El trabajo con «La insurrección de los Einherjar» sigue adelante. Es un trabajo mentalmente agotador. Escribir una novela, y tratar de que tenga interés, que sea amena, que apetezca seguir leyendo página tras página, requiere de un esfuerzo mental importante. Al menos, para los que no somos grandes expertos en este arte.
Pero construir una historia, llevarla adelante, dotar a los personajes de vida, hacerlos creíbles e interesantes, y compaginar los elementos de forma armoniosa y ordenada, es algo mágico. Casi místico. Más en esta obra, que ciertamente tiene algo de místico. Quizás porque estoy dejándome en ella más que en cualquiera de las anteriores. Siento algo especial por esta obra. Si gustará o no, eso es el lector el que lo dirá. Yo sólo sé que escribirla me está cambiando, y me está invitando a reflexionar en aspectos muy diversos sobre la vida y la muerte.
Este libro forma la parte final de una trilogía que en realidad no lo es, pero que puede, y aconsejo, leerse conjuntamente, siendo los dos libros anteriores «Operación Fólkvangr» y «Las cenizas de Sangetall». Sin embargo, este nuevo libro es muy, muy distinto a los anteriores.
Pero, en fin, esas son unas pequeñas reflexiones que me hacía esta tarde, mientras viajaba con Sandra y Pavlov, dos de los personajes principales, y ellos hablaban a través de mí, es cierto, de la misma forma que yo hablo a través de ellos.
Dejo para el amable lector la portada que incorporará el libro, obra de un gran dibujante: Antonio Rodríguez Cano. Muchas gracias a todos por compartir estos pensamientos conmigo.
La leyenda de Darwan 
Debe estar conectado para enviar un comentario.