Seguimos con el tema de la religión, esta vez porque me veo en cierto modo obligado a ello. En este caso con Turquía, país que se hunde cada vez más en el extremismo y la irracionalidad, y cuyo pueblo sufre por un gobierno extremista que persigue imponer sus ideas religiosas frente a cualquier razonamiento científico. Veámoslo.
En el mundo de la ciencia, cuando se realiza un descubrimiento científico, este es aceptado por las comunidades religiosas con mayor o menor grado en función de los aspectos que toque en relación a los libros sagrados de las diferentes religiones, todas ellas verdaderas, que pueblan la Tierra.
Con respecto a la evolución, la resistencia es, desde el primer momento, extremadamente alta. Ocurre en países con personas influyentes, dotadas de gran poder, y de gran extremismo religioso, como Irán, Arabia Saudí, Turquía, o Estados Unidos. Todos ellos con poblaciones de personas que colocan sus libros sagrados por encima de cualquier aspecto racional perfectamente verificado, como es la teoría de la evolución.
Y recordemos algo que no me cansaré de repetir: teoría en ciencia no significa lo mismo que en lenguaje cotidiano. Que nadie diga «es solo una teoría» porque la gravedad también es una teoría, y no veo a nadie saltando desde un rascacielos para mostrar que es solo una teoría y que es falsa.

Ahora nos llega Turquía con la idea de quitar la enseñanza de la evolución en sus aulas. Y todo el mundo se escandaliza. Ya han cortado la conexión a la Wikipedia. Obviamente los siguientes pasos son imponer sus dogmas de fe por encima de cualquier otra idea. ¿A qué tanto escándalo? En Estados Unidos han eliminado la evolución en algunos estados, o dicen que deben enseñarse otras ideas porque son acordes con los libros sagrados. Isaac Asimov ya denunciaba hace décadas este gravísimo problema.
Fíjese usted: lo importante, en todos los casos, es que la evidencia científica se ajuste a los libros. Si una de las dos es distinta, debe tomarse la de los libros sagrados, y negar las evidencias.
Y ahora, dígame usted. Ante este comportamiento, ¿considera usted a la especie humana como capacitada para evolucionar, nunca mejor dicho, hacia una especie que sea capaz de sobrevivir, y de crear un mundo más justo, y mejor, para todos? La respuesta para mí es evidente: no. Ninguna especie que anteponga creencias místicas a la realidad de la ciencia podrá sobrevivir de ningún modo. Luego, la conclusión es clara: la especie humana está condenada. Pero ¿cuánto tiempo le queda?
Es difícil de decir. Es importante remarcar que esta sociedad en que vivimos vive, como ya he comentado otras veces, en el filo de una navaja. Una sociedad soberbia, orgullosa, que se cree el rey de la creación, y protegida por dioses escritos en antiguos libros. ¿Qué posibilidades tiene una sociedad así de salir adelante? Yo veo muchos, demasiados problemas. Y muy poco futuro, si es que tiene alguno.
¿Qué se puede hacer, si es que se puede hacer algo? Algunos dicen que desterrar la religión. Podría ser, pero eso es demasiado directo, demasiado agresivo. La solución pasa por entender que las religiones deben quedar confinadas al marco personal de cada individuo. Y nunca, repito, nunca, influir en la actividad social, cultural, legal, o de gobierno de un país. Es decir: religión, sí. Quien quiera creer que su dios es el único y verdadero, está en su derecho. Pero quien niegue la verdad de los hechos científicos y probados está haciendo un grave daño a su sociedad. Eso es lo que no se debe consentir de ningún modo.
Si usted es cristiano, sepa que lo es porque ha nacido en un país de mayoría cristiana. Si es islamista, lo es por haber nacido en un país islámico. Si dos hermanos mellizos son separados de niños, cada uno a un país, donde cada uno crece en una religión distinta a la del otro, y luego se reencuentran. ¿Qué van a decidir? ¿Cuál posee la verdadera religión? ¿Los dos? Lo siento, pero si las dos religiones son verdaderas, y ambas son muy distintas en dictados y comportamientos, una de las dos no puede ser la verdadera. ¿O da Dios instrucciones distintas en cada caso? No lo entiendo. Ni lo entenderé nunca.
Vamos con la frase del título: «no venimos del mono». Eso dicen los que niegan la evolución. Y es verdad. No venimos del mono; venimos de un ascendiente común del mono y del ser humano, que debió vivir hace unos diez millones de años. Ese ser, que por supuesto no era un mono, dio lugar a una familia de seres, entre ellos, los simios y los homínidos. ¿Lo ve? El título no miente. Simplemente explica las cosas que otros no quieren ver, ni reconocer.
Dicen que la ciencia es solo una religión más. No lo es. Una religión nunca modifica sus postulados. La ciencia los modifica diariamente. Las ideas religiosas son absolutas e inalterables, las de la ciencia son relativas y cambian constantemente.
Turquía va camino de islamizarse hasta unos niveles como no se han visto desde que se convirtió en un país a principios del siglo XX. Pero no lo olvidemos: en Estados Unidos ocurre lo mismo. Donald Trump es un retrógrado anticiencia que está azuzado y apoyado por las masas más reaccionarias del país, que consideran la ciencia un monstruo, y que pretenden convertir el país en una especie de cristianismo exacerbado y monolítico. Si hemos de analizar comportamientos extremistas, hagámoslo bien, y no solo a los países que nos interesan.
Hay una diferencia, en mi opinión: Estados Unidos tiene los mecanismos para librarse de esa lacra reaccionaria y medievalista. Que lo haga y cómo es otro tema. Pero puede. Turquía, sin embargo, lo tiene mucho más difícil. Un país que es prácticamente una dictatura, y un estado policial de facto, no dispone de mecanismos para liberarse de ese férreo control, o será en todo caso extremadamente difícil.
La evolución es un hecho. Que algunas no entiendan sus mecanismos no es el problema; eso se aprende. El problema es querer imponer una norma dictada hace miles de años por pastores frente al conocimiento y la prueba.

Porque, mientras una sola verdad sea ocultada, mientras un solo conocimiento sea ocultado a la sociedad, mientras una sola ley reprima el libre aprendizaje del método científico, un país no será libre, ni tendrá futuro. Y lo mismo aplica a la humanidad en su conjunto.
Al final, si las cosas no se arreglan, podremos ver un mundo donde la humanidad ha desaparecido, y sus dioses se pudren en los libros sagrados, arrastrados por el viento y el fango del tiempo, mientras sus iglesias, mezquitas y sinagogas se caen a pedazos y se convierten en ruinas.
¿No me cree? Le pongo un ejemplo: el Partenón de Atenas. Fue un templo sagrado donde se adoraba a una diosa que era seguida por millones de personas. Ahora el templo es ruinas, y un monumento para visitar en autobús una tarde de verano.
Y una última pregunta: ¿qué cree que pasaría si una de esas personas viniese a este mundo? Esa persona diría que Zeus es el dios padre de los dioses, y que su hija Atenea es la luz de la humanidad. ¿Se reiría usted de ella? ¿O la escucharía con respecto? ¿Es su religión menos cierta que la suya? ¿Y si dentro de 1000 años hay otra religión, y usted apareciese allí hablando de Dios, cómo argumentaría a personas que tienen otra religión?
Hay miles de religiones en el mundo, y ha habido muchas miles más. Todas ellas reclaman la verdad. Pero la verdad no existe. Solo existen aproximaciones. Incluso en ciencia la verdad absoluta no existe.
Tenemos que aprender a confrontar los hechos, y a hacerlos nuestros. Sino, el camino se torna difícil, oscuro, y muy peligroso para el futuro de nuestra especie. Y sería una pena perder una civilización así. Sería una pena, pero es una pena que puede ocurrir. En nuestras manos está el evitarlo. Si queremos.
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