Vamos con una sencilla pregunta que lanzo al aire: ¿en qué se parecen Jose Luis Mendoza, el Presidente de la Universidad Católica de Murcia, y el futuro videojuego futurista «Cyberpunk 2077»?
Es muy sencillo: ambos creen, y basan sus argumentos, en que vamos a ser controlados por chips implantados en nuestros cuerpos.
¿Qué diferencia hay entre ambos? Que uno lo dice en serio, y el otro es puro entretenimiento. Dejo a su elección elegir cuál es cuál.

Conspiraciones las ha habido y habrá siempre, y gente que apoye esas conspiraciones también. Pero, que una persona como el presidente de una universidad diga las cosas que dice, denota un problema grave, muy grave en la sociedad: una influencia negativa, y no es la de Bill Gates, a la hora de modelar la realidad.
El 5G irradia una señal que crea el Covid-19 en el cuerpo.
Esta, y otras ideas absurdas, nunca podrán ser combatidas.
Es el deseo de hacernos creer a los demás que debemos creer sus ideas sin ninguna demostración, mientras ellos nunca van a creer las nuestras por muchas pruebas que aportemos. Los ingleses dicen algo que me gusta mucho de esto: «It’s not fair» (No es jugar limpio, si me permiten una traducción libre).
Le pondré un ejemplo vivido en mis tiempos de juventud. Cuando yo había vuelto del servicio militar, ciertamente no me encontraba en mi mejor momento, por decirlo suave. Vivía solo, en una casa que parecía una zona de guerra, y no estaba de humor para bromas, tras unos sucesos que me dejaron señales para toda la vida.
Fue, en ese contexto, cuando una tarde sonó el timbre. ¿Quién diablos es? ¿Hay alguien todavía que se acuerda de que existo?
Abrí la puerta. Eran dos mormones. Ya sabe: dos chicos jóvenes, impecablemente vestidos, con la chapita, y su acento americano del medio oeste mientras hablaban ese español tan característico.
Venían a explicarme la maravillosa idea de que aceptar a Dios y su particular religión iba a cambiar mi vida para siempre. Yo, que más o menos acababa de volver del infierno, no estaba de humor. Pero cualquier compañía es mejor que la compañía de la soledad más absoluta. Así que les dije que pasaran, y me explicaran todo eso de su dios y esa salvación que nos llegará a todos.
Comenzamos a hablar. Uno dirigía la conversación, el otro, algo más joven, el aprendiz, la apoyaba. Comencé a hacerles preguntas, y a cuestionar sus principios en base a los conocimientos empíricos de las ciencias naturales, de la física, la biología molecular, y la astrofísica.
Al cabo de unas tres horas se fueron, prometiendo volver.
Y volvieron. Ya lo creo que volvieron. Varias veces. En todas ellas, el muro de preguntas sin contestar al que tenían que enfrentarse no solo crecía; además, se les hacía imposible, cada vez más, intentar escalarlo.
Finalmente, un día dejaron de venir. Lástima. Era interesante confrontar sus creencias y pseudociencias con los conocimientos de la ciencia real. Y hasta había parecido que podía tener una conversación con alguien aparte de conmigo mismo.
Pero, una tarde, tiempo después, apareció uno de ellos. No iba vestido de mormón. Me dijo que quería comentarme algo. Me dijo que, lejos de haberme convencido ellos de su fe, yo le había convencido a él de la necesidad de dejar de lado esas creencias, y comenzar a comprender el universo con la herramienta de la ciencia y el conocimiento, donde no debemos creer; debemos ver y verificar cada resultado.
Yo sonreí y se lo agradecí. Y le dije algo que todavía hoy considero básico:
«Yo no te he convencido de que la ciencia, y no la religión, es el camino al conocimiento. Eso ya lo sabías tú. Estaba enterrado entre dogmas, fe, creencias, y pseudociencias. Yo solo te he quitado esas cargas de encima. Pero eres tú quien ha abierto el camino.
Porque, no lo dudes ni por un instante: si realmente fueses un creyente convencido desde el principio, ninguna prueba, ninguna demostración, ningún hecho científico te habrían apartado de tu idea. Porque quien solo quiere creer en su verdad absoluta descartará cualquier conocimiento que le aparte de esa su verdad».
No sé qué fue de aquel muchacho. Quizás volvió a Estados Unidos, y estudió una carrera de física, de biología, de matemáticas, de astronomía, y ahora disfruta explorando los confines del universo y del conocimiento. Mediante las dos más grandes herramientas creadas por el ser humano: la duda, y la búsqueda del conocimiento.
Fue una experiencia interesante. Luego apareció una joven morena que me sacó de todo aquel mundo de oscuridad. Y pude tener más conversaciones como aquellas.
Ella también creía en cosas raras, y me quería enredar en sus creencias. Sin embargo, afortunadamente, había algo más que pseudociencias en aquellas conversaciones.
Pero eso, como suele decirse, es otra historia…
que buena forma de abordar a los religiosos con preguntas, al final convenciste sin querer a uno de ellos. que bueno
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Exacto esa es la idea. En ciencia se puede alcanzar un consenso porque se hacen pruebas y se obtienen resultados verificables por otros. En religión todo es tener fe y opiniones. Por eso solo puede haber una ciencia y miles de religiones.
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