Hoy estoy indignado. Indignado, y triste. Porque mis sospechas de que este mundo vuelve al medievo, al oscurantismo y al pensamiento único se están confirmando claramente. ¿Para qué escribir la historia de la caída de la humanidad en una nueva barbarie, si la podemos presenciar a diario?
Ya hablé de este tema en este enlace. El ejemplo que traigo hoy viene de Canadá, país que, supuestamente, es moderno y avanzado. Quizás lo fue en algún momento, aunque tiene también sus páginas negras. Pero se suponía que era un país moderno y respetuoso con la cultura.
No lo parece ahora, al ver la noticia que me ha deprimido sobremanera:
«Queman en Canadá cómics de Astérix y Tintín por mostrar prejuicios contra los indígenas».
«Eppur si muove» (y sin embargo se mueve) es la frase que, aparentemente, pronunció Galileo Galilei cuando la iglesia le hizo abandonar la idea de que era la Tierra, y no el Sol, la que se halla en el centro del sistema solar. Intolerancia en su máximo grado, y una idea: el ser humano luchará por conservar sus mentiras y sus manipulaciones, para poder controlar el nicho de poder que posee, y continuar la explotación de la ignorancia a la que sume a la población en su totalidad. Cualquier idea novedosa, que desvíe de ese objetivo, deberá ser perseguida y eliminada.
Y eso me lleva a la noticia de los libros quemados en Canadá.
¿En qué momento de este siglo XXI hemos llegado a la conclusión de que tenemos que volver a quemar libros como forma de desarrollar la cultura y el conocimiento? ¿En qué instante nos hemos convertido de nuevo en jueces y verdugos de la cultura que no nos interesa? ¿Qué parte de la frase «la cultura muestra los rasgos de una era y la interpreta» se ha perdido en el infierno?
Las obras culturales son fruto de la época en que se crearon. Si vamos a juzgar ahora toda la cultura de todos los tiempos, y especialmente la literatura, porque no es afín a nuestros principios, tendremos que empezar a quemar la mayoría del material de la mayoría de obras de las bibliotecas de todo el planeta.
Este asunto es muy serio, y muy grave. Estamos pervirtiendo la sociedad mientras abogamos por creernos que, en el siglo XXI, hemos alcanzado el mayor nivel de moral y ética nunca conseguidos, y por ello tenemos el derecho, y el deber, de juzgar al mundo según nuestra visión actual de dicha moral y ética. Nos hemos convertido en los defensores de las ideas de libertad, democracia e igualdad que queman y llevan a la hoguera todo aquello que no es comprendido, que no concuerda con nuestras ideas, que no sigue los patrones que hemos establecido.
Alguien dirá que esa acción concreta la ha hecho un grupo de iglesias católicas. Me es indiferente. Si la iglesia católica vuelve a quemar libros, como ya hiciera en el pasado, y no actuamos, somos cómplices y verdugos de sus acciones. Si cualquier persona, o entidad, quema libros mientras miramos para otro lado, somos tan culpables como aquellos que quieren destruir la cultura, el conocimiento, el arte, y el pensamiento libres.
Yo lucho desde este pequeño blog contra esa lacra social que establece que solo un pensamiento es el correcto, y solo unos pocos elegidos son los que pueden dictaminar cómo hemos de pensar y actuar los demás, y cómo hemos de gestionar nuestras obras, nuestras, ideas, nuestros pensamientos. Es evidente que yo no tengo influencia ninguna en la sociedad, y es evidente que este texto no tendrá repercusión alguna, como no lo han tenido el resto de mil trescientos artículos escritos en este blog.
Pero es evidente que, si solo una persona, solo una, puede llegar a ver que, realmente, estamos entrando en una vorágine de oscurantismo y de persecución, azuzadas desde diferentes sectores de la sociedad, que se creen con el derecho a decirnos qué debemos pensar y escribir, qué es bueno y qué es malo, qué actitudes premiarán, y qué actitudes castigarán, si solo una persona repito, puede ver y entender que hay que reaccionar ya, entonces me sentiré plenamente satisfecho.
A mí me queda poco en este mundo, y no debería importarme demasiado. Pero me importa. Porque yo viví la época de la dictadura franquista, y el terror del comunismo soviético, y ambas eran máquinas de represión y persecución que creía habíamos superado. Pero veo que no es así; veo que los pensamientos totalitarios, tanto de derechas como de izquierdas, vuelven para construir nuevos muros. Físicos, pero también otros mucho peores: los muros mentales, que quieren arrinconarnos en una esquina del enorme campo del pensamiento y la filosofía.

Es una pena. Pero al menos puedo decir que ya lo reflejé en mis libros, ya di mi versión de los hechos. Esos libros son ficción solamente; pero la idea que proyectan es totalmente real: una sociedad moribunda en sus pensamientos y reflexiones, totalmente controlada por la manipulación y por unas normas que quieren parecer democráticas y justas, pero que persiguen, y castigan, cualquier forma de pensamiento no considerada correcta.
Cuando se comienza quemando un libro, se sigue quemando otro, y luego diez, y luego mil. Y luego a sus autores. Primero sus ideas. Luego a la misma persona. Se empieza juzgando un pensamiento, y se termina juzgando cualquier idea que no sea la idea aceptada como única y verdadera.
Cuando un libro arde, la sociedad entera arde. Cuando alguien quema un libro, todos somos culpables. Y cuando permitimos que la cultura sea enterrada y destruida, todos debemos entender que, el único camino que queda, es el de alzarse contra la filosofía del pensamiento único, y hacer entender al mundo que, cada ser humano es libre de expresar sus ideas y sus pensamientos, sin otro límite que el respeto a los demás. Y que los libros, como expresiones culturales de su tiempo, no reflejan los valores del autor, sino de la época en que fueron escritos.
Si no entendemos algo tan simple, es que no entendemos nada. Lo razonamos todo con fuego.
Pero no lo olvidemos: el fuego todo lo que quema, hasta que acabe devorándonos a nosotros mismos. Y ya no quede nada, ni nadie, más que un mundo oscuro y único, con fanáticos intolerantes, convertidos en drones de un pensamiento único, que lo controla todo.
El fin de la cultura empieza con un libro ardiendo. A partir de ahí, todo es vacío. Y silencio.
En algo te equivocas: no es cierto que tu escrito no tenga ninguna repercusión. Aquí estoy yo y todos los que te leen para aplaudir tus palabras. La única forma en que yo concibo quemar un libro (el que sea) es para sobrevivir a la hipotermia, y eso sería luego de leerlo y con lágrimas en los ojos.
La cultura de la cancelación se me parece cada día más al universo de Fareheit 451, por mucho que Bradbury trató de advertirnos.
Pero es que somos tontos de capirote: tenemos lo que merecemos… unos por imbéciles, otros por malcriados, la mayoría por indolentes y un puñado por no tener voz.
Pero gritamos. En una caverna, en un pozo, en una sima, no dejaremos nunca de gritar.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias Alex, es reconfortante ver que hay apoyo y que hay tesón en romper cadenas. Las de metal, pero especialmente las de la mente, que son las más peligrosas. Saludos.
Me gustaMe gusta