La frase de la semana nos la trae Richard Feynman, físico eminente, que desarrolló varias ideas portentosas en física, entre ellas la electrodinámica cuántica, por la que ganó el premio Nobel.
La vida de Feynman es apasionante tanto como su trabajo, y su contribución a esclarecer el desastre del transbordador Challenger fue crucial para demostrar la ineptitud de los altos cargos de la NASA en aquellos años. Ineptitud que llevó a la muerte de aquellos astronautas, cuando se podría haber evitado solo con escuchar las críticas de los ingenieros de la época.
Vamos hoy a hablar de consciencia, de sus propiedades, y del mito de que el ser humano ha trascendido toda la escala evolutiva, para convertirse en un ser especial y elegido, supuestamente tocado por la mano de Dios para ser una entidad superior a todos los demás organismos de la Tierra.
Una falacia que debe ser desterrada, para que el ser humano pueda, por fin, comprender su sitio, y su futuro, como entidad consciente intelectual.
La consciencia nos debe acercar a la comprensión de la naturaleza, de una forma empírica, racional, y científica.
Observando la actividad del volcán de La Palma, en las Islas Canarias, uno no puede por menos que impresionarse por la enorme cantidad de energía acumulada debajo de la superficie, que, en un momento dado, genera tanta presión que debe salir por algún sitio, y ese sitio es la atmósfera. Hasta que ambas presiones no se igualen, la lava, los materiales piroclásticos y los gases seguirán surtiendo.
Algo importante a tener en cuenta es que este proceso es único, y con ello quiero decir que toda esa energía consumida ya no va a poder volver a actuar, generando lo que en física se conoce como trabajo. Sí, el volcán puede generar nuevas presiones y nuevo material, pero la energía consumida en el proceso volcánico que termina con el volcán acabando su actividad, esa energía no volverá a verse, ni a poder utilizarse.
El universo es, de hecho, un volcán que todavía está activo
Ya estamos otra vez. Enésima discusión sobre Dios, y enésima ocasión en la que me intentan refutar que Dios no existe, y Zeus sí.
¡Pues claro que Zeus no existe! Tan cierto es como que tampoco existe Dios, ni Alá, ni ningún dios de ninguna forma o figura. La creencia en dioses deviene de una necesidad innata del ser humano en poder proyectar un halo de trascendencia sobre su cuerpo mortal, convirtiendo la existencia en una continuidad inmortal mediante algo llamado alma. Un engaño que hace felices a millones de seres humanos. Y que es tan falso como cierto es el negocio que se ha generado alrededor de esta necesidad.
Vamos a reflexionar un poco sobre ello. Y ya les advierto algo: no traigo buenas noticias para la humanidad.
No, no hay un error. El título está en inglés a propósito. La razón es que lo que vengo a contar tiene dos orígenes. El principal es una conversación en inglés con un fanático religioso sobre las maravillas de creer en un dios único, y el peligro que supone apartarse de su senda, por aquello de ir al infierno. Que digo yo, hasta el día de hoy, el infierno me parece mucho más interesante, y se liga más.
El momento concreto para el título viene de un instante en el que le dije a este hombre que yo, a diferencia de él, no creo en su dios, sino en Zeus, y en su amada hija Atenea, diosa de la sabiduría y protectora de Atenas. Esta es una fórmula que uso a menudo cuando de fanatismo religioso se trata, y en un momento verán otro ejemplo, aquí mismo, en el blog, sucedido hace unas horas.
Fairy es, al menos en España, un producto de limpieza bastante popular. También significa «hada» en inglés. Por lo que «fairy tales» se puede traducir como «cuentos de hadas». Un término que se usa cuando alguien nos cuenta un cuento imposible de creer.
Campanilla, la pequeña hada del cuento «Peter Pan»
Dentro de la enorme y fantástica producción de Phil Collins podemos encontrar material muy diverso sobre denuncia social, centrando el foco en temas que nos preocupan como individuos y como ciudadanos de sociedades teóricamente modernas y civilizadas.
Hoy traigo un vídeo de Phil Collins y de la época final de Genesis, que está lleno de humor y sarcasmo, y que denuncia algo que me llamó la atención desde pequeño: esos individuos, llamados telepredicadores, que se dedican a obtener enormes beneficios económicos explicando a su comunidad de fieles seguidores que el único camino a Dios pasa obligatoriamente por su cartera, sus discursos, y su alcoba. Con todas las consecuencias que ello conlleva para millones de seres humanos, que buscando a Dios, se encuentran con un tinglado de mentiras y manipulaciones, desobedeciendo el segundo mandamiento.
Yo no tengo nada en absoluto en relación a la fe de cualquier persona, que siguen a su dios preferido, sea el cristiano, el musulmán, el judío, o cualquier otro. Yo mismo tengo una estatua de Atenea en casa, de la cual adjunto una foto que acabo de hacerle, y que pueden ver abajo. Pero no espero que Atenea me solucione los problemas diarios. Como mujer que es, si lo intentase probablemente ella me diría lo que me han dicho otras: «que te los solucione tu madre».
La estatua de Atenea y el reloj, que están conmigo desde diciembre de 1988, cuando estuve a punto de morir en la isla griega de Hydra. Pero tuve suerte y no era mi día. La causa de que no me ocurriera nada es algo que todavía no he podido explicarme de una forma racional. Incluso yo sé reconocer que a veces se dan misterios en la vida.Continuar leyendo «Youtubers, los telepredicadores del siglo XXI»
Nota: he tenido que regenerar el artículo. ¿Cómo pueden complicarse tanto las cosas a veces?
Tal como comenté el pasado julio, ya está disponible el segundo vídeo de «Caminos a lo desconocido», donde exploramos aspectos clave del ser humano, del universo, y de la existencia. El primero lo tienen en este enlace.
Estos vídeos irán apareciendo paulatinamente, pero no con fechas precisas, porque su realización es compleja, y yo dispongo de tiempo limitado. Pero intentaré crear, al menos, uno cada dos meses.
Serán siempre vídeos de unos cinco minutos, porque en esta era rápida de Internet es el tiempo máximo que muchos están dispuestos a visionar un vídeo. Por supuesto, estoy abierto a ampliar este tema y a contestar a cualquier lector cualquier aspecto que le interese comentar.
Verán que en estos vídeos no pido suscripciones ni «me gustas» ni nada parecido. Es algo muy común hoy en día y casi se ha vuelto obsesivo. Pero ustedes ya saben lo que tienen que hacer en cada caso.
Este nuevo vídeo lleva por título definitivo «La eterna búsqueda de Dios». E intenta profundizar en ese afán humano por encontrar lo divino en los aspectos más íntimos y más universales de la vida.
Sigo de vacaciones, pero también sigo trabajando en el siguiente capítulo de «Caminos a lo desconocido«, la serie de vídeos donde nos haremos preguntas fundamentales sobre el universo, el ser humano, la mente, y otras cuestiones que trascienden el momento.
En este segundo capítulo tras la introducción comenzaremos con un aspecto fundamental del ser humano: ¿creó Dios al ser humano? ¿O fue el ser humano quien creó a Dios? Veremos la naturaleza de Dios como un ente que va más allá del espacio-tiempo, y comprobaremos cómo la lógica puede romper los esquemas rígidos que sitúan a Dios como un ente omnipotente y omnisciente. Veremos varios ejemplos donde la naturaleza incorrupta y absoluta de Dios cae irremisiblemente frente a la lógica del universo.
«Y miré, y vi un caballo pálido; y el que estaba sentado sobre él tenía por nombre Muerte; y el infierno le seguía» (Apocalipsis 6:8).
Dentro de la larga filmografía de Clint Eastwood podemos encontrar obras de todo tipo por supuesto. Tanto en su faceta de actor, como de director, Eastwood ha creado obras de todo tipo, y aquí nos vamos a centrar en una de ellas que, personalmente, me fascinó desde la primera vez que la vi.
La película es «El jinete pálido«.
No soy un gran fanático del cine del oeste, o del «far west» como se decía en mis tiempos. Bueno, me encantaba «Los hermanos Marx en el oeste» pero creo que esa película no definiría exactamente al género. Por eso hay dos películas que me impactaron sobremanera en este género, ambas de Clint Eastwood. Una es la antes mencionada, y la otra es «Sin perdón».
Pero, definitivamente, es «El jinete pálido» la obra definitiva ambientada en el viejo oeste para mí. Y aquí explicaré por qué.
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