Este es un fragmento de «La insurrección de los Einherjar II: el retorno de los dioses». Scott llega a una Tierra que se sitúa en la Era Anterior, mil millones de años en el futuro. Le acompaña el androide Kim, al que ha dejado con una nueva especie que habita la Tierra, llamada Xarwen, mientras la humanidad lucha contra los LauKlars, descendientes de antiguas aves de la Tierra.
Luego, se dirige al cuartel general de los supervivientes de la especie humana, que luchan una batalla desesperada por la supervivencia. Allí se encuentra Helen Parker, a la que apodan Freyja, la diosa nórdica de los Vanir. Helen no conoce el pequeño gran secreto de Scott, ni lo que anida en su corazón…
—¿Y tú quién eres? ¿De dónde sales? —preguntó Helen indiferente—. Creí que estábamos todos ya. Todos los que hemos sido regenerados.
—Quizás hubo un error, señora —aclaró Scott—. Estaba con el grupo de naves que conforman la flota de la Fenrir, y algunos no fuimos correctamente contabilizados. Pero tenía que hablar con la señora y ofrecerle mis servicios. Me llamo Scott, y creo que puedo ayudar en las labores de organización estratégica del combate contra los LauKlars. —Helen enarcó las cejas levemente.
—¿Ah, sí? ¿Tienes experiencia en combate? —preguntó interesada.
—Bueno —contestó Scott—. En realidad, en aspectos estratégicos, tácticos y organizativos del combate. Estoy muy versado en la materia. —Ella sonrió y le miró fijamente, mientras él trataba de que no le temblasen demasiado las piernas. Quería abrazarla allí mismo. Pero no era el momento. Ni el lugar. Después de tanto tiempo, estaba allí, con ella. Era un sueño hecho realidad.
—¡Muy bien! ¡Así que aquí tenemos, por arte de magia y de un error de contabilidad, lo que parece todo un experto en estrategia y táctica militar! —exclamó ella al fin, acercándose a él hasta casi rozarle la cara, con sus ojos clavados en sus pupilas. Y continuó:
—Vamos a ver si es verdad lo que dices. Puedes ser de mucha ayuda, si lo que dices es cierto. Si no es cierto, yo misma te sacaré los intestinos con las manos.
—Verá… Puedo preparar planes de contingencia, señora. He estudiado la dinámica de los combates de los LauKlars, y creo que podemos obtener ciertas ventajas que ayuden de una forma global en las operaciones de combate, con la Fenrir como punta de lanza de una maniobra ofensiva generalizada. No serán definitivas, pero pueden darnos tiempo.
—¡Ah! —exclamó ella levantando las manos—. Tiempo. Tiempo es precisamente lo que necesitamos ahora, Scott. Y necesitamos gente experta en modelos de organización y trabajo… ¿Te veo nervioso? Estás temblando como un pajarito. No me estarás engañando ¿verdad? No sé si sabes lo que hago con los traidores, y con quienes intentan engañarme… —Helen agarró con una mano la chaqueta de Scott, y lo acercó ligeramente hacia ella, mientras sus ojos fríos y duros se clavaban en él. Su mirada le cortaba el aliento. Casi no podía respirar.
—Nunca, señora… Nunca la engañaría. Es… Es su presencia, señora. Hablan tanto de usted… —Ella se acercó a su rostro, y le sopló suavemente en la frente. Sonrió.
—Estás sudando, Scott. ¿Qué te pone tan nervioso?
—Hace calor, señora. —Ella rió, y soltó su chaqueta mientras se alejaba de nuevo de él y se apoyaba en el borde de la mesa. Scott suspiró profundamente.
—Estamos a ocho grados Celsius en esta sala. No usamos calefacción porque no tenemos forma de ocultar la radiación infrarroja en estos momentos a los LauKlars. Y tú eres un manojo de nervios. Vamos hombre, no tienes que asustarte de mí. No me he comido a nadie todavía. Al menos, no hoy.
—No, señora.
—¿Y qué dicen de mí por ahí, Scott?
—Pues… Pues… —Helen le interrumpió con un dedo de la mano en la boca. Le sonrió, y se sentó en la mesa de nuevo. Le señaló con el dedo una silla, en un claro gesto de que quería que se sentara también.
—Vamos hombre, no te tomes tan en serio todo esto —dijo ella al fin—. Parece que hubieses visto a una diosa en vez de a una perdida y loca joven de ciudad que no llega ni a los treinta. No soy tan fiera como me pintan algunos, ya lo verás. Pero sí, cultivo una imagen de mujer dura. Es necesario para momentos como este. Hay una guerra ahí fuera, y las cosas se están complicando. No hay espacio para dudas o contemplaciones, y es mi deber ver cómo reacciona la gente. Necesitaba ver tu reacción. ¿Comprendes?
—Eh… Perfectamente, señora.
—La gente se intimida cuando me ve por primera vez. “Freyja la diosa”, “Freyja y su fuerza”, “Freyja bla-bla-blá…”, parezco una mezcla absurda entre estrella del rock y Juana de Arco. No sé el por qué de tanta devoción.
—Es una estrella de luz que da esperanza a la humanidad, señora —afirmó Scott. Ella soltó una gran carcajada. Luego repuso:
—Eso es muy halagador, Scott. Pero no ganaremos esta maldita guerra con halagos. Si es verdad lo que dices, voy a necesitar tu ayuda. ¿Podré contar contigo?
—Haré que se sienta orgullosa de mí, señora.
—Me basta con que tus conocimientos nos sirvan para salir de este atolladero, o, al menos, para aguantar la lucha. Las cosas se están complicando. Y mucho.
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