Nota: este es un texto introspectivo y personal.
Este texto está pensado para poner un punto positivo y de esperanza para todos aquellos que, como yo, no hemos tenido toda la suerte que hubiésemos querido con las letras. Sí, hemos escrito, hemos publicado. Y el mundo ha pasado rápidamente por nuestra puerta sin ni siquiera detenerse un instante a mirar. En mi caso, en la recta final de mi vida, me queda el placer de haber creado una obra que no se conoce, pero que es mía, personal, y original. Es mi legado. Y creo que tengo derecho a sentirme orgulloso de mi trabajo. Luego el lector dirá la última palabra, como ha de ser.
Hay mucha gente joven subiendo con muchas ilusiones, y veo demasiadas decepciones. Eso me duele, y no quiero que ocurra. Por eso, traigo una receta para la frustración. No es milagrosa. Pero puede ayudar.
Como decía en el párrafo anterior, veo a mucha gente joven entusiasta presentándose a concursos, perdiéndolos, y frustrándose por ello. Veo a muchos jóvenes mandando libros a editoriales que son rechazados una y otra vez, o peor, manipulados para que publiquen a cambio de poner dinero en la mesa. Veo a mucha gente joven publicando en plataformas online, solo para ver que las ventas están más congeladas que el salario de un becario. Para todos ellos, y para mí, va este artículo. Y, cuando se sientan frustrados, piensen que yo, en 50 años escribiendo, jamás he recibido una sola respuesta de una editorial, y he escrito a muchas, muchas editoriales en el pasado. Solo alguna vez alguna promesa que quedó completamente varada en la nada.
Pero que no cunda el pánico. Vamos a animarnos un poco, y vamos a ver que, después de todo, todavía nos queda un cartucho en la recámara de los sueños literarios.

El futuro siempre en movimiento está (Yoda, en Star Wars V).
Muchas veces los escritores, también los aficionados por supuesto, o quizás especialmente los aficionados, pensamos que nos estamos dirigiendo a los lectores contemporáneos a nosotros. Y no es verdad. No del todo. Existen más lectores. Algunos de ellos puede que estén ansiosos por leer nuestros libros. ¿Dónde están? En el futuro, por supuesto.
Escribir no es algo prosaico. Escribir ficción puede tener consecuencias. Algunas las vemos de inmediato, pero no es lo habitual, sino más bien la excepción. Otras pueden tardar años, décadas, en suceder. Mucho después de que seamos polvo en el viento. De los sueños de miles de escritores desaparecidos tiempo atrás nacen historias, sueños, y pesadillas que pueden ser la base de sociedades y culturas muy lejanas en el tiempo a nuestra existencia.
De eso querría hablar hoy: de escritores atemporales.

Escritores atemporales: vamos a apostar por el futuro.
Ciertamente, como escritores, nos gustaría que nuestros libros llegaran a los lectores con los que convivimos. Pero, en casi todos los casos, esto no sucede. ¿Por qué? Bueno, dejando aparte el tema de la calidad del material escrito, algo subjetivo y que es tema de debate en cada caso, lo cierto es que podemos escribir material que los lectores contemporáneos no disfrutan, con temáticas que no son las actuales, con modelos de escritura que no se adaptan a los estándares del momento. O, simplemente, no estuvimos en el sitio adecuado en el momento preciso. A veces es algo tan sencillo como una llamada, o una persona que confía en nuestra obra, y cambia nuestras vidas para siempre. Pero eso raramente sucede.
Lectores de hoy, y lectores del mañana.
Pero, en cualquier caso, es un error enorme, como escritores, limitarnos a escribir a los lectores actuales. ¿Y los de dentro de veinte años? ¿No merecen acaso nuestra atención? ¿Y los de dentro de cien años? ¿No son acaso lectores importantes para nosotros también?
Como escritores, debemos salir de esa burbuja temporal que supone haber nacido en un momento concreto de la historia. Nosotros, como seres humanos, somos mortales. Nuestros libros no lo son. Sí, nuestros libros pueden permanecer con cero lecturas durante años, o décadas. Muchos de nosotros vemos cómo subimos libros a tiendas online, y comprobamos cómo pasan los meses, los años, y esos libros tienen cero descargas. En mi caso, por ejemplo, el 70% de los libros que he escrito jamás ha sido leído ni siquiera por un solo lector (excepto mi hermana, pero ella no cuenta). Ninguno de mis libros tiene una reseña, ni una mención en Internet.
Eso significa que el 70% de mi obra permanece completamente oculta y desconocida. El otro 30% tiene algún que otro lector esporádico. Y, por lo tanto, soy digno candidato al suicidio literario. Pero tengo por norma no morir nunca antes de tiempo.

Explorando en el futuro lo que no encontramos en el presente.
Ante este tipo de situaciones, podemos hacer dos cosas: desesperarnos, lo cual es una pérdida de tiempo y energía, o concentrarnos en seguir escribiendo. No importa que tengamos cero lectores en muchas de nuestras obras; lo que importa es que escribamos la obra mientras estamos en el mundo. Porque nosotros desapareceremos y seremos olvidados. Pero nuestros libros seguirán en este mundo mucho, mucho tiempo.
Eso no significa, naturalmente, que de pronto nuestra obra vaya a ser conocida tras haber dejado este mundo. La mayoría de nosotros desapareceremos y seremos olvidados, y tenemos que entender que con nuestros libros podrá pasar lo mismo. Pero la historia del arte, y de la literatura, demuestra que han sido muchos los autores reconocidos tras su muerte.
Esto no consolará a muchos. ¿Qué nos importa cualquier reconocimiento tras la muerte? No, no debemos hacer eso. Eso se llama vanidad. Lo que queremos no es ser vanidosos. Lo que queremos, lo que quiero yo, es dejar un legado que merezca la pena ser leído. No por las generaciones actuales. Pero sí por generaciones venideras, dentro de los próximos años, y décadas. Incluso siglos.
Obras que se funden en el tiempo.
Ese es el concepto de escritor atemporal. Es aquel que no se ata a una moda, a un estilo, a una sociedad. Ciertamente somos hijos de nuestro tiempo, eso es obvio e indiscutible. Pero también somos creadores de sueños, y de mundos imaginarios. Y esos sueños, y esos mundos imaginarios, no han de estar necesariamente conectados con una época concreta. ¿Es que acaso la Iliada y la Odisea no tienen un mensaje que trasciende el tiempo y las sociedades? ¿Es que acaso Hamlet no nos habla de poderes y reyes, de almas y pesadillas? ¿No transmiten esas obras ideas atemporales, que son leídas por gentes muy posteriores, en sociedades muy distintas? Entonces, ¿por qué triunfan las obras atemporales?

El secreto de la literatura: contener un mensaje eterno.
Las obras atemporales triunfan porque toda sociedad, por muy distinta que sea a otra, en el tiempo y/o en el espacio, tiene un denominador común: el ser humano. Y el ser humano es la clave. La obra literaria que sepa abordar la problemática del ser humano y su condición de forma brillante y certera sobrevivirá al tiempo, no importa cuánto tiempo pase. Mientras el ser humano sea humano, las obras milenarias que exploran la condición humana no morirán jamás.
¿Significa eso que nos debemos comparar con Homero o con Shakespeare? No, claro que no. Debemos estar orgullosos de nuestras obras, pero no ser jactanciosos. Nunca podremos escribir La Odisea, o Hamlet. Pero no nos hace falta, porque son obras que ya están escritas. Lo que buscamos es escribir obras que ahonden en el corazón y el alma del ser humano, y que transmitan emociones de todo tipo al lector.
Y ese es el arcano secreto de una obra literaria: encierra en sus textos un mensaje que no envejece con el tiempo, ni con el cambio de sociedades. Permanece siempre joven, como «El retrato de Dorian Grey», que nos habla de inmortales y de vanidad, dos deseos codiciados por el ser humano. Por eso obras como El retrato de Dorian Grey serán siempre inmortales, como el protagonista de la obra.

Que la luz de tu obra no se pierda nunca. Jamás.
Un último aviso: amigo escritor, amiga escritora, si quieres soslayar la marea del tiempo y del espacio, mantén tu obra a buen recaudo en papel. Lo he advertido antes, y lo reitero. Porque es importante. Recuerda que el mundo digital es tremendamente frágil. Mucho más frágil de lo que nos quieren hacer creer. No confíes en soportes digitales, ni en ese concepto tan popular como la nube. No confíes en máquinas, no confíes en nada que requiera electricidad para operar, mucho menos una compleja red para operar.
Si quieres sobrevivir, ten copias de tus obras en papel. Bien guardadas. Bien protegidas, en lugares donde puedan ser almacenados años, o siglos. Usa papel de gran calidad, no ese papel estándar actual que se destruye fácilmente en poco tiempo. Incluso pergamino si te lo puedes permitir.
Recientemente se han creado cristales que almacenan la información durante miles, incluso millones de años. Si estás leyendo esto cuando esos cristales se han popularizado, entonces puedes usarlos para almacenar tu obra. Pero, de nuevo, en lugares protegidos, y siempre con las copias en papel. Porque esos cristales también requieren de tecnologías para ser leídos.
La tecnología es maravillosa para el día a día. Pero, para conservar tu trabajo tras tu muerte, no vale para nada. Nadie guardará tu obra desconocida por ti. Lo harán con grandes obras populares. Pero no con tu trabajo. Por lo tanto, guarda copias en papel. Si quieres, distribuye copias en bibliotecas. Yo ya lo estoy haciendo. Hazlo tú. Muchas bibliotecas están encantadas de recibir copias gratis de obras de autores. Ellos guardarán tu obra en papel también.

Adelante. Siempre adelante.
Este texto, este artículo, por poner un ejemplo, también quedará relegado al olvido enseguida. En el devenir de la sociedad actual, que lo consume y devora todo en minutos, cualquier nuevo material desaparece de la retina de los lectores en unos instantes.
Pero este mismo texto quedará como testimonio de una idea vital: somos inmortales, no por nosotros, sino por nuestras obras. Y ese mensaje, pueden estar seguros, no desaparecerá jamás. Por eso no escribo este texto para los escritores de hoy solamente; también lo escribo para los del mañana.
Si eres un lector de un futuro en el que ya no estoy en este mundo, no podré escucharte. Pero sí lo harán mis obras. Ellas te hablarán por mí. Y te contarán mis sueños. Mis pesadillas. Y mi verdad. Una verdad imperfecta. Pero humana.
Esa es la idea. Así que adelante. A escribir, y a crear mundos inmensos, infinitos, llenos de todo aquello que se quiera contar. El papel no tiene límites. La pluma nunca se agota. Siempre una palabra más. Una frase más. Un libro más. Muchas gracias.
Esperanzador y muy buena música, por cierto. Quizás tenga los conceptos cruzados, pero creo que el arte (y por lo tanto la literatura) se mueve en una reinterpretación-reflejo de lo que es, siempre en presente, aunque hable del pasado o del futuro. Refleja la ideas en gestación o ya asentadas. Cada obra (reconocida o que lucha por serlo) nos devuelve una visión no solo artística de la persona y su tiempo, sino una visión social en su conjunto. Eso lo hace, paradójicamente, atemporal. Rondando eternamente sobre las pasiones humanas, sus reacciones, estrategias de sobrevivencia y aquí estamos de acuerdo en el tema central: lo humano. Lo demás es marketing de contenidos aplicado al arte, temporalidad pura y dura, caprichosa y hueca. Me ha hecho ilusión haber leido tu post por la coincidencia del eje central (a veces creo que me pongo pesada con esto del arte-reflejo😜) Tu visión es más alentadora y si no te importa me robo eso de ser: digno candidato al suicidio literario. No tenía una frase que resumiera mi, según algunos, absurda lucha por la supervivencia artística. Ya podre decir, como lei en la leyenda de darwan.es «tengo por norma no morir nunca antes de tiempo» jejeje 🐾
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hola Rosa, ante todo muchas gracias por tus palabras. Tipos de arte hay muchos y muchas formas de expresarlo. Al final ciertamente todo gira en torno al ser humano, pero no todo el arte llega al alma del ser humano, a su esencia. En obras clásicas como El Señor de los Anillos o La Odisea vemos a los personajes, pero también su interior, sus miedos, sus frustraciones, sus pesadillas, sus sueños y anhelos. Para mí ese es el arte que sublima al lector y convierte una obra en irrepetible y eterna. Y no me importa el robo, lo que me importaría es que no lo robaras, para eso está 🙂 Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
La forma es lo que insisto que es marketing de contenido para escritores/diseñadores/pintores/músicos… en fin. Lo humano: la muerte, el miedo, los nexos… la esencia estamos de acuerdo en que es eterno, en un constante presente…. Usaré la frase jejeje la citaré con propiedad ahora que me has autorizado 🐾 Un abrazo y saludos 🐾
Me gustaLe gusta a 1 persona