Otro texto de protesta. Y sé que el tono es duro. Pero perder vidas inútilmente y por razones absurdas es algo que siempre me ha puesto muy nervioso. Por eso creo que el tono ha de ser duro, y serio. Pero también esperanzador por supuesto. Vamos a ello.
Ya están aquí. Son el último grito de periodistas oportunistas, fanáticos de la obviedad, y precursores de desdichas que serán conocidas si usted hace click en el anuncio de turno. Ya tenemos nuevo argumento para llenar páginas de nada, con información exagerada, manipulada, y usada para vendernos ese magnífico sistema cuántico que nos curará el cáncer. Son, por supuesto las superbacterias.
¿Qué son las superbacterias? Son bacterias con el prefijo super colocado delante. Nada más. Son, eso sí, como vulgarmente se denominan a esas bacterias que, como era de esperar, se han ido adaptando a todos los antibióticos conocidos. Recordemos que hace no tanto, cien años atrás, las muertes por infecciones bacterianas eran tremendamente comunes. El descubrimiento casual de la penicilina por el doctor Fleming supuso el pistoletazo de salida a todo un nuevo ejército de medicamentos contra las bacterias. Y repito: contra las bacterias. Los virus son inmunes a los antibióticos.
Veamos esta escena. Una nena está en la cama con fiebre por gripe.
—Mamá, me duele mucho la cabeza.
—No te preocupes hija; mamá, que sabe que tienes gripe, y que no tiene ni idea de biología ni de medicina, te va a dar ese antibiótico que usaba la abuela, porque al fin y al cabo si le ayudó con su infección bacteriana, pues también le ayudará con tu gripe. Total, como no sé nada de estos temas, me invento una teoría ahora mismo de que esto te va a ayudar, y me quedo tan tranquila.
Efectivamente. La madre está cometiendo un terrible error. ¿Cuál? En cierto modo, podríamos decir que esa madre está enseñando a las bacterias que sí tiene la niña, pero que no le causan efecto por su sistema inmunitario, que aprendan a reconocer el antibiótico. ¿Y qué hacen las bacterias? Toman buena nota del antibiótico, y alguna de ellas desarrolla inmunidad.
Cuando, un año más tarde, la niña enferma debido a la bacteria, la madre le vuelve a dar el medicamento antibacteriano. Y no le hace efecto. La bacteria se ha vuelto resistente. Tenemos lo que popularmente y erróneamente se denomina una «superbacteria».
Una variante de esta historia es el enfermo que, como ya se siente bien ante una infección bacteriana, deja de tomar el antibiótico. Su sistema inmune termina con las bacterias, pero quedan algunas que han podido resistir el antibiótico. Y algunas de esas bacterias habrán desarrollado inmunidad contra el antibiótico y que pueden pasar a terceras personas, o por zoonosis a otros animales. Ya tenemos nuevas superbacterias.
Las superbacterias no tienen nada de super. Son, simple y llanamente, la prueba fehaciente de que la evolución es una realidad palpable y constable. Y, por otro lado, las mal llamadas superbacterias son una prueba de cómo la naturaleza no se preocupa por la especie humana, ni le tiene una especial dedicación, ni le importa lo más mínimo.
En la Tierra, del cien por cien de especies que han existido, el noventa y nueve por ciento están extintas. Solo una de cada cien especies puebla actualmente la Tierra. Claro que este número baja rápidamente. La humanidad es la sexta causa de extinción de vida en el planeta. Pasaremos a la historia de la Tierra como los responsables de la desaparición de flora y fauna que ha existido en la Tierra durante muchos millones de años.
En ese camino hacia la extinción, bacterias y virus han tenido papeles fundamentales. Los virus sirven como puente para cruzar ADN y ARN entre especies, creando nuevos organismos, y las bacterias regulan las poblaciones, viviendo en simbiosis con algunos (como las bacterias que tenemos en el intestino, cuyos orígenes datan de hace tres mil quinientos millones de años), y otras bacterias, que combaten los sistemas inmunitarios de otros organismos más complejos. Es una lucha donde cada parte evoluciona, no porque sepa que haya que evolucionar, sino, lisa y llanamente, porque los que no se adaptan mueren. Es uno de los principios fundamentales de la evolución: «no se trata de que sobrevive el más fuerte; sobrevive el que mejor se adapta al ecosistema en el que se halla».
Ahora, además, aparecen legiones de iluminados que dicen que saben perfectamente lo que tienen que hacer, que toda la investigación médica de los últimos tres siglos está diseñada para engañar a la humanidad, y lo que es peor, que aplican sus «soluciones» con sus hijos, y no los vacunan, ni les dan los tratamientos médicos adecuados cuando se ponen enfermos. Les dan leche sin protección de la pasteurización, y les hacen comer alimentos sin los controles sanitarios adecuados, «porque, si se cría en el campo sin químicos, ha de ser bueno». Lo siento, pero así se criaba la gente en la Edad Media, y morían a miles.
Creen que un zumo de limón cura el cáncer, y condenan a sus descendientes a sufrir enfermedades que llevan décadas relegadas a pequeñas zonas, y que ahora vuelven, porque las defensas de los seres humanos no protegidos no están preparadas mediante las vacunas.
Todo ello en un contexto de vida sana, donde se confunde lo natural con modelos de vida que en el pasado eran la causa de la muerte de una gran parte de la población.
Finalmente, y aclarando este tema: antibióticos para bacterias, vacunas para virus. También, por supuesto, vacunas antibacterianas, para evitar infecciones de este tipo.
¿Qué solución queda contra las superbacterias? Depende. Los laboratorios tendrán que desarrollar nuevos medicamentos antibacterianos, probablemente más específicos y complejos, incluyendo nuevas variantes de antibióticos. También se habla de virus modificados, incluso de nanobots en el futuro. Pero, mientras tanto, enfermedades que causaron estragos en el pasado podrían volver a matar a miles, millones de seres humanos.
Que nadie se engañe; este momento iba a llegar tarde o temprano. Nuestra lucha contra las bacterias es como la de una hormiga queriendo desplazar una montaña grano a grano. Ellas llevan aquí desde los orígenes de la vida, y seguirán aquí cuando la humanidad no sea más que restos arqueológicos para que los estudien los marcianos. Pero, mientras tanto, hemos acelerado esta situación debido a un mal uso de una herramienta fundamental para la salvación de millones de seres humanos en el siglo XX y en estos inicios del XXI.
Mientras tanto, ahora mismo, en este momento, están muriendo miles de personas por acción de bacterias que son inmunes a todos los tratamientos. De hecho, la OMS y los gobiernos del planeta saben que es la plaga que se acerca en este siglo XXI. Si una de esas superbacteria se adapta lo suficiente, y puede crear una infección a gran escala, ¿le suena la peste negra? ¿Aquella infección bacteriana que mató al 60% de los europeos del siglo XIV? Ahora se podría contener mejor una infección así debido a la mejor alimentación, con leche tratada… Ah no, que es mejor tomarla cruda. Y limpieza de los alimentos mediante plaguicidas… Ah no, que hay que tomarlos del huerto tal cual.
Es una combinación que se acerca como los ejércitos que realizan una maniobra en pinza: las superbacterias tienen más oportunidades de sobrevivir, y la población está convencida de que los métodos industriales para conservar y limpiar los alimentos deben ser eliminados. Si juntamos estos dos sucesos, se puede constatar que el peligro es realmente serio.
Por lo tanto, si hay superbacterias ¿cómo evitar que se propaguen? Precisamente con higiene, con limpieza, evitando que parásitos y otros organismos puedan propagar las enfermedades. Con alimentos limpios, tratados correctamente, y con leche pasteurizada, nada de leche cruda u otros inventos que suenan ecológicos, pero que son trampas mortales.
Pero las bacterias seguirán ahí, adaptándose. En última instancia, se deberán desarrollar nuevas tecnologías y estrategias para poder vencer a estas bacterias adaptadas. Con esfuerzo, con tiempo, y con dinero, podrá conseguirse. Hasta que se adapten de nuevo. Es una lucha que hemos llevado adelante durante los últimos millones de años. No hemos encontrado nada nuevo, pero ahora tenemos la ciencia y el conocimiento para desarrollar nuevas soluciones. No tiremos esos conocimientos por la borda. Nos va la vida en ello.
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