La frase de la semana de hoy pertenece a Isabel Allende, que creo no necesita presentación. Escritora chilena de gran renombre, tuve el placer de que me firmara un libro en un centro comercial en el verano de 1997. Ella desprendía una poderosa fuerza, tan grande e inmensa que me dejó completamente paralizado. Ella se dio cuenta, aunque nunca supe si se dio cuenta de mi asombro y maravilla por estar ante ella, o pensaba que era alguno de esos muchos locos que andan sueltos por el mundo. Probablemente yo fuese un poco de ambas cosas.
Esta frase desde luego tiene una cualidad esencial: los demonios internos que llevamos dentro aparecen a la luz cuando escribimos sobre nuestros sentimientos, sobre nuestros sueños, y, especialmente, sobre nuestras pesadillas. Qué mejor para un escritor que expulsar sus miedos y sus neurosis mediante la palabra. Es una terapia sanatoria como pocas existen en el mundo. Por eso escribimos: porque necesitamos ser libres. Y solo lo somos ante la palabra, y ante los hechos narrados en nuestras novelas.
Este texto también es una advertencia, o al menos yo así lo veo. Partamos del principio básico del arte y la literatura. Y este principio dice que el arte y la literatura son un reflejo de la sociedad. La literatura plasma la sociedad en el papel de las historias que se narran. Y, si la sociedad es convulsa, violenta, macabra, destructora, a veces amable, a veces amante, a veces vida, y a veces muerte, entonces la literatura deberá ser consecuente, y trasladar esa fenomenología a la ficción.
Cuando se acusa a un libro de no cumplir con ciertos preceptos, de molestar a ciertas minorías, de atacar a ciertas ideas, se está estableciendo un peligroso precedente: el de inducir al arte a autocensurarse. Los lectores de sensibilidad son una forma amable de querer mostrar al mundo que nosotros, como escritores, tenemos que callar ante la forma y ante las opiniones de los demás. Ya tuve mis discusiones sobre este tema aquí mismo y en otros sitios sobre este tema, y me acusaron de cuestiones diversas. Pero mi postura permanece. Y seguirá así hasta que oiga argumentos que me convenzan de lo contrario.
Es evidente que un libro, y un autor, han de guardar ciertas formas. Hay límites para todo. Pero cuidado, porque esos límites se pueden usar para condicionar una obra literaria. Y ahí es donde debemos detenernos. Dicen que los libros deben ser ejemplarizantes, enseñar valores. Puede que sea cierto para ciertos libros infantiles y juveniles, donde los jóvenes puedan leer historias que sean propias de la sociedad donde se mueven, y que enseñen ciertos valores morales y éticos mínimos. Pero cuidado con eso, porque enseguida podemos entrar en la adoctrinación de los jóvenes, y convertir a los libros de ficción en un medio para enseñarles que solo nuestra cultura, costumbres e ideas son las buenas.
Por eso leer todo tipo de obras, de todo tipo de sociedades, pasadas y actuales, es importante; porque enseñan mundos que nunca podríamos haber conocido de otro modo. Y cada libro debe reflejar la sociedad donde fue escrito, y mostrar, sin censuras y sin tapujos, ese mundo donde el libro nació.
Para intentar demostrarlo, y con su permiso, traigo un fragmento de «Sandra. Orígenes» y, dentro del mismo, el relato «Trece almas» donde hago un ejercicio de esta idea.

Me gustaría remarcar esta parte: «Escuchadme todas, y la negra también». ¿Lo ve? El personaje está hablando a trece mujeres secuestradas, que han sido llevadas a un lugar donde servirán como entretenimiento sexual, es decir, esclavas sexuales, de un grupo de fanáticos que van a llegar después de una operación. Con este fragmento lo que estoy haciendo es explicar que existen dos problemas graves en el mundo actual: la trata de mujeres como esclavas sexuales, algo que en mi país, España, es una situación escandalosa y terrible, y también el racismo inherente a las personas de piel negra.
Lo que pretendemos con estos textos no es molestar a nadie; lo que pretendemos es denunciar unos hechos. En España, país donde vivo, la prostitución forzada de mujeres procedentes del extranjero es un problema de dimensiones gigantescas. ¿Qué se hace por ellas? Nada. Absolutamente nada. Hay mucha demagogia, eso sí. Pero esas mujeres siguen siendo carne para el disfrute de unos monstruos sin piedad y sin escrúpulos. Maltratos, violaciones, y todo tipo de vejaciones.
Yo he pretendido denunciar eso, y lo seguiré haciendo mientras tenga fuerzas. Porque lo he visto, y porque lo he vivido. Como la niña de «Trece almas», Ana, yo también fui secuestrado con doce años, metido en un coche y llevado para ser violado. Afortunadamente yo tuve suerte, pude deshacerme del captor y huir. Desgraciadamente mucha gente, casi siempre mujeres, no tienen esa oportunidad. Y esos calvarios que sufren dejan algo muy claro: mientras los políticos hablan y hablan de todas las maravillas que vamos a disfrutar si los votamos, legislatura tras legislatura, no importa el signo político que gane, siempre existen ciertos estigmas que siguen ahí, sin que se haga nada.
Creo que los escritores debemos denunciar eso, y dejar pruebas claras de eso, en forma de textos, que es la forma en que podemos hacerlo. Es complementario a otras pruebas, pero que seamos escritores aficionados no es excusa: debemos denunciar las sociedades actuales donde el maltrato al ser humano es una constante universal, y en donde las mujeres son casi siempre el objetivo de ese maltrato.
Para finalizar, me gustaría que fuésemos valientes, y nos determinásemos a preguntarles a los políticos qué van a hacer, de una vez y por todas, para terminar con esa lacra que es la prostitución, sobre todo y ante todo con la de trata de mujeres procedentes de otros países. Son seres humanos. Son seres sensibles, con familias, con padres, a veces con hijos. Necesitan amor y apoyo, y una oportunidad, no un esclavizador, una cadena de hierro, y una tortura diaria.
No digo que sea fácil, ni que sea inmediato. Pero deberíamos empezar ya. Cada ser humano sacado de ese infierno será un éxito de todos. Merecerá la pena intentarlo. Va por ellas.
Excelente post!!!l
Felicidades 🙂
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¡Muchas gracias por tus palabras!
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