El hombre del sombrero de ala ancha

Tiene usted setenta años. Afortunadamente se encuentra bien, fuerte, con energía. Pero tiene usted setenta años. ¿Cuántos le quedan de vida? ¿Cinco? ¿Veinte? Es evidente que no mucho más, en la mayoría de los casos.

Usted tiene dinero, el suficiente para vivir bien, incluso con algunos lujos.

Un día llaman a la puerta. Alguien aparece. Es un hombre de unos cincuenta años, con un traje que no se ajusta bien, una corbata ridícula, y un sombrero de ala ancha totalmente fuera de lugar. Pero sonríe, y le dice que no vende seguros.

Vende futuro. Un futuro para usted. Y para su pareja, si es que la tiene.

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Usted piensa en darle un portazo, pero aquel hombre tiene algún tipo de magnetismo especial. Decide dejarle pasar. Y le cuenta una historia.

La historia que le cuenta es que alguien tomó su ADN hace diecinueve años. Lo reprocesó, lo estabilizó, y lo usó para crear células madre, que luego fueron tratadas para crear un cigoto, es decir, el resultado de la unión de un óvulo y un espermatozoide.

Ese cigoto fue insertado en la matriz de una mujer joven, fuerte y sana. Al cabo de nueve meses, la mujer dio a luz a una criatura.

¿Una criatura? No. No es una simple criatura. Es usted. Una réplica exacta, perfecta, de usted.

¿Qué le falta? Le falta lo más primordial. Su mente. Ese nuevo ser tiene la suya. Pero le dicen que, por fin, se ha descubierto cómo los recuerdos y lo que se entiende por personalidad, se almacenan en forma de proteínas en el cerebro. Proteínas metaestables que conforman los recuerdos.

Han pasado dieciocho años. Esa criatura ha ido creciendo metida en un crisol de desarrollo embrionario y orgánico. Nunca ha conocido a nadie. Nunca ha interactuado con nadie. No lo necesita. Porque no es su destino saber nada.

Y ahora, usted no sabe qué decir. Pero, un día, tras haber pagado una cifra, se da cuenta de que se encuentra en un laboratorio. Sin ropa, observa a esa criatura, a ese ser humano que es usted, que lleva su ADN. Pero tiene dieciocho años. No setenta.

Se duerme en una camilla, al lado de esa criatura. Las estructuras proteínicas que conforman sus recuerdos y personalidad se recrean mediante procesos bioquímicos en el cerebro de la criatura de dieciocho años.

Una vez finalizado, el cuerpo de setenta años se desecha. Previamente, usted había dejado todos sus bienes a una desconocida prima a la que nombró su heredera.

Despierta. Al principio, todo es confuso. Luego, poco a poco se levanta de la camilla. Se mira en el espejo. Y está ahí. Es usted. Es la misma persona. Pero recuerda esa imagen. De muchos años atrás. Tiene dieciocho años. Su tía ha muerto. Y usted es la única heredera. Todo se lo dejó a usted.

Se levanta de la camilla. Hay ropa correspondiente a su talla y su edad. Algo de dinero para el viaje de vuelta. Documentos, carnets, información sobre su vida académica… Y unos consejos para los primeros días, mientras su mente se adapta a su cuerpo, y su cuerpo a la vida.

Llega a casa. Y se siente feliz. Tiene una nueva vida por delante. Los años pasan. Los disfruta. Su ADN ha sido tratado para no sufrir enfermedades genéticas. Y para resistir la mayoría de enfermedades. Y para resistir el cáncer.

Pasan los años. Usted acaba de cumplir setenta. Sus amigos se van de su fiesta de cumpleaños.

Suena la puerta. La abre. Y al otro lado, ve a un hombre en la cincuentena. Con un traje que no le encaja, una ridícula corbata, y un sombrero de ala ancha.

Él sonríe. Usted sonríe.


 

Autor: Fenrir

Amateur writer, I like aviation, movies, beer, and a good talk about anything that concerns the human being. Current status: Deceased.

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