Hoy hablaré de una enfermedad que lleva mucho tiempo asociada en silencio a la sociedad, a la que no se presta atención, y que es causa de muchos problemas sociales: la Letraminosis. ¿En qué consiste esta enfermedad?
La Letraminosis es una grave enfermedad, provocada por una carencia de una enzima, llamada culturalasa, que provoca cuadros diversos en el paciente: falta de cultura, problemas para el razonamiento crítico, carencia de pensamiento racional, y una importante dependencia de las noticias falsas.
La Organización Mundial de la Salud, en su informe 2015-2020, reveló que la Letraminosis está creciendo de forma exponencial en muchas sociedades.
Pero, ¿es la Letraminosis un signo de los tiempos? ¿O es una enfermedad que se ha infradiagnosticado desde hace décadas? Vamos a verlo.
Un poco de historia, valga la redundancia.
Cuando estuve realizando el servicio militar, como buen español defensor de la patria, y apasionado soldado que había jurado acabar con los comunistas bolcheviques de la Unión Soviética (comunistas de verdad, no eso que ahora llaman comunistas), el porcentaje de personas que prácticamente no sabían leer ni escribir en mi cuartel era de aproximadamente un veinticinco por ciento. Dicho de otro modo: uno de cada cuatro soldados de mi cuartel eran básicamente analfabetos. Apenas si sabían leer y escribir, y como mucho sumar y restar.
En esas condiciones, yo, que estaba entonces en mitad de mis estudios de informática, que reprendí tras volver a casa, era una especie de bicho raro. De ahí que me asignaran al departamento de informática, junto a un por entonces poderoso IBM Sistema 36. Los que más o menos nos defendíamos con las letras y los números éramos seres raros, y los militares se apresuraban en apartarnos, para asignarnos tareas que necesitaban cubrir urgentemente (porque el resto eran carne de cañón, para luchar contra la invasión Soviética, que siempre estaba a punto de producirse). No en vano me ofrecieron quedarme en el ejército. «Solo si puedo matar a muchos comunistas soviéticos» les advertí. No hubo suerte.
En aquellos años España comenzaba a salir de una dictadura fascista que había proclamado a los cuatro vientos su gran nivel cultural. Lo cierto es que la cultura en España era nefasta, y solo era otro escaparate más para el dictador Franco, y los niveles de escolarización y de cultura general eran realmente aterradores.
Llega la democracia.
La democracia trajo algo bueno y algo malo: lo bueno es la capacidad, cada vez mayor, de escolarizar y asignar gastos en educación a una porcentaje de la población cada vez mayor. Lo malo fue que, desde sus inicios, los políticos, tanto de un bando como del otro, han usado la educación como arma arrojadiza, y muchas veces como instrumento para impregnar de sus ideas a los estudiantes, sin darse cuenta de que una educación real debe estar desconectada de manipulaciones políticas. Eso no significa que no se pueda dotar a los estudiantes de todos los instrumentos para que puedan ellos, por sí mismos, y con criterios científicos, escoger el ideario político que estimen oportuno y conveniente, siempre que ese ideario sea democrático claro.
Mayor libertad no significa, necesariamente, mayor número de personas formadas culturalmente. En España se sigue sufriendo de Letraminosis, es decir, falta de lectura, y falta de cultura en general, pero ahora las causas son muy distintas. Los políticos, de uno y otro bando, se enzarzan en constantes peleas, donde sus idearios políticos están por encima de la necesidad de dotar a la juventud de los instrumentos para recibir unos conocimientos en cultura general que sean acordes con el siglo XXI.
Vemos cómo ese viejo dicho de «los inteligentes van a ciencias, y los tontos a letras» sigue siendo un pensamiento anclado en muchos elementos de la vida educativa cotidiana. De hecho mi padre, que era un buen hombre, estaba imbuido por esa idea. Por eso yo, que iba para historiador, acabé estudiando informática. Fue mi padre quien me apartó del vicio de las letras y esa carrera para gentes de mala vida llamada historia, y me animó a estudiar informática, que es de chicos inteligentes y que saben gestionar su futuro. No se lo reprocho; era el signo de los tiempos. Pero esos tiempos han cambiado.
Hoy en día los jóvenes no acceden a la cultura por otros motivos. Tienen más medios, pero no se les ha formado en el pensamiento crítico, que invita a entender que la vida es mucho más que la fiesta y la diversión, la consola y el Netflix. Además, vistas las pocas oportunidades que tienen de poder emanciparse, conseguir un trabajo estable y con un sueldo digno, y poder participar en su propio futuro, entiendo que los jóvenes se desanimen, y se entreguen a pasarlo bien y a disfrutar. Si no les damos unos medios para que se conviertan en adultos, no podremos esperar que se transformen en adultos.
Queda mucho por hacer.
En resumen, en tiempos de Franco a la juventud se la veía como mano de obra barata y sin necesidad de que tuviesen una formación de alto nivel. Actualmente los jóvenes son vistos como nuevos votantes, cuyos votos interesan para el partido que en ese momento gobierne, y por lo tanto se toman medidas a muy corto plazo para ellos. Pero no se dispone de una política educativa seria, rigurosa, eficaz, libre de ideologías, basada en formar personas con criterio propio, que permita llevar adelante a jóvenes para que puedan ser adultos de provecho en el futuro para la sociedad en su conjunto, y no para unos intereses determinados.
Como me decía alguien recientemente, «iba a estudiar filosofía, pero para qué, si no tiene futuro; así que he dejado la filosofía, y me he pasado a las ciencias económicas«.
Ese es el resumen. Después de décadas intentando cambiar el modelo, ese modelo sigue creando personas que ven a la educación como un medio de vida solamente. Sí, es un medio de vida, pero debe ser mucho más. Creer que las ciencias económicas son más importantes que, por ejemplo, la filosofía, o la historia, es un gran error. Todo es importante, y necesitamos jóvenes formados en todas las materias, de ciencias, y de letras. Porque, ¿de qué sirve conocer los entresijos de la bolsa, o contabilidad financiera y analítica, si no sabes pensar y razonar convenientemente?
Esas personas son expertas en sus materias, pero fácilmente manipulables y maleables. Que es, precisamente, lo que quieren los gobiernos de sus ciudadanos: individuos que trabajen mucho, y piensen poco. Y, con esos criterios, nunca se podrá consolidar una verdadera democracia, plena en derechos y deberes para todos sus ciudadanos.
Necesitamos más mentes, y menos Letraminosis. Una enfermedad que sigue expandiéndose. Pero a la que nadie busca una vacuna. Porque la Letraminosis no mata el cuerpo, es cierto. Pero mata la mente. ¿Y qué es un cuerpo sin mente?
Por desgracia, el fenómeno no se limita a España. Por lo menos en mi país también el sistema educativo está erosionándose a pasos de gigante: más especialización, menos cultura. Se fusionan asignaturas que no se deben unir: en mi tiempo se daba español por su lado y literatura por el otro, gracias a lo cual descubrí desde edad escolar a la Ilíada, Espronceda y Hemingway. Ahora mi hija ha de tragarse una píldora que une español+historia+literatura: menos estudios, más tiempo para… ¿qué? Pues no sé. No es que tenga en contra nada a lo nuevo: con casi 50 tacos disfruto el anime como un enano, oímos la misma música y jugamos juntos al ps4. La diferencia está en que mi formación es sólida y la de ella no. Gracias a Dios aún la motivo a leer algo de cuando en vez, pero más y más depende de los resúmenes de Wiki que de leer. Pero yo me pregunto: ¿qué tal con los chicos de su edad, que no tienen abiertas las vías de comunicación que yo tengo con la mía?
No entres dócil en esa buena noche,
la madurez debería arder y sentir ira al finalizar el día;
ira, ira contra la muerte de la luz.
Aunque los sabios, al concluir su tiempo, sepan que la oscuridad es justa,
porque sus palabras no bifurcaron el relámpago,
no entran dóciles en esa buena noche.
Los hombres buenos, los últimos en pasar, lamentando cuan brillantes
sus frágiles obras habrían bailado en una bahía verde,
sienten ira, ira contra la muerte de la luz.
Los hombres salvajes que detuvieron y cantaron al sol en el aire,
y aprendieron, demasiado tarde, mortificándose en su andar,
no entran dóciles en esa buena noche.
Los hombres graves, cerca de la muerte, que observan con la vista borrosa
que los ojos ciegos podrían quemarse como meteoros y ser alegres,
sienten ira, ira contra la muerte de la luz.
Y tú, mi padre, desde las tristes alturas,
maldice, bendíceme con tus fieras lágrimas, ruego.
No entres dócil en esa buena noche.
Siente ira, ira contra la muerte de la luz.
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Sin duda las nuevas generaciones están muy formadas tecnológicamente, aunque no tanto cuando les preguntas sobre qué hay detrás de esa tecnología. Saben usas los ordenadores pero no entienden sus principios, y no les importa mientras les sirvan. En cuanto a humanidades, vista la lejanía cada vez mayor del pensamiento racional y crítico que no se fomenta, tenemos una generación de individuos que están constantemente conectados para no comunicarse nada, excepto obviedades, medias verdades, y superficialidades. No es general claro. Pero es la tónica general. Saludos.
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