Verónica: adiós a una grande del cine y la vida

Con el reciente suicidio de Verónica Forqué se ha visto, una vez más, el tipo de sociedad en la que vivimos. Yo he sido testigo directo de un caso de esquizofrenia aguda grave, una amiga de la universidad, y he podido ver cómo un amigo se quitaba la vida en el lavabo de su casa con solo treinta años. De eso hace décadas. Pero este problema no ha cambiado en absoluto, y es evidente que este mundo frío y distante de las redes sociales lo ha agravado.

Las enfermedades mentales son un problema social muy grave, que se esconde y se ignora, y en el que los enfermos son acusados de «no tener valor para afrontar los retos de la vida«. Es evidente que, quienes hacen estas afirmaciones, no tienen ni la más mínima idea de lo que es un cuadro de depresión grave, como el que sufría Verónica Forqué.

Dos grandes del cine y el teatro: Adolfo Marsillach en el papel de Santiago Ramón y Cajal, y Verónica Forqué como su esposa, Silveria Gañanás.
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Redes sociales, las destructoras de sueños

En anteriores entradas ya he dejado clara mi postura sobre las redes sociales, y su altísima capacidad para pervertir todo tipo de relaciones humanas, convirtiéndolas en simples modelos básicos «me gusta/no me gusta», con el agravante de modelos como Facebook o Twitter, donde solo se emplea el «me gusta».

Ese modelo, lejos de evitar la frustración por los «no me gusta», incide aún más en la necesidad constante de reafirmación del usuario cuando ve que va perdiendo «me gustas», y su actividad ya no tiene el eco que tenía antes, y sus estadísticas van cayendo.

Hoy vengo con una nueva entrada, motivada por un caso reciente que he visto y vivido recientemente. Y me preocupa que gente maravillosa e increíble tenga que sufrir por una causa que no es real, y que solo nos condiciona porque la sociedad nos dice qué es bueno y qué es malo.

No. Vamos a aclarar ideas. Y vamos a dejar frustraciones y depresiones de lado, o, al menos, vamos a intentarlo y poner todo nuestro esfuerzo en ello. No quiero ver ni a una sola persona más frustrada por culpa de las redes sociales.

Todos nos podemos frustrar con las redes, pero atención a los adolescentes, pueden sufrir verdaderas situaciones delicadas y complejas que se han de controlar y vigilar.
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Gestión y estrategias para la cuarentena

Cuando escribo esto comienza la segunda semana de cuarentena. El entusiasmo de la primera semana, los aplausos, las canciones, las buenas intenciones, quedaron atrás. Ahora comienza a pesar el confinamiento. Las noticias de los miles de infectados, y cientos de muertos, que crecen cada día. La opresión de las paredes. La angustia de las imágenes de las calles vacías. El incesante bombardeo informativo de noticias. La angustia por la situación personal y laboral de miles y miles de personas. El miedo, la ansiedad y la angustia atávicos, pero razonables, de que haya parámetros no controlados.

Y, en definitiva, el temor a que podamos terminar contaminados, y valorar si realmente todo este esfuerzo mereció la pena.

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La ansiedad tiene evidentes efectos físicos si no se controla, todos estamos sometidos a una enorme presión. Es normal, usted es humano, no un superhéroe. Dese una oportunidad a sí mismo para relajarse y superarlo.

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Psicología clínica: cuando quieres vivir, pero no puedes

Llevo un tiempo sin escribir en este blog, no por falta de interés, sino porque la vida, como ya sabrá el lector, a veces da golpes que lo dejan a uno como el boxeador que ha quedado perdido y dando vueltas en el ring tras un directo del oponente. En esos momentos de la vida se olvida todo excepto lo esencial: vivir y salir adelante como sea.

Pero soy duro, soy fuerte, y soy persona acostumbrada a recibir esos golpes, la vida me ha endurecido desde que era niño, y he visto y vivido las suficientes experiencias como para recobrarme poco a poco, pero con energía y entusiasmo de esos golpes que da la vida. No soy de acero, soy un ser humano con debilidades y con conflictos como todos, pero procuro decirme cada día a mí mismo que puedo superar las pruebas que la vida nos va poniendo delante de nuestro curso. Sin embargo, soy capaz de llorar, y lo hago cuando es necesario. Porque llorar libera tensiones y dolor, y es una terapia en sí misma. Tampoco niego el abrazo o las palabras de ánimo de alguien cercano, porque son el apoyo fundamental para salir adelante. No podemos jugar al «tipo duro» toda la vida, porque somos seres humanos, fuertes, pero no inmortales. Mi padre me enseñó a ser un tipo duro. Lo comprendo, eran otros tiempos, basados en superar guerras y conflictos donde uno debía depender de sí mismo. Pero ese tipo de educación está ya superado. Ahora hay que enseñar que el apoyo mutuo y la confianza entre todos es la base para superar cualquier problema que nos presente la vida.

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Cuando ser mejores nos hace peores

Tras seguir mi proceso de «desintoxicación» de la red de Facebook, que ahora solo uso para mi página de ciencia y la de mi hobby, y recordando una reciente reflexión de un compañero de letras sobre el tema del suicidio, me gustaría profundizar un poco más en este asunto de las redes sociales y de Facebook, centrándolo en las expectativas de la gente con los demás y, especialmente, con uno mismo. Y las consecuencias de que se nos exija ser siempre «los mejores en todo».

Como decía en el párrafo anterior, hace poco un compañero de letras hablaba del suicidio, ese tema que parece debe quedar oculto bajo el manto de la hipocresía en la que nos movemos actualmente. Las causas del suicidio son muy diversas, y acudir a un especialista ante cualquier síntoma es fundamental. Pero yo me voy a referir a uno de los motores de esa frustración que lleva a la idea del suicidio. Y es la excelencia que se nos exige para todo hoy día. Todo debe ser buena imagen, buen estilo, caras sonrientes, y un mundo ideal que las redes sociales promueven con todavía más fuerza que la televisión, y que es, en su mayor parte, falso.

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Un perro también es un gran amigo y una ayuda en los momentos difíciles

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