Cuando el tóxico es el intoxicado

Hoy traigo una entrada muy corta, para celebrar que yo, uno de los hombres más tóxicos del universo, buscado y condenado en más de mil sistemas estelares, me he librado de una presencia tóxica que estaba contaminando mi vida desde hacía tiempo.

Cuánto cuesta librarse precisamente de las personas que más daño nos hacen, ¿verdad? Y, sin embargo, cuánto cuesta mantenerse al lado de las personas que queremos y amamos. Son esas las paradojas de la vida. Quizás por eso la vida merece la pena ser vivida: porque no tiene sentido. Si lo tuviese y fuese previsible, ¿se imaginan el aburrimiento?

Algún día explicaré esta historia, y el controvertido asunto de las «personas tóxicas» que antes llamábamos «los pesados de turno». Gentes que solo contaminan nuestras vidas, y lo hacen con una sutileza tal que nos van envenenando sin darnos cuenta. Quizás el querer ser amable y cortés tenga algo que ver con todo esto. Si hubiese sido duro y cortante desde el principio con ciertas actitudes negativas no me habría pasado esto.

Pero bueno, no estoy aquí para contar penas, sino para celebrar algo. Y quiero hacerlo con música, por supuesto. ¿Y qué mejor música para personas que nos destrozan la vida que «Princesa» de Joaquín Sabina? Una pieza musical que nos habla de amores que hieren, que consumen nuestras almas, pero de las que nos podemos librar, porque somos fuertes. Porque somos geniales. Y así debemos sentirnos siempre: geniales.

Ya que, de eso se trata: de ser más fuertes. Cada día, más fuertes. Muchas gracias.

 

Explorando esa oscura afición de convertir nuestra mentira en verdad

La frase de la semana nos la trae el filósofo y humanista Immanuel Kant, con una reflexión que creo totalmente necesaria en los tiempos en los que vivimos. En un mundo donde muchos se aprestan en mantenerse en su opinión inamovible, y a creerse sus propias mentiras, debemos explorar el camino para salir de esa trampa que todos nos hemos creado alguna vez, donde una mentira era nuestra tabla de salvación para ocultar una verdad que nunca querremos reconocer.

En los políticos lo vemos a menudo con la hemeroteca, o bien las redes sociales, donde dicen algo un día, y tiempo después dicen lo contrario. Siempre ajustado a sus intereses oportunistas del momento.

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Nacidos para perder, cuando todo lo que queda es nada

Una de las canciones con la que me siento más identificado en la discografía de Joaquín Sabina es «Nacidos para perder». Es una maravillosa composición literaria honesta, profunda, y directa, que nos lleva a recordar esos tiempos donde todo lo que teníamos eran sueños de juventud, demasiada inocencia, y ganas de soñar en sueños que nunca se harían realidad.

Ahí estaba yo, en clase de latín, con mi guitarra, cantando en latín unos versos de Ovidio. ¿Qué diablos hacía yo cantando a Ovidio en clase de latín? Había musicado unos poemas del famoso poeta romano, y se lo comenté al profesor de latín, que entonces trabajaba en su doctorado. El hombre no solo se sorprendió, sino que me pidió que de inmediato le hiciese una demostración. Y así fue; allá, en medio de la clase, saqué mi guitarra, y me puse a cantar en latín.

Ni qué decir tiene que el profesor estaba encantado de que alguien musicara esos versos latinos después de dos mil años escritos en las arenas de la historia, y los compañeros estaban encantados de no tener que soportar al profesor y sus explicaciones sobre la tercera declinación. Así pasamos aquella hora, con música en latín, unos versos antiguos, y un poco de diversión. Creo que Ovidio se asomó un momento por la puerta, para salir huyendo de nuevo hacia su descanso eterno.

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Ovidio escuchando aterrado uno de sus poemas musicados

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Dos ciegos que juegan a hacerse daño

Hoy miércoles toca música, y traigo un tema que me encanta de Joaquin Sabina, «Amor se llama el juego», porque creo que su letra y su mensaje definen a la perfección lo que yo entiendo como el amor de pareja. Ese amor que lo envuelve todo en la vida, hasta que, un día, descubres que ya no envuelve nada, y que es solo una cáscara vacía.

El amor es un tema tremendamente complejo, y el de pareja lo suficientemente denso como para que haya renunciado a entenderlo. Puedo atreverme con la física cuántica o la energía oscura. En lo que refiere al amor, hace siglos que preferí dejar el tema de lado. Claro que mi opinión es solo eso: una opinión.

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