Vamos con otro artículo de SpaceX. La verdad es que me dan mucho material para mis artículos.
Siempre me ha asombrado la capacidad humana para retorcer la realidad con el fin de convertirla en aquello que se desee. De un sombrero sale un pájaro, y de una explosión fallida sale un gran logro que marca el futuro de la humanidad. Este último se lo debemos, cómo no, a Elon Musk, cuya estrella últimamente anda de capa caída después de varios escándalos vistos en el pasado reciente.
Actualmente Musk solo sirve para salir en las presentaciones y los shows, pero ya la gente no aplaude ni salta como antes. Ya no es el rockero atrevido que nos va a llevar a Marte a lomos de una aventura donde no volver es una probabilidad muy alta, y donde se va porque nos gusta el riesgo y jugar con la muerte.
Recordemos que Elon Musk ya no dirige ninguna de sus empresas, ni Tesla ni SpaceX.

Me da un poco de pena Elon Musk porque es el típico personaje que se nutre de devorarse a sí mismo para poder seguir creciendo, hasta que llega un momento en el que ya no queda nada más de él que una sombra de lo que fue. Y es un hombre brillante en muchos aspectos, por supuesto. Yo reconozco que ha logrado muchas cosas muy interesantes. ¿Su problema? Ese complejo de inferioridad que le lleva a necesitar acudir a las cámaras y a las masas constantemente, para anunciar su nuevo gran logro que cambiará la humanidad para siempre.
El mundo, señor Musk, no se construye con aplausos, gritos ni conciertos de rock. Con eso se construyen sueños, y eso está muy bien. Debemos construir sueños, claro que sí, son fundamentales, imprescindibles.
Pero los grandes logros se trabajan en silencio, poco a poco, y con mucho esfuerzo. Lejos de los escenarios, de los focos, y de las palabras grandilocuentes. Lejos de los aplausos y los vivas de los miles de entusiastas que llenan estadios para escuchar ese nuevo reto imposible de lograr, que se llevará a cabo porque Elon Musk es el constructor de sueños imposibles que se harán realidad. Algún día. Nadie sabe cuándo.

Dos sucesos, dos historias.
Pero vamos con los hechos. Dos cohetes. Uno, de SpaceX: el Mark I. El otro, de la NASA: el SLS del proyecto Artemis.
En los cohetes, vamos a fijarnos en la parte inferior, la estructura principal, con esos cohetes inmensos que levantan toda la estructura. Esas estructuras son las que elevan la carga útil, sea un satélite, una sonda, una cápsula espacial, desde la superficie de la Tierra hasta una altura de unos setenta-ochenta kilómetros, antes de desconectarse y caer. Esa estructura sufre una presión brutal, enorme, debido a la velocidad que debe alcanzar y la presión de la resistencia que debe superar. Por lo tanto, esas estructuras deben ser absolutamente fiables.

Los ingenieros quieren que esas estructuras tengan una resistencia determinada. Llamemos a esa resistencia R. R = 1 es la resistencia que debe aguantar la estructura para no romperse durante el despegue. Es decir, cuando el cohete despega, la resistencia R es igual a cero. R = 0. Cuando se alcanza la zona de mayor presión, normalmente entre los 10-20 kilómetros de altura, R debe aguantar 1, una presión que le permita aguantar ese momento máximo.
Pero en el mundo de la ingeniería los ingenieros saben que R = 1 es una aproximación. A veces el cohete sufrirá una resistencia R = 0,9. A veces será R = 1,1. Atención: a veces podría ser R = 1,3. Por lo tanto, R = 1 es una media, un valor que se sabe debe soportar la estructura. Pero, como suele ocurrir, a veces R será mayor que 1. ¿Cuánto mayor? Pues cuanto mayor, mejor claro. Imaginemos R = 2. Eso es aguantar el doble. R = 4. Eso es aguantar cuatro veces. Pero R = 4 supone crear una estructura que tendrá que ser mucho más dura, y pesada, que R = 1. Tenemos, por lo tanto, que buscar un compromiso. Una estructura que nos asegure que va a aguantar la presión, pero que no sea demasiado pesado como para ser ineficiente. Es como los ascensores: si dicen que aguantan 300 kilos, en realidad aguantan más; tienen un margen de seguridad.
Los ingenieros construyen su cohete con la mente puesta en R = 1. Pero añaden una cierta resistencia adicional, que deberán medir. Luego ese cohete se lleva a una zona de presión, y ahí se hace que el cohete sufra una presión cada vez mayor. Más presión, más y más, hasta que el cohete explota. Entonces se ve cuándo ha explotado.
¿Ha explotado con R = 0,8? Mal. Muy mal. Tenemos un problema. ¿Ha explotado con R = 1? Mejor. Es lo que se quería. Pero queríamos un margen de seguridad, como pasa con el ascensor. No es suficiente. ¿Ha explotado con R = 1,3? Fantástico. Ahora empezamos a ver que nuestro cohete empieza a ser seguro.
Yo vi pruebas de este tipo cuando era joven, no con cohetes, sino con otro tipo de materiales, en la empresa de mi padre. Son pruebas muy espectaculares. Y ruidosas. Y a veces funcionaban, a veces no. Pero, al final, lo que queremos es un material que aguante. Llevamos seres humanos en el cohete, y queremos asegurarles que sobrevivirán, al menos, darles todas las garantías posibles, el 100% de seguridad nunca se podrá alcanzar claro.
La diferencia entre SpaceX y la NASA en las recientes pruebas.
Tanto SpaceX como la NASA han hecho pruebas de sus cohetes recientemente. Pero vea la sutil diferencia:
SpaceX hizo una prueba «para verificar la presión de su cohete». Y ahí está la cuestión: la prueba era para verificar que el cohete aguanta la presión que se le va a inyectar.
Como se ve en el vídeo, el cohete Mark I de SpaceX explota. No aguanta la presión. Falla estrepitosamente, y cualquier otra versión es querer esconder la verdad.
Ahora vamos a ver el cohete de la NASA:
¿Lo ve? También explota. Pero atención: dos explosiones. Dos experimentos. Pero con distintos objetivos:
- SpaceX: explota, siendo un fallo que explotase. No se buscaba que explotase. Se buscaba probar una presión a la que debía someterse la estructura del cohete. No soportó esa presión.
- NASA: explota, siendo un éxito la explosión. Porque se buscaba llevar la estructura al límite, y ese límite fue impresionante: un 2,6, es decir, 260% de la presión máxima para la que fue concebida la estructura.
Sin embargo, SpaceX ha querido restar importancia al hecho, y ya han declarado que, efectivamente, deberán rediseñar el cohete. Ya lo creo que deberán rediseñarlo, si no es capaz de llegar a R = 1.
Por su lado, la NASA ha tenido un gran éxito, al llevar la estructura de su cohete a R = 2,6, es decir, un 260% de la presión máxima. Un margen de seguridad fantástico, que dota al cohete de una fiabilidad impresionante.
Dos cohetes. Dos explosiones. Y dos historias muy distintas que nos han querido contar. Una, la de SpaceX, diciendo que la prueba «no fue del todo mal«, cuando fue un fracaso. La NASA, con un sonoro éxito.
En resumen: nos cuentan muchas cosas. Debemos aprender a ver las sutiles diferencias. Este ejemplo es una buena muestra de cómo se pueden dar dos sucesos aparentemente iguales. Pero que guardan realidades tremendamente distintas.
A modo de elemento añadido y como curiosidad, en esos días Elon Musk también había presentado su vehículo tipo «Pick up» resistente a cualquier tipo de golpes. En cuanto al diseño del vehículo, en fin, cada cual tiene sus gustos. Pero en cuanto resistencia a pruebas de cualquier tipo de golpes… el vídeo lo muestra…
Elon Musk, todo un personaje … No conocía estos detalles, para mi explotaron y fue un éxito (hasta allí: que uno lo buscara y oto no hace una gran diferencia la verdad) pero todo es según se cuente no? Me ha encantado el post, muy entendible incluso para una aficionada con pocas luces para estos temas como yo 🐾
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Muchas gracias, efectivamente este tema demuestra cómo se puede tergiversar la realidad y adaptarla. Elon Musk tiene una tendencia a este tipo de cosas, se puede entender en él por cómo es. Pero sus ingenieros deberían ser más realistas y no publicar tergiversaciones. Un abrazo.
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«Pero sus ingenieros deberían ser más realistas y no publicar tergiversaciones.» creo que allí manda Don Dinero jeje . Saludos🐾
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