Dentro de lo que, cuando yo era joven, llamábamos «Rock sinfónico» y ahora llaman «Rock progresivo», sin duda ha habido grupos realmente importantes y con discos sobresalientes. Pero es Pink Floyd, sin ninguna duda, uno de los iconos más importantes, sino el más importante, de ese estilo musical.
Un periodo musical que fue bastante corto: empezó más o menos a finales de los sesenta, y se diluyó rápidamente a principios de los ochenta. Observe que los discos de los grupos consagrados de esa época, Camel, Genesis, Yes, Supertramp, Alan Parsons, y otros, se habían ido convirtiendo en música más comercial, alejándose del modelo experimental que el Rock sinfónico tenía como base principal. Todos, menos Pink Floyd.

Efectivamente. Pink Floyd, sin embargo, se resistió a dar su brazo a torcer ante los nuevos modelos comerciales, que daban más dinero al llegar a más gente, pero eran claramente un cambio de rumbo. A «The wall» de Pink Floyd se le acusó de ser comercial. Pero sin duda no lo es. Cierto que el ritmo del tema principal de «The wall» es algo machacón, pero tiene su sentido cuando se ve la película asociada. Por cierto, una película realmente increíble de ver.
Sin duda el disco por antonomasia de Pink Floyd, a decir de muchos, y también en mi opinión, es sin duda «The dark side of the Moon» (La cara oculta de la Luna). Un disco de 1973 realmente brutal, magistral, donde cada pieza es una verdadera obra maestra.
Eso sí: tenga en cuenta que esta música no es para poner mientras lava los platos o busca en Internet la receta de aquel bonito a la vizcaína que quiere probar. Y todos mis respetos a los platos y al bonito a la vizcaína, pero este disco se escucha en una sala casi a oscuras, en completo silencio, preferiblemente tumbado, y con un equipo hifi de gran calidad, o bien un buen reproductor de sonido con unos buenos auriculares.
Cerrar los ojos, comenzar a escuchar este disco, y viajar a las estrellas y más allá de las galaxias es automático. Solo tiene que vaciar la mente de las cosas cotidianas de la vida, cerrar la puerta con pestillo para evitar intrusiones no deseadas, y viajar al fondo de la mente y del alma.
Pink Floyd es, por lo tanto, música, pero también es una inyección de una droga que nunca nos dañará: la de una calidad instrumental y lírica como pocas veces se ha visto. Pink Floyd es, en definitiva, un camino para encontrarnos con nosotros mismos. Y poder disfrutar de la música como nunca podríamos imaginar.
Señoras y señores, con ustedes: Pink Floyd, The dark side of the Moon.
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