Hoy, miércoles musical, me va a permitir el lector que me ponga un tanto nostálgico y melancólico, y espero que me perdonen. El caso es que hoy me han dado una sorpresa en forma de esas fotos traidoras del pasado, que aparecen después de décadas, y despiden miles de recuerdos del pasado. Muchos recuerdos y miles de sentimientos. Pero termino esta entrada con música de calidad, así que espero que esta entrada, después de todo, tenga algún valor añadido.
Hoy traigo una foto que me ha hecho mucha ilusión ver después de tantos siglos. Se trata de una imagen que tenía mi hermano (qué diablos hace mi hermano con esta foto), y que corresponde a un concierto que dimos en el instituto donde estudiaba. En aquella época aún tocaba con mi primer bajo eléctrico, que tengo todavía guardado en su funda, y cuya calidad y sonido no eran precisamente los mejores del mundo. Pero era el primero, y para mí era un sueño poder siquiera tenerlo.
¿Cómo se llamaba ese grupo? Tuve el honor de ponerle el nombre. Ahí es donde les voy a pedir que se sienten, respiren hondo, y comprendan la edad que tenía. El grupo se llamaba SS-20. Por supuesto, la «SS» no tiene nada que ver con la infame organización nazi. No. SS-20 era el nombre de unos misiles de alcance medio soviéticos que apuntaban a distintas ciudades de Europa, entre ellas una ciudad que se encontraba muy cerca de donde yo vivía.

La pregunta inmediata es: ¿cómo puede un chaval adolescente ponerle ese nombre a un grupo de rock, y no algo más normal y cotidiano? La razón es sencilla: yo en aquella época ya me interesaba por temas de política, sociedad, ciencia, y humanidades. Ya he dicho en otras ocasiones que yo era «el rarito de la clase», siempre hablando del universo, del ser humano, de filosofía, de física teórica, y de otras tonterías similares. Las chicas huían de mi presencia en cuanto empezaba a comentarles algo sobre la curiosa y sorprendente naturaleza de la función de onda de las partículas, y la teoría de universos múltiples derivada de la misma. De hecho la primera chica con la que salí lo hizo con una condición que me puso: «que la acompañase cuando ella lo dijese a la discoteca». Ella sabía de mi negativa total a pisar esos lugares oscuros y ruidosos. Juré solemnemente ir a la discoteca las veces que hiciesen falta. No fui nunca. ¿Se puede ser más traidor en la vida?
Y, de hecho, las letras que escribía entonces eran, en muchos aspectos, comentarios y reflexiones sobre aquel mundo de la guerra fría donde vivíamos temiendo que, cualquier día, pudiese desencadenarse la tercera guerra mundial. Creo que, si hubiese existido Internet entonces, sin duda habría pasado esos escritos a un blog. Y habría hablado con gran detalle sobre la guerra fría. Obviamente esos textos serían los de un chico de esas edades, pero, en su esencia, aquellos textos prefiguraban ya lo que es el blog de «La leyenda de Darwan» en cuanto a artículos de tipo ensayo se refieren.
La guerra fría estaba muy presente en mi vida. Leía todo lo que aparecía sobre la actividad de la OTAN y el Pacto de Varsovia, y me informaba todo lo que podía sobre movimientos militares, actividades de espionaje, movimientos de tropas, escaramuzas militares, y todo cuanto tuviese que ver con la actividad diplomática de los distintos países directa o indirectamente involucrados en aquel juego mortal de una crisis constante que podría, en cualquier momento, hacerlo volar todo por los aires. Había estudiado la crisis de los misiles de Cuba de 1963, y era consciente de que aquello podría repetirse. Recuerdo las conversaciones con el profesor de historia sobre estos temas. Era mi asignatura preferida junto a historia del arte y filosofía.
Hoy sigo leyendo las actividades políticas internacionales de los países, y los juegos de geoestrategia actuales. Pero, sinceramente, lo que ocurre hoy día es un juego de niños comparado con aquello. No digo que no sea importante el tema de Corea del Norte, o las tensiones con China, y no digo que no haya que tomarse en serio, por ejemplo, la pinza que China y Rusia le están haciendo a Estados Unidos, gracias a la enorme torpeza de ese ignorante de Donald Trump, pero todo eso poco tiene que ver con aquellos tiempos. Allí el botón rojo nuclear de cada bando tenía siempre un dedo puesto encima, a punto de disparar una lluvia de misiles nucleares, y convertir la Tierra en una bola de fuego. Frente a eso, la actividad de hoy día parece un paseo por el campo.
En fin, son historias del pasado. La verdad es que me ha gustado ver esta foto tras tantos años, y ruego perdonen todos estos recuerdos que he querido plasmar aquí. Para compensarlo, en la próxima entrada hablaré de campos y telescopios gravitatorios, en relación a una noticia que ha publicado la revista American Scientist. Por cierto usando un clickbait delator impresionante.
Y como quiero terminar con música de calidad, dejo aquí este vídeo de mi muy querida y admirada Sheryl Crow con una versión de «Sweet child of mine». ¿Qué tiene de especial esta versión? Que no es la versión original de la canción que salió en el disco de Sheryl Crow, sino una versión más rápida, más rockera, donde se incide más en el ritmo y en la guitarra. Ganó el Grammy a la mejor interpretación de rock femenina. ¿Si estoy obsesionado con Sheryl? Naturalmente. Y espero seguir así muchos años.
Muchas gracias, y demos gracias a los dioses por que aquella locura nuclear nunca sucedió. Y esperemos que siga siendo así para siempre.
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