¿Qué podemos esperar de una humanidad en la que tres de cada cuatro seres humanos no tienen ningún futuro? ¿Qué podemos pensar de una sociedad que le niega un futuro a gran parte de los individuos? ¿Cómo podemos ocultar la indecencia de usar a seres humanos como material de intercambio en una política atroz, donde las almas son arrastradas mediante engaños a una muerte cierta y segura?
¿Cómo podemos creer que existe un futuro de promesas y grandeza, cuando la negamos a quienes más la necesitan? ¿Qué respuesta podemos dar a aquellos que nacen en la desesperación, en la desesperación tratan de sobrevivir, y de desesperación mueren sin consuelo ni futuro?
¿Cómo podemos mirar a esos rostros y decirles que deben volver al horror del que han huido? ¿Cómo podemos negar que somos los causantes de las desigualdades que sufre el mundo, por haber dado tanto a unos pocos, y tan poco a unos muchos? ¿Qué esperanza se le puede dar al que no tiene esperanza, ni una sola oportunidad, ni una sola manera de escapar del horror al que son sometidos aquellos que deberían ser protegidos?
¿Cómo podemos siquiera ser dignos de autonombrarnos como especie inteligente, cuando esa inteligencia lleva a la miseria a una parte inmensa de una humanidad que vive en un mundo donde no hay más respuestas que el odio, la intolerancia, la miseria, y la persecución?
¿Cómo puede un dirigente político negarle un futuro a sus propios hijos, a aquellos que dice proteger y cuidar?
Son preguntas que me hago. Desde hace muchas décadas. Y nunca he encontrado respuestas.
Y ese es el mayor dolor de todos; porque, si no tenemos respuestas, mucho menos tendremos las herramientas para crear un futuro para esos millones que las buscan desesperadamente.
Cuando se ahogan esos seres humanos en el mar, giramos a la vista a otro lado. No nos damos cuenta de que, cada vez que ellos se ahogan, nosotros nos ahogamos con ellos. Porque todos somos uno.
Mientras uno solo muera, todos habremos muerto. Y, tal como dijo Platón:
«Solo los muertos alcanzan a ver el final de la guerra«.
Entre los cientos de millones sin posibilidades, varios Picasso, Beethoven, Da Vinci o Machado que nos perdemos.
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