Vera, por ti ganaría esta guerra yo solo

El pasado ocho de mayo se conmemoró el 75 aniversario del fin de la segunda guerra mundial, un evento atroz, monstruoso, que destruyó países completamente, y vio horrores a una escala como nunca se había visto. Hitler y Stalin en Europa, y el general Tojo en Japón, fueron tres individuos responsables de enormes matanzas y atrocidades, a veces contra sus propios pueblos.

Pero no fueron los únicos. Todos cometieron barbaridades y crueldades, también los aliados. Y no es de extrañar; la guerra, cuando nace, se alimenta de todo cuanto toca. Es como un virus, pero con una diferencia: no le basta con matar; necesita crear el caos y el dolor allá por donde pasa. Por eso confundir la lucha contra un virus con una guerra es de una ingenuidad impresionante. El virus puede ser controlado. La guerra no solo no es controlada, sino que es alimentada por aquellos que terminan padeciéndola.

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Vera Lynn con algunos soldados durante una visita.

Se ha dicho que, en tiempos de crisis, lo primero que hay que eliminar son las cosas superfluas, como la cultura. Qué locura. Qué inmadurez. La cultura es el ancla en la que podemos sujetarnos para no volvernos locos en tiempos de crisis. La cultura, en todas sus manifestaciones, es el seguro que nos permitirá seguir siendo humanos, cuando todo se deshumaniza, y se convierte en dolor. La cultura, en definitiva, es lo que nos distingue de los virus, y mucho más, de la guerra. 

Amemos la cultura. Cultivémosla. Cuidémosla. Sobre todo, en tiempos de crisis. Porque un ser humano horrorizado podrá salvar su cuerpo con un plato de comida, es cierto. Pero su mente la salvará con un libro. Y el libro le permitirá superar cualquier horror, y seguir adelante. Siendo, ante todo, humano. Y habrá vencido a la crisis. 

Yo hoy, en recuerdo de aquellos hechos, he querido rescatar un pequeño texto que escribí hace un tiempo, ambientado en la segunda guerra mundial, centrándome en un soldado que ha desembarcado después de Normandía, y se prepara para combatir en el frente oeste de Europa.

Les dejo con el texto. Muchas gracias.

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… Las cosas siguen igual… Esta mañana hemos perdido a Will y a Tom. Me pregunto cuántos vamos a quedar de la compañía cuando acabe esto. El fuego alemán era más fuerte de lo esperado. Más fuerte de lo que siempre cantan esos de inteligencia, que predicen la resistencia que vamos a encontrar con sus elucubraciones, para que nosotros luego descubramos que la han subestimado en un cincuenta por ciento. Eso, por lo menos. Malditos cerdos. Podrían venir ellos aquí por un día, y nosotros irnos allá, a la comodidad de sus despachos y sus trajes con naftalina. Chocolatinas y chicas todos los días. Amigo, eso sí que es el Paraíso…

Claro, ellos están allá, en Londres, saliendo a pasear con esas jóvenes británicas, con ese acento tan raro que tienen, mientras nosotros seguimos aquí, intentando abrir el frente desde que terminó el desembarco.

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Pero no todo son malas noticias. Esta noche tenemos fiesta. Los jefazos nos han montado un baile, y debo reconocer que las francesas tampoco están nada mal. Pero ahora lo único que me importa es escuchar a Vera Lynn, ni más ni menos que a Vera, que está saltando por todo el frente con su orquesta, animando los ánimos de los compañeros. Y vaya si lo consigue. Si me tiene que reventar una bala mañana, espero que sea recordando a Very Lynn, cantando «We’ll meet again«. Creo que es una forma dulce de morir. O la única forma aceptable de morir.

Solo espero terminar esta maldita guerra pronto, y volver a casa. Hay rumores de que el viejo mariscal británico, Monty, está preparando algo en Holanda. Dicen que, si sale bien, en año nuevo estaremos de nuevo en Brooklyn, y le daré un beso enorme a la estatua de la libertad. Y a Linda, la cual recibirá algo más que un afectuoso beso de mi parte.

Parece que ya llaman. ¡Va a empezar! Oigo a la orquesta. ¡Sí! ¡Es ella! ¡Es Vera!

¡Dios, qué ganas de que acabe esta maldita guerra! Quiero dejar de enterrar a mis compañeros. Y poder empezar a enterrar mis pesadillas.

Vera, te quiero. Vamos a ver qué nos depara esta noche. Casi no hablo francés. Pero nunca me ha hecho mucha falta. Espero que esta noche tampoco. Hay que dejar bien alta la bandera, y el ánimo entre el pueblo francés. Esta gente ha sufrido demasiado ya por la guerra. Algunos pueblos son solo pedazos de piedras sueltas entre el polvo y los cadáveres.

Dios, cómo odio esta guerra. Pero esta noche cantaré con Vera. Y, solo por eso, estar aquí esta noche habrá merecido la pena… ¡Ya empieza!…

Autor: Fenrir

Amateur writer, I like aviation, movies, beer, and a good talk about anything that concerns the human being. Current status: Deceased.

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