Vamos hoy a hablar de consciencia, de sus propiedades, y del mito de que el ser humano ha trascendido toda la escala evolutiva, para convertirse en un ser especial y elegido, supuestamente tocado por la mano de Dios para ser una entidad superior a todos los demás organismos de la Tierra.
Una falacia que debe ser desterrada, para que el ser humano pueda, por fin, comprender su sitio, y su futuro, como entidad consciente intelectual.
La consciencia nos debe acercar a la comprensión de la naturaleza, de una forma empírica, racional, y científica.
Observando la actividad del volcán de La Palma, en las Islas Canarias, uno no puede por menos que impresionarse por la enorme cantidad de energía acumulada debajo de la superficie, que, en un momento dado, genera tanta presión que debe salir por algún sitio, y ese sitio es la atmósfera. Hasta que ambas presiones no se igualen, la lava, los materiales piroclásticos y los gases seguirán surtiendo.
Algo importante a tener en cuenta es que este proceso es único, y con ello quiero decir que toda esa energía consumida ya no va a poder volver a actuar, generando lo que en física se conoce como trabajo. Sí, el volcán puede generar nuevas presiones y nuevo material, pero la energía consumida en el proceso volcánico que termina con el volcán acabando su actividad, esa energía no volverá a verse, ni a poder utilizarse.
El universo es, de hecho, un volcán que todavía está activo
Que los seres humanos solemos ir de duros y fuertes es una constante universal. Que, por dentro, la mayoría nos deshacemos ante los recuerdos, los sentimientos, y las vivencias vividas, es una constante aún mayor.
Ayer estaba con una amiga a la que no veía desde hace tiempo. Le pregunté cómo está su hija, que ya debe estar mayorcita. Me respondió:
«Tiene quince años, y si quieres, te la regalo».
Me hizo gracia el comentario. Denota una clara desesperación de una madre ante una edad muy, muy difícil, como es la pubertad de los jóvenes. Lo he visto en varias ocasiones, y lo entiendo.
Obviamente el comentario es una figura, pero no lo fue el hecho de plantearme la situación: yo con una niña de quince años en casa. Eso, por supuesto, disparó de inmediato mis recuerdos.
Nota: quede claro que respeto totalmente las filosofías vegetarianas y veganas, y apoyo muchos de sus principios (no todos). Cada cual que haga con su vida y su cuerpo lo que quiera. Cada cual es libre de comer lo que quiera. Pero este artículo no va de veganos; va de sus mascotas. Y ahí sí tengo algo que decir.
Hoy les voy a poner un test a ustedes. Uno sencillo. Con una sola pregunta. La pregunta es:
¿Qué error evidente, y casi doloroso, puede verse en la imagen que he tomado ayer, y que pueden ver bajo estas líneas, mientras le compraba a mi perrita su tan necesaria y fundamental dotación de galletas?
No se sulfure. No corra. Piénselo bien antes de contestar. Tómese su tiempo. La respuesta, a continuación.
El decimosexto e, hipotéticamente, último libro de la saga Aesir-Vanir, se resiste a ser terminado. En realidad, la saga Aesir-Vanir actual de quince libros está terminada. Pero este decimosexto libro es como una función de onda probabilística: a veces parece que será publicado, y otras veces no. Todo depende de cómo me sienta ese día.
El libro se engloba en lo que en la cronología de la saga se conoce como «Era Anterior», mil millones de años después de los acontecimientos vistos en «La insurrección de los Einherjar». Y explica en detalle la naturaleza y origen de los Xarwen, una especie que se menciona en la trilogía de «La leyenda de Darwan», pero de la que solo existen datos confusos.
En cualquier caso, este libro es un verdadero caos. Que ese caos tome forma y se termine convirtiendo en algo es algo que se ha de ver todavía. Si es que termino el libro. ¿Hoy tocaba estar convencido de que sí, o de que no? Ya lo decidiré luego…
Fue hace mucho tiempo. Yo era un brillante doctor en medicina en un gran hospital. Eran tiempos convulsos. Tiempos donde la libertad era aquello que dictaban unos cuantos, y que los demás debían acatar.
Recuerdo aquellos tiempos en los que una coalición de gobiernos de extrema derecha tomó el control de la mayor parte de los países de Europa y América. Como buenos extremistas, recortaron todo tipo de libertades que decían defender. El individuo quedó relegado a un simple peón sin derechos, pero con demasiados deberes.
Bueno, basta ya. De verdad. ¿De cuántas maneras hay que decirlo?
Todo empezó el día en el que alguien decidió que la manera de cortar con el cáncer de la sociedad que devora la igualdad, la libertad, el respeto, la tolerancia, tenía un arma secreta: la censura. Y, más concretamente, una censura basada en los derechos y libertades del pueblo.
Fue entonces cuando empezamos a perdernos en las ideas y pensamientos que promueven la censura como arma para combatir la desigualdad. Una censura que consta de diez puntos, que podemos ver a continuación.
¿Qué podemos esperar de una humanidad en la que tres de cada cuatro seres humanos no tienen ningún futuro? ¿Qué podemos pensar de una sociedad que le niega un futuro a gran parte de los individuos? ¿Cómo podemos ocultar la indecencia de usar a seres humanos como material de intercambio en una política atroz, donde las almas son arrastradas mediante engaños a una muerte cierta y segura?
¿Cómo podemos creer que existe un futuro de promesas y grandeza, cuando la negamos a quienes más la necesitan? ¿Qué respuesta podemos dar a aquellos que nacen en la desesperación, en la desesperación tratan de sobrevivir, y de desesperación mueren sin consuelo ni futuro?
Cuando era joven, en el instituto donde cursaba mis estudios de secundaria, tuve la suerte de disponer de profesores de literatura y lengua muy aplicados y motivados, que me llevaron a descubrir que la literatura, más allá de la lectura y el disfrute de un libro, es un modelo de comprensión del ser humano. Una herramienta tremendamente poderosa para conocer a la humanidad, y sus sociedades.
En aquellos tiempos, con quince, dieciséis años, tuve dos descubrimientos literarios críticos, que conformarían mi modelo de pensamiento y conducta durante toda mi vida. Uno de esos descubrimientos fue «La odisea» de Homero, del que ya he hablado en alguna ocasión.
El otro descubrimiento fue la llamada generación del 98, y, dentro de ese grupo de escritores, su modelo filosófico fundamental: el existencialismo. Libros como «El árbol de la ciencia» De Pío Baroja, o «San Manuel Bueno, mártir» de Miguel de Unamuno, me impresionaron de una forma que nunca hubiese imaginado, entre otros. Y que, sin duda, cambiaron mi vida para siempre.
Certeza primera: Toda teoría científica tiene un respaldo en pruebas y verificaciones llevadas a cabo por el método científico, que las valida. Y son ciertas en tanto y cuanto no aparezca una muestra que las contradiga.
Certeza segunda: una hipótesis, por el contrario, es una propuesta que no ha sido contrastada.
Certeza tercera: el término «teoría» aplicado a la vida diaria tiene otro significado. Significa «presunción», «inspiración», «vía de razonamiento», «sugerencia sobre la solución de un problema». Por lo tanto, el término coloquial «teoría» refiere en realidad a «hipótesis».
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