Hoy es miércoles, el día de la música en La leyenda de Darwan. Pero hoy no traeré aquí alguna pieza musical, sino una noticia y reflexión. La noticia es la quiebra de la empresa Gibson, fabricante de las míticas guitarras del mismo nombre. Especialmente de modelos tan famosos y carismáticos como la Gibson Les Paul, la SG, o la Flying V.
Son muchos los que se preguntan el por qué de esta situación. ¿Es simplemente por una razón de mala gestión? ¿O es el signo de los tiempos? Yo creo que puede haber un poco de todo, pero, sin duda, comprar una guitarra que suele costar 2000 euros o más, cuando hay una competencia muy importante, que construye guitarras de muy buena calidad a la mitad de precio, es un factor a considerar.

En la tienda donde he comprado mi cacharrería musical toda la vida, la tienda de Musical Farrás en la ciudad de Terrassa, me lo dijeron hace no mucho: las guitarras chinas ya no son esas imitaciones de mala calidad de antes. Ahora son guitarras bien construidas, con un buen sonido y acabados, que llaman la atención de muchos guitarristas. Esas guitarras quizás no lleguen a la calidad de una Gibson, pero para la mayoría de ocasiones son lo suficientemente buenas como para dar un sonido de calidad, que deja satisfechos a muchos guitarristas. Por lo tanto, tener una Gibson se ha convertido más en un asunto de tener en propiedad la mítica guitarra, y no tanto disponer de un instrumento de alto nivel.
Por otro lado, hace muchos años que se viene diciendo que las Gibson, y también las Fender, ya no son lo que eran. El abaratamiento de los costes y la masificación a finales de los sesenta y setenta provocaron una caída en la calidad y acabados de los materiales. Y otras marcas fueron surgiendo, con sonidos propios, y precios muy competitivos.
También, como comentan en este enlace del diario El País, se podría achacar a que mucha gente joven ya no quiere pasarse años dedicados al aprendizaje de la guitarra, cuando los modernos secuenciadores y bancos de sonido programables de hoy día permiten crear una música que se aleja del rock puro, y que permite composiciones accesibles al alcance de cualquiera.
Algo de cierto hay en eso, en mi opinión. Tocar una guitarra, tocarla bien me refiero claro, requiere de muchos años, y de mucha dedicación. Y, estos tiempos modernos, donde todo es inmediatez y resultados rápidos, son incompatibles con el trabajo y el estudio de años y años de superación. La inmediatez lo envuelve todo, y, en ese contexto, aprender a tocar un instrumento se ve como una pérdida de tiempo.
Probablemente es un conjunto de factores los que han provocado esta situación, sin descartar mala gestión, competencia, pero también un cambio en los tiempos que vivimos. Todo ello se ha sumado para que Gibson haya caído. Pero lo que me pregunto ahora es: ¿ha caído Gibson? ¿O ha caído una forma de entender la música, que fue propia de la segunda mitad del siglo XX? Mucho habrá de eso, en mi opinión. Es el signo de los tiempos.
Estilos musicales muy propios de la guitarra, donde la Gibson reinó, como el blues, el jazz, o el soul, son cada vez más nichos de entusiastas que peinamos canas. No desaparecerán esos estilos, pero quizás es el momento de que vayan pasando a considerarse clásicos, en muchos sentidos. El jazz, el blues, han envejecido, y nosotros con ellos.
¿Puede ser la Gibson rescatada? Es muy difícil de decir. Pero las cosas parecen estar muy complicadas.
Dediqué uno de los tres capítulos que he dejado para lectura de «Sandra: relatos perdidos» al jazz, y a unos recuerdos de juventud que guardo con añoranza. Por si alguien quiere leerlo, está en este enlace. Larga vida a la música que no requiere microprocesadores ni bancos de memoria para existir. Que nace de las manos y del trabajo. Porque nada puede imitar a unas manos deslizándose por el mástil de una guitarra, con su sonido especial y mágico.
Ese es un poder reservado a quienes dedican una vida a dominar un instrumento que suena solo porque alguien tiene el alma para ello. No reniego de la tecnología, por supuesto. Pero a mí denme una sesión de jazz, de blues, de rock, de toda la vida.
Quizás yo también me he quedado anclado en el siglo XX. Quizás, incluso, sea feliz por ello.
No me imagino a los red chilly papers con guitarras chinas
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Cierto, ni a jóvenes de hoy día estudiando cinco años y rompiéndose las yemas de los dedos. Los hay, pero son una franca minoría cada vez más pequeña. Un abrazo.
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