Vamos con el tercer y último regalo de navidad, de nuevo sin sorteos ni nada parecido. El libro es «La insurrección de los Einherjar I: el manto de Odín«. Las dos protagonistas de la saga, Sandra y Helen, siguen intentando llevar a cabo su destino, sin saber que cada una está colaborando con la otra. Helen en un tiempo y espacio lejanos, y Sandra en una Tierra que sigue agonizando.
Tras los sucesos narrados en «Sandra: relatos perdidos», la protagonista de ocho de los quince libros de la saga, Sandra, se encuentra en un momento desesperado. Las profecías de ese misterioso e inalcanzable hombre del que solo sabe que se llama Scott se están cumpliendo escrupulosamente. Sandra sigue tratando por todos los medios de salvar lo que queda de la humanidad, y para ello ha organizado un mundo nuevo situado en las islas de Nueva Zelanda, y protegido por un manto de energía, que los habitantes llaman «El manto de Odín». Ella misma tomará un papel de líder espiritual que aborrece, pero que cree necesario para reconducir a la especie humana a una nueva era de paz y de futuro. ¿Podrá romper la profecía de Scott?
Ese es el argumento de «La insurrección de los Einherjar», libro en dos partes que supuso una dificultad importante para terminarlo, sin duda uno de los momentos más difíciles en mis cincuenta años como escritor. Les dejo con un extracto del primer libro, que pueden descargar gratis de Amazon en su versión Kindle durante unos días. En el extracto, los jóvenes adolescentes Freyr e Idún, hijos de los reyes del Sur y del Norte respectivamente, comienzan una conversación, mientras se celebra un banquete nocturno por la unión de los dos pueblos…
Aquella noche, y mientras continuaba la fiesta fuera del castillo, Idún, hija de Bálder y Electra, que había llegado algo más tarde, se dirigió por primera vez al príncipe Freyr, que estaba mirando por un telescopio las estrellas. Ambos se habían visto en varias ocasiones desde su niñez, y en todas ellas se habían dedicado a jugar y a divertirse. Pero no en aquella ocasión; el tiempo de los juegos pertenecía ya a un pasado infantil, que estaban ahora abandonando.
—¿Qué miras? —preguntó Idún interesada, mientras Freyr manipulaba el telescopio, que estaba en una zona despejada del castillo, lejos de la fiesta y del ruido. Él, sin dejar de mirar por el objetivo, respondió indiferente:
—Miro las estrellas.
—¿Las estrellas? ¿No son los ojos de los dioses?
—Eso es una tontería. Cuentos infantiles, que yo también creí en su momento. Claro que tú eres mujer y no puedes comprenderlo. —A Idún no pareció gustarle nada ese comentario.
—¿Tú no eres el próximo rey?
—Lo seré, cuando cumpla veinticinco años.
—¿Y cómo te atreves a decir que es una tontería, y a reírte de mi inteligencia por ser mujer? Los dioses pueden enojarse. Y castigarte. Y yo también. —Freyr levantó los hombros levemente de forma indiferente.
—Los dioses pueden enojarse, y tú también. Pero eso seguirá siendo una tontería. Yo lo hablé con mi padre, y abrí el Libro de las Crónicas, que ahora, tras el rito de la Ascensión, puedo ver sin tener que esconderme. Puedo leer las partes ocultas al resto. Aquellas que hablan de remotos tiempos pasados. En el libro se explica que las estrellas son soles lejanos. Y que nuestros antepasados quisieron viajar a las estrellas. Casi lo consiguieron, pero en su odio y su ira se destruyeron, y provocaron la guerra entre Zeus y Odín.
—¡Yo quiero ver ese libro! —reclamó Idún—. ¡Tengo derecho, soy hija del rey!
—No puedes verlo —le contradijo Freyr—. Yo soy el único heredero a la corona, y tú no serás más que una sierva más en mi reino. Es posible que te deje comer las migajas de mi cena, si te portas bien.
—¿Yo tu sierva? ¡Antes me muero! —exclamó Idún indignada. Freyr sonrió levemente, y añadió:
—O puede que te mande a la cocina, para que prepares la cena de mis invitados al castillo. —Idún no pareció inmutarse, y repuso:
—Tú di lo que quieras. Pero yo soy hija de la reina Electra, y tendré el poder que me corresponde como reina. Todo eso de un solo rey y un solo reino es una tontería. Además, eres un tonto que se cree que las estrellas son soles lejanos. Soles lejanos… Qué ridículo… —Freyr se sintió molesto ante las dudas de Idún. Tenía que demostrarle a aquella malcriada que él tenía razón. Y aún mejor: que ella estaba completamente equivocada. Tenía un año más que él, y siempre se había mostrado arrogante por ello. Sí; iba a darle una lección. Afirmó:
—Antes has dicho que los dioses iban a castigarme por no creer que las estrellas son los ojos de los dioses. Pero ahora tú afirmas que la voluntad de los dioses de que haya un único rey es una tontería. ¿Te das cuenta de cómo manipulas la realidad a tu antojo? —Idún ignoró el comentario. Freyr añadió:
—Si quieres, puedes venir a ver el libro —le sugirió en un susurro—. Ahí verás y comprobarás que lo que digo es cierto.
Idún quiso mostrarse altiva y desafiante, pero la oferta era demasiado tentadora. Su vida eran los libros, y su curiosidad inagotable.
—Está bien —respondió tratando de parecer digna—. Vamos, pero no te hagas muchas ilusiones de que vaya a creerme nada de lo que dices.
Ambos se alejaron de la fiesta sin que los viera nadie salir del recinto, y se desplazaron al interior del castillo. Ascendieron los peldaños del torreón Asgard, la estructura más alta de la fortaleza. Sólo un candil que pendía de la mano derecha de cada uno de ellos servía para iluminar la tortuosa e interminable escalinata. Una enorme puerta de hierro les impedía el paso. Pero Freyr tenía la llave maestra que le permitía pasar. Finalmente, llegaron a una pequeña estancia, con una puerta brillante de metal, que disponía de una pequeña caja también metálica a su lado. En la caja se encontraban dispuestos diez dígitos numéricos, formando tres hileras de tres números, con el cero abajo en el centro.
—Aquí es. La llamamos la Sala de los Recuerdos —dijo Freyr. Idún no pudo contener su asombro. La puerta de acceso era enorme, de un color que nunca había visto, y en la parte superior brillaba una extraña luz azul.
—¿Qué luz mágica es esa? —preguntó extrañada—. No parece arder.
—Es luz de los dioses —respondió Freyr—. Los dioses mantienen oculta esta estancia, y solo el rey y yo podemos subir, bajo pena de muerte. —Aquellas palabras asustaron a Idún, pero no la amedrentaron. No iba a mostrar temor ante aquel mequetrefe. Quería saber qué se escondía en el interior de la estancia, y aquello era más importante que cualquier otra cosa en las Dos Islas.
Freyr se acercó al extraño panel con los números, y con el dedo apretó en varios de ellos. Cada vez que tocaba uno, se escuchaba un extraño sonido agudo. Luego colocó la mano frente a un extraño orificio, del cual salió una especie de rayo verde que la iluminó. Finalmente, la gigantesca puerta de metal se abrió. Lo hizo lentamente, haciendo vibrar toda la estancia. Entró primero Freyr, que apagó el candil, ya que la sala estaba iluminada por aquella luz blancoazulada que lo envolvía todo, y que no parecía proceder de ningún lado. Aquello le daba al lugar un cariz mágico, casi de fantasía. Idún, mientras tanto, hizo lo mismo con su candil, y lo dejó en el suelo.
—¿Dónde está el Libro de las Crónicas? —preguntó Idún.
—En esas repisas —contestó Freyr, dirigiéndose hacia allá. Idún le siguió, y vio cómo Freyr tomaba uno de los libros. Eran viejos, agrietados, y algunos contenían una lengua extraña.
—¿Qué lengua es esa? —preguntó Idún mientras miraba uno de esos libros.
—Es una lengua muerta.
—No hay lenguas muertas. El Te Reo maorí es la única lengua de todos los seres humanos.
—Pues esta es otra lengua. Y está muerta.
—¿Cómo puede una lengua estar muerta?
—Cuando antes se hablaba, y ya no. Los hombres que lucharon junto a los dioses la hablaban junto con otras.
—Entiendo. ¿Y qué lengua era la de este libro?
—Se llamaba inglés. Y fue la lengua de los dioses seguidores de Zeus. No entendemos lo que pone. Pero tenemos algunos de los libros en maorí. Alguien los tradujo.
—¿El inglés era la lengua de Zeus? Por eso nosotros hablamos Maorí —reflexionó Idún.
—Bueno sí, en ciertos aspectos, esa es la explicación —dijo Freyr.
—¿Y tú entiendes esa lengua muerta? ¿Ese inglés? —preguntó Idún interesada.
—No. Lo hemos intentado, pero de momento no hemos podido traducir nada. Sólo disponemos de los libros de las Crónicas en maorí. Además, tenemos otros libros en inglés en otra sala. Y en otros idiomas. De algunos sólo conocemos sus nombres, como el francés, o el alemán, o el español, entre otros. Algunos podemos leerlos porque están en maorí. Se tradujeron por los dioses. Pero muchos se almacenaron en sus lenguas originales.
—¿Ah sí?
—Sí. Hay libros muy diversos. Algunos son cuentos. Cuentan historias extrañas. Otros hablan de máquinas y de números. No entendemos casi nada de estos.
—Sabes mucho de nuestros antepasados, y del pasado de la humanidad —afirmó Idún inquisitivamente.
—Y más he de saber. Algún día, los propios dioses me lo contarán todo.
—¿Los dioses? ¿Estás loco? —rio Idún—. Los dioses te aplastarán como a un mosquito cuando quieran. Ellos lo saben todo. Lo controlan todo. Son invencibles. —Freyr negó con la cabeza y repuso:
—Pero si un dios pudo derrotar a otro, y los dioses son invencibles, ¿por qué cayó Zeus derrotado? ¿Cómo pudo morir Thor, el hijo de Odín, a manos de Loki? ¿Por qué los dioses nos hablan siempre con acertijos? Si son todopoderosos ¿por qué nos piden que hagamos cosas que quieren que hagamos, en lugar de, simplemente, ordenarlo? ¿O por qué no lo hacen ellos, si tienen tanto poder?
—Todo eso es blasfemia y es pecado —respondió Idún de forma altanera—. Los dioses son los que preguntan, y los que nos guían. Odín creó las Dos Islas para nosotros. Es todo cuanto hay que saber.
—Pues aún hay más —continuó Freyr—. Le pedí a Atenea que me dé la inmortalidad. Y ella dijo que eso no es posible. Pero, si un dios puede ser inmortal, yo también puedo serlo. Y voy a serlo sin duda.
—¿Estás loco? —preguntó Idún con cara seria—. El orden de las cosas y la naturaleza…
—El orden será el que yo establezca —cortó Freyr—. Esa diosa, Atenea, me dará el poder de ser inmortal. Algún día.
—Has perdido el juicio —sentenció Idún mientras con el dedo índice se tocaba la cabeza—. ¿Para qué quieres ser inmortal?
—Para reinar eternamente. ¿De qué vale un cetro, y una corona, y un trono, y un reino, si finalmente vas a perderlo en manos de la muerte? ¿Por qué los dioses nos dan las cosas que luego nos quitan? Si nos dan algo, debe ser para siempre. Ningún derecho tienen a quitárnoslo. —Idún se llevó las manos a la cabeza con expresión de sorpresa, y contestó:
—¡Lo que los dioses dan y quitan es cosa de los dioses! ¡No les desafíes, Freyr! Tú serás Rey de las Dos Islas, pero ellos son y serán los señores del universo. Todo lo pueden.
—Ya veremos —afirmó Freyr—. Ya veremos…
Hola,
Parece un libro muy interesante. ¿Se podría leer sin antes conocer las dos primeras partes?
Como no conozco los precedentes, no sé si Freyr es el malo o Idún, o su perfil es dialéctico y poseen una dualidad de contrarios en cuanto a motivaciones y naturaleza, creo que los dos llevan parte de razón en sus disquisiciones a su manera, sin embargo, no tengo información anterior porque es una saga, lógicamente.
Idún creo que se fía de sus propias convicciones, Freyr es un tanto atrevido con respecto al tema de los dioses. Y por otro lado, Idún mantiene fidelidad a tradiciones antiguas que sabemos que los dioses mitológicos son caprichosos. Es compleja la conversación y muy reveladora. Ella tiene derecho a conocer el secreto guardado en esa estancia pero al mismo tiempo, debería ser más condescendiente con Freyr y apoyar la libertad porque eso de que tenga que reinar un solo rey no lo tengo claro. Rectifícame, si me equivoco en mis apreciaciones, sin ser conocedora de la leyenda. Leído con interés el extracto.
Un abrazo y feliz año.
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Hola Marisa. Gracias por tu interés. Los libros de la saga son autocontenidos, en el sentido de que he procurado que el lector que lea uno no requiera necesariamente tener otras referencias anteriores. Así, los dos libros que conforman «La insurrección de los Einherjar» se pueden leer sin otras referencias, y de hecho en el caso concreto de Freyr e Idún aparecen por primera vez en estos libros. El único que será dependiente de otros será «Idafeld», el último libro. Saludos y un muy feliz año 2020.
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Gracias por aclarármelo, quiero aprender a narrar fantasía o género fantástico.
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Todo es ponerse, estos libros mezclan fantasía y ciencia ficción. Son dos géneros maravillosos sin duda porque permiten expresar ideas infinitas. Saludos cordiales.
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