo para la enésima prueba del enésimo problema que había que atender.
Recientemente explicaba que este blog ha caído en picado en visitas. ¿Soy un inútil? ¿La gente me odia? No. La gente me odia, pero no por el blog, sino por mi carácter taciturno, aburrido y perverso. Lo que le ocurre al blog es distinto: Google sigue favoreciendo a quienes pagan para salir en las primeras posiciones. Y, mientras tanto, los mortales somos olvidados y vilipendiados.
Pero una demanda conjunta de más de treinta estados de Estados Unidos se ha interpuesto contra Google precisamente por prácticas monopolísticas y por favorecer a unos frente a otros por intereses propios. Lo cual demuestra que a veces incluso acierto en mis conclusiones.
Y, para celebrarlo, traigo aquí, un día más, un poco de música para este fin de semana previo a la navidad. Una navidad compleja, difícil, pero que intentaremos pasar del mejor modo posible. Y un recuerdo a todos los que se han ido este año. Por el Covid, o por las causas que sean. No os olvidaremos.
Dentro de la enorme y fantástica producción de Phil Collins podemos encontrar material muy diverso sobre denuncia social, centrando el foco en temas que nos preocupan como individuos y como ciudadanos de sociedades teóricamente modernas y civilizadas.
Hoy traigo un vídeo de Phil Collins y de la época final de Genesis, que está lleno de humor y sarcasmo, y que denuncia algo que me llamó la atención desde pequeño: esos individuos, llamados telepredicadores, que se dedican a obtener enormes beneficios económicos explicando a su comunidad de fieles seguidores que el único camino a Dios pasa obligatoriamente por su cartera, sus discursos, y su alcoba. Con todas las consecuencias que ello conlleva para millones de seres humanos, que buscando a Dios, se encuentran con un tinglado de mentiras y manipulaciones, desobedeciendo el segundo mandamiento.
Yo no tengo nada en absoluto en relación a la fe de cualquier persona, que siguen a su dios preferido, sea el cristiano, el musulmán, el judío, o cualquier otro. Yo mismo tengo una estatua de Atenea en casa, de la cual adjunto una foto que acabo de hacerle, y que pueden ver abajo. Pero no espero que Atenea me solucione los problemas diarios. Como mujer que es, si lo intentase probablemente ella me diría lo que me han dicho otras: «que te los solucione tu madre».
La estatua de Atenea y el reloj, que están conmigo desde diciembre de 1988, cuando estuve a punto de morir en la isla griega de Hydra. Pero tuve suerte y no era mi día. La causa de que no me ocurriera nada es algo que todavía no he podido explicarme de una forma racional. Incluso yo sé reconocer que a veces se dan misterios en la vida.Continuar leyendo «Youtubers, los telepredicadores del siglo XXI»
Vamos hoy con una demostración: la línea que indica el progreso de la humanidad no es, como muchos creen, una línea ascendente continua. A pesar de toda la tecnología, muchas veces damos pasos atrás, con el fin de acomodarnos, de rebajar costes, o de ambas cosas. El problema de ese salto atrás es que estamos perdiendo calidad. Y perder calidad no es progresar.
Todas las sociedades de la historia han creído, con pocas excepciones, en la idea de que vivían en la cresta de la ola tecnológica y del conocimiento. Que su momento, que su generación, son la cumbre del desarrollo moral, ético, social, cultural, y político.
Esto, sin duda, no es así, y pruebas en la historia ha habido de forma clara y concisa. Por poner un ejemplo, este principio del siglo XXI carece de pensadores, filósofos, y en general hombres y mujeres que destaquen por encima del ruido general que siempre se vive en toda sociedad. Y que no se me malinterprete: no digo que no haya pensadores y filósofos; digo que son los que tienen que esconderse, mientras se esconde la cultura y el pensamiento, y mientras se da pávulo a una cultura de la superficialidad y la ignorancia.
Podemos discutir horas y horas sobre este asunto, que es realmente interesante y complejo. Sin embargo, hoy voy a poner sobre la mesa una demostración empírica, que nos permitirá ver cómo el llamado progreso lineal y ascendente es solo una ilusión. Y lo voy a hacer con algo tan popular y común como es el sonido. Y, más concretamente, con la música.
La pieza musical de esta semana viene de la mano, y la voz, de Miguel Ríos, uno de los cantantes y compositores más conocidos en las décadas de los sesenta a los noventa del siglo XX, y también la primera década del siglo XXI.
Miguel Ríos es alma pura del rock & roll en España, y sus conciertos, sobre todo en las décadas de los ochenta y noventa, fueron realmente espectaculares. No olvidemos su álbum doble en directo «Rock & Ríos» que se convirtió en un superventas, con clásicos irrepetibles. Yo lo escuché hasta romper la aguja y rayar los discos de vinilo.
Pero hoy traigo una pieza de estudio que me parece maravillosa: «No estás sola», del álbum «El rock de una noche de verano». Esta pieza nos introduce al calor de una radio nocturna, donde la gente llamaba y explicaba sus miedos, sus temores, sus sueños.
Lo recuerdo muy bien: con la radio portátil, o con los auriculares, escuchábamos aquel programa donde, entre distintas piezas musicales, la gente llamaba para cualquier cosa. Para contar sus desamores, para pedir ayuda, para lanzar una voz desesperada a la noche. Una voz que buscaba respuestas en las ondas, y que encontraba en la radio un faro donde reflejar toda su vida.
Vamos con una entrada que no hable del Covid-19… Qué paradoja, intentando no hablar del Covid-19 ya lo he mencionado. Pero bueno, la vida sigue, y seguirá, y no podemos dejarnos vencer por el tedio, o el dolor, por duro que sea.
En esta entrada musical hablaré de un grupo musical muy importante para mí por razones diversas. Ya he comentado que la saga de libros que acabo de terminar, y cuya celebración he tenido que posponer como tantas otras cosas, se influenció sobre todo por la película «2001» y por el libro «La odisea» de Homero. Pero también la música tuvo un importante papel. Y una influencia muy importante fue un grupo británico llamado «Barclay James Harvest«, que tuvo su vida sobre todo entre los setenta y los noventa.
El concierto de Berlín de la Barclay James Harvest.
Hace mucho tiempo que no traigo a este blog un poco de música. Normalmente suele ser el miércoles, pero, ¿qué día no es bueno para la música?
Siguiendo mi línea de locura con el libro y su finalización, hoy quiero recordar a un grupo irlandés maravilloso de los noventa, The Cranberries, que tenía en Dolores O’Riordan su voz y su personalidad. Con «Zombies» lograron un éxito inusitado, en un vídeo que trata el doloroso y terrible tema del grupo terrorista IRA y la lucha en Irlanda del Norte. Una lucha que acabó con los acuerdos de Viernes Santo, y que amenaza con volver por el Brexit.
Pero en estos tiempos difíciles de coronavirus y problemas complejos, quisiera traer un tema mucho más tranquilo, que habla de la imaginación, y de cómo esta nos transporta a todo tipo de mundos insospechados. Para los amantes del arte y la literatura la imaginación es nuestro barco eterno al infinito. Y, por ello, creo que esta canción nos cuenta algo muy importante: usemos la imaginación para crear mundos increíbles, maravillosos a veces, otras veces muy duros, pero siempre apoyados por nuestros sueños.
A mediados de los noventa monté un dúo con una cantante y guitarrista, y cuya voz era sin duda muy semejante a la de Dolores O’Riordan. Enamorada de Cranberries, me transmitió su amor por este grupo. Yo le di algunas clases de inglés y de acento para que perfeccionara ese estilo tan personal de la cantante de Cranberries, muy típico de su ciudad. Lograba parecer realmente la cantante de Cranberries, era increíble lo bien que lo hacía.
Tengo un CD con alguna maqueta de estudio de grabación por ahí con algunas composiciones que hicimos juntos. A ver si un día lo busco y lo pongo aquí. Siempre le agradeceré que me transportara al mundo de Cranberries. Eso, y los buenos momentos que pasamos durante interminables ensayos y conciertos. Me encantaba cómo conducía; salir vivo de su coche era toda una experiencia.
En fin, muchos recuerdos, mejor les dejo con la música. Señoras y señores: con ustedes, The Cranberries.
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