Llevo un tiempo sin escribir en este blog, no por falta de interés, sino porque la vida, como ya sabrá el lector, a veces da golpes que lo dejan a uno como el boxeador que ha quedado perdido y dando vueltas en el ring tras un directo del oponente. En esos momentos de la vida se olvida todo excepto lo esencial: vivir y salir adelante como sea.
Pero soy duro, soy fuerte, y soy persona acostumbrada a recibir esos golpes, la vida me ha endurecido desde que era niño, y he visto y vivido las suficientes experiencias como para recobrarme poco a poco, pero con energía y entusiasmo de esos golpes que da la vida. No soy de acero, soy un ser humano con debilidades y con conflictos como todos, pero procuro decirme cada día a mí mismo que puedo superar las pruebas que la vida nos va poniendo delante de nuestro curso. Sin embargo, soy capaz de llorar, y lo hago cuando es necesario. Porque llorar libera tensiones y dolor, y es una terapia en sí misma. Tampoco niego el abrazo o las palabras de ánimo de alguien cercano, porque son el apoyo fundamental para salir adelante. No podemos jugar al «tipo duro» toda la vida, porque somos seres humanos, fuertes, pero no inmortales. Mi padre me enseñó a ser un tipo duro. Lo comprendo, eran otros tiempos, basados en superar guerras y conflictos donde uno debía depender de sí mismo. Pero ese tipo de educación está ya superado. Ahora hay que enseñar que el apoyo mutuo y la confianza entre todos es la base para superar cualquier problema que nos presente la vida.
Sin embargo, y lo he visto muchas veces, también recientemente estas semanas, otras personas carecen de los mecanismos para sobreponerse a un golpe fuerte, por razones muy diversas. No es culpa de ellos. Es culpa de un mundo que a veces es demasiado cruel con ciertos individuos. Gentes que, ante un problema grave, no reciben la ayuda adecuada. Y no me refiero solo a la atención médica.
Aquí entra un concepto fundamental: la psicología clínica, y el profesional psicólogo. Cuántas veces se ha denostado esta figura, cuántas veces se ha ignorado la fundamental importancia de esta profesión y de estos profesionales, y cuántos desastres ha causado ignorar el trabajo de estos profesionales. En un mundo donde muchos creen tenerlo todo controlado, la mayoría caen cuando no entienden que un psicólogo puede ser el elemento clave para redirigir las duras heridas que provoca la vida.
Recordemos una frase que se sigue oyendo mucho:
«¿Ir yo al psicólogo? ¡Anda ya! ¡Yo no estoy loco!»
Este tipo de comentario, que se oye con demasiada frecuencia, denota una carencia de conocimiento básico sobre la labor de los psicólogos clínicos, y de su trabajo fundamental para ayudar a personas que han pasado, o están pasando, situaciones de todo tipo, sea laboral, personal, médico, que requieren unos cuidados especiales que ningún otro profesional puede dar. Porque el médico nos va a curar de la enfermedad física, pero la psicología del individuo requiere de un experto psicólogo. Quizás el ejemplo más clásico sea sin duda la depresión, pero existen otros cuadros mentales de todo tipo, que requieren de un psicólogo para poder afrontar situaciones difíciles, el stress sería un buen ejemplo de un problema acuciante en las sociedades modernas actuales.
Hace poco veía un vídeo de una mesa redonda llevado a cabo en un hospital universitario, donde hablaban varios médicos sobre una enfermedad grave que tiene aparejada situaciones de gran stress y depresión. Los médicos tratan esa enfermedad grave con tecnologías muy avanzadas, pero ¿quién trata la depresión y el stress que sufren esos pacientes al sufrir una enfermedad grave? No el médico, por supuesto. Ese es el papel del psicólogo clínico. Y debemos entender algo fundamental: un tratamiento médico adecuado de una enfermedad grave, si no va acompañada de un proceso de recuperación psicológica, tiene muchas más posibilidades de fracasar.
En este vídeo del que hablaba en el párrafo anterior, aparecen varios médicos explicando cómo tratan cierta enfermedad grave, los avances médicos logrados, etc. Luego, fue invitada a hablar una psicóloga clínica, una mujer que, una vez en la tarima, expuso las razones y necesidad de atender a los pacientes desde un punto de vista psicológico como parte fundamental de la terapia de recuperación de los pacientes. Porque, a diferencia de lo que mucha gente cree, un estado depresivo o de stress intensos sí inciden negativamente en el cuerpo, y de una manera directa. ¿Por qué? Porque esos estados psicológicos producen respuestas físicas en el organismo, que inciden muy negativamente en la recuperación del paciente, muchas veces incluso acrecentando el problema de base, o incluso creando otros antes inexistentes.
El secreto de esta relación mente-cuerpo es la neuroquímica y la interacción, precisamente, de la mente y el cuerpo. La mente sufre, y esto induce la puesta en marcha de procesos neuroquímicos que conllevan muchos problemas para el organismo. Sin embargo, una persona motivada, sin stress, con una depresión que ha sido superada, y que tiene esperanzas reales de superar sus problemas, induce al cuerpo a un estado de bienestar que tiene una inmediata respuesta en el cuerpo, y se ha demostrado que el sistema inmune, por poner un ejemplo, funciona mucho mejor en pacientes que han sido motivados positiva y emocionalmente. Un paciente que controla su stress y su depresión es un paciente que, definitivamente, tiene una mejor prognosis de cura de una enfermedad grave, que aquel paciente que no es psicológicamente atendido.
En el turno de preguntas del vídeo que estoy comentando, apareció el clásico hombre duro, que lo puede todo, y que podría haber sido mi padre, y soltó la frase, también muy clásica: «yo no creo en la psicología, he superado mi enfermedad yo solo y sin ninguna ayuda».
Esta es una respuesta demasiado habitual en nuestra sociedad frente a la propuesta de ser atendido por un profesional de la psicología.
Pues no, mire usted, señor duro, déjeme que le explique algo, si no le importa. Respeto su opinión, pero no la comparto en absoluto. En la psicología clínica no se cree o se deja de creer. No es una religión que tenga creyentes, sino una ciencia que ha avanzado con pasos gigantescos, sobre todo en los últimos cuarenta años. Lejos, muy lejos, quedan Freud y sus ideas, que fueron una base por supuesto, pero cuyos modelos y propuestas ya han sido largamente superados. Freud fue un gran hombre, pero su método de trabajo no era todo lo científico que se hubiese deseado, por una razón: porque en aquella época el conocimiento de la mente era casi nulo. Ahora, con la ayuda de tecnologías muy avanzadas, podemos ver cómo los estados de ánimo de un paciente inducen la actividad de ciertas zonas del cerebro, mejorando o empeorando la calidad de vida de un paciente directamente. Luego, podemos concluir que el estado psicológico de un paciente influye directamente en su estado físico.
El mito del hombre duro es algo que deberíamos ir superando en nuestra sociedad. Viene causado por un modelo educativo arcaico que nos inducía a superar cualquier problema o barrera por nosotros mismos, sin ayuda alguna externa. Sin embargo, una sociedad moderna no puede, ni debe, crear individuos autosuficientes, sino que debe enseñar que todos, en un momento u otro, vamos a necesitar la ayuda de profesionales, y, por supuesto, de psicólogos que nos ayuden a superar momentos duros y difíciles.
La psicología sigue metida en ese mito freudiano del psicoanálisis y del sofá que tanto se popularizó en los años cincuenta a setenta del siglo XX. Recuerdo las bromas que Woody Allen hace de este tema en su maravillosa película «Annie Hall». Pero esa psicología, que era muy respetable y que se conocía como psicoanálisis de Freud, ha quedado sin embargo muy superada.
Hoy, los psicólogos trabajan con el método científico, mano a mano con los médicos y otros profesionales, en la búsqueda efectiva de tratamientos que mejoren la calidad de vida mental del paciente. Porque sin ese elemento, no podremos atender las necesidades de ese paciente de una forma clara y efectiva.
Cuando comprendamos que la cura de un paciente es un todo mente-cuerpo, cuando entendamos que la labor del psicólogo debe estar unida indefectiblemente a la del médico, y cuando entendamos que la mente, y su salud, son componentes fundamentales de la calidad de vida de un paciente, habremos dado un paso gigante para mejorar esa calidad de vida, y conseguir individuos que vivan de forma mucho más plena, y lo más importante, con recuperaciones de sus enfermedades más rápidas y efectivas.
Todos tenemos derecho a reír. Pero que nadie lo dude: todos tenemos derecho a llorar. Y a liberar nuestro dolor. Ese mito del «hombre duro que todo lo puede», y ese otro mito de que la mujer es débil y delicada, deben superarse ya. Hombres y mujeres somos y sentimos, reímos y lloramos, sufrimos y luchamos por superar nuestro dolor. De ahí parte un camino para una vida plena y feliz. Y es tarea de toda la sociedad, en su conjunto, que se termine logrando.
Mientras tanto, agradezco como siempre la paciencia del lector y el interés en este blog, y espero seguir escribiendo cosas que puedan ser de su interés. Ya sabe, un poco de todo: ciencia, arte, tecnología, y humanidades. Amo el universo, y no me resisto a probar un bocado de cada aspecto del mismo. Un abrazo.
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