Sigo atentamente, con interés, y con preocupación, todo lo relacionado con el famoso Brexit, la salida del Reino Unido de Europa. Ya he hablado de ello en otras ocasiones. No lo haré ahora, en todo caso cuando todo vaya a explotar, como parece que va a suceder, y como predije que ocurriría cuando hice mi primera entrada sobre este tema.
Me preocupa a todos los niveles, pero sobre todo a nivel humano. Esa idea enfermiza de que Europa es el demonio, cuando no es más que una organización política y económica. No es perfecta, pero es mejor que andar organizando guerras. ¿Sabe usted cuántas guerras ha habido en Europa en los últimos 500 años? Demasiadas, puede estar seguro. Prefiero una organización corrupta pero que mantiene en paz al continente que cualquier guerra, por pequeña que sea.
Lo que más me preocupa es Irlanda. Ya ha habido una periodista muerta, y una bomba reciente. Y me temo que puede ir a más si cierran las fronteras. ¿Cerrar las fronteras? Eso suena a lejano, a pasado. Va a haber mucho dolor en la isla de Irlanda si cierran las fronteras de forma brutal. Me recuerda en ciertos aspectos a cuando se construyó el muro de Berlín de improviso, que partió familias y negocios por la mitad.
Pero no quiero, como digo, hablar de ello ahora, y ya estoy hablando demasiado. Quiero mandar un mensaje de esperanza a Europa, y especialmente a ese increíble y maravilloso país que es Irlanda. Porque esto está tomando un cariz tremendamente peligroso.
Sí quiero traer a una artista consagrada e increíble irlandesa: Enya. En su casa hablan gaélico, la lengua originaria de la isla. Y ella es Irlanda en su piel, en su mirada y en su voz. En esta interpretación que traigo aquí, «may it be» (que así sea) nos trae una pieza de «El Señor de los Anillos».
Esperemos que la magia élfica se imponga por fin, y toda esa oscura masa del infortunio desaparezca de una vez. Por el bien de todos. Por el bien de Irlanda. No más muertes. Y no más guerras.
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