Una nueva oferta, aprovechando que llega el día del libro, en el que «La leyenda de Darwan» en su versión de la trilogía completa, está disponible de forma gratuita en Amazon.
Este libro conforma una trilogía, que ahora se encuentra en un solo volumen, con algunas correcciones menores, y dos capítulos nuevos en el primer libro, que no aparecían en el primer libro. Capítulos que se añadieron para una editorial que iba a publicar los libros, y que finalmente optó por no publicarlo. Yo lo dejé sin embargo con los nuevos capítulos, que dan una mejor visión de la historia.
Para que se hagan una idea del contenido, les dejo con un fragmento del libro, en el momento en el que Helen, a la que apodan Freyja, termina una reunión con sus subordinados inmediatos. Helen es una mujer de algo menos de treinta años, y la líder de un grupo de humanos en un lejano futuro.
Muchas gracias, y feliz día del libro. Ya saben: los libros no necesitan Internet, ni baterías, ni pantalla, ni microprocesador, ni memoria. Eso sí, tienen un inconveniente: necesitan de un cerebro que sepa imaginar escenarios y personajes para que funcionen. Si usted dispone de ambas características, felicidades, y disfrute de la lectura. Muchas gracias.

Por fin, Helen alzó la vista, y dijo:
—Y ahora, si me perdonáis, espero que reflexionéis, y recordad: esto no ha hecho más que empezar. Ellos están ahí afuera, esperando. No van a tener piedad. No la tuvieron en el pasado. Nos persiguieron. Nos cazaron. Nos destrozaron. Prácticamente acabaron con nosotros. Ahora, no se trata de venganza, ni de ganar una guerra. Ahora se trata de una sola cosa: o son ellos, o nosotros. No hay más.
Helen abandonó la sala y se refugió para descansar en su lugar favorito: el área de meditación personal, en la zona alta de la superestructura superior de proa, en la parte frontal de la nave. Al fondo se erigía una estatua de la diosa Freyja de ocho metros de altura, con dos llamas de fuego en la base que iluminaban la estancia. Helen se arrodilló frente a la imagen, en una plegaria para encontrar la paz que tanto tiempo atrás le fue arrebatada. El silencio y la penumbra que allí había, le otorgaban la tranquilidad que no podía encontrar en ningún otro lugar, y el crepitar de las llamas le ayudaban a concentrarse y a buscar el equilibrio espiritual que perdió tres mil millones de años atrás.
Al cabo de unas horas, Kim llegó a la sala de meditación, esperando pacientemente en la puerta. Sabía que Helen estaba agotada, y que su señora debía tomarse su tiempo, cuando su temperamento la hacía estallar. Su cerebro estaba especialmente adaptado a las ondas mentales de Helen, y su programa computarizado le permitía, hasta cierto punto, modular sus ondas cerebrales para procurarle algo de descanso adicional. También solía, en algunas ocasiones, dispensarle masajes reparadores. Sus brazos disponían de neurosensores reactivos, que estimulaban el alterado tejido nervioso de Helen como ningún humano podía hacerlo. Sólo un androide era capaz de esa precisión, y sólo él conocía la estructura del sistema nervioso de Helen con la precisión para ayudarla a encontrar algo de paz. Y de placer. La alterada mente de Helen era especial, y sólo él era capaz de sintonizar con ella para ofrecerle una paz física y emocional que nadie más le podía dar.
Si bien el resto de humanos estaban también alterados mentalmente, Algunos miembros humanos, y también Helen, pasaron por un experimento posterior para lograr una capacidad mental superior a la que podría dar de sí una mente humana. Aquel experimento tuvo a su vez un aspecto positivo y negativo. El positivo fue que la mente de Helen era realmente excepcional, incluso muy superior a las del resto de seres humanos alterados. Ese había sido uno de los motivos para tomar el liderazgo humano tres mil millones de años atrás, aunque no el único. El lado negativo era que su mente se encontraba de forma crónica en un estado de tensión emocional que era capaz de volverla loca si no tomaba las debidas precauciones. Kim era en ese sentido su salvaguarda, y la ayuda que no pudo encontrar de ninguna otra forma, y en ningún otro lugar.
Finalmente, Helen salió del éxtasis, y vio, en el umbral de la puerta, a su fiel Kim, esperándola con paciencia infinita. Sentía un afecto especial por aquel androide. Quizás era el último rasgo de un sentimiento noble, puro y verdadero que quedaba en ella. El resto era un caos de dolor, venganza, odio, y guerra.
—¿Cuánto rato llevas ahí? —preguntó Helen a Kim mientras se vestía.
—Un ratito solamente, señora. No quería molestarla. Y ya sabe que me preocupa su estado mental, cada vez más agitado. Siempre le aconsejo estas sesiones de relajación, y siempre me alegro de que siga mis consejos.
—La verdad es que es una forma de autoengaño, Kim. Es cierto que encuentro paz en la meditación, pero también lo es que, cuando salgo por esa puerta, la realidad se impone. Y tengo la sensación de que mi mente puede terminar de estallar en cualquier momento.
—Señora, hemos hablado de esto durante la anterior guerra, cuando fue liberada de la prisión, y fue sometida al segundo tratamiento de la manipulación mental. Y sabe, señora, que debe cuidarse cada día y cada minuto de su vida. Tiene una misión que atender con la humanidad, y debe hacerlo en las mejores condiciones.
—¿Una misión? ¿Con la humanidad? ¿Tú me has visto aspecto de gran heroína guerrera? ¿Me parezco quizás a Aquiles o a Odiseo? ¿Tú también me ves como la salvadora de la humanidad? ¿La que llevará a la especie humana a un Nirvana de paz y poder ilimitados? ¿La que convertirá el universo en el hogar de nuestra especie?
— Sabe que no es así, señora. Eso es propaganda, y recuerde que la propaganda es importante para crear un halo de poder alrededor de usted, de sus amigos, y sobre todo, de sus enemigos. Pero usted sabe la realidad: todo eso no son más que palabras. Usted sabe, como yo, el verdadero peligro que acecha a la humanidad. El motivo de la guerra, de la lucha incansable, de que no debe desfallecer ni en los momentos más duros. Piense en eso, y olvide esa propaganda, y que la rebautizaran como Freyja. Eso está bien para dar una imagen que todos sabemos es necesaria. Pero no servirá para conquistar el éxito y acabar con la guerra.
—Es cierto, mi fiel guardián y escudero. Yo, sin embargo, no soy más que una mujer. No soy Freyja, no soy una diosa, ni tengo sus poderes, ni los quiero. En cuanto a ti, tú y vuestras series sois la cumbre de la ingeniería biotecnológica en androides. Pero tú eres especial, Kim. Siempre atento a mis necesidades, y siempre por delante de mis miedos y mis temores.
—Bueno, no es tan difícil, señora. Para mí, leer vuestra mente es sencillo. Puedo anticiparme a muchos de los conflictos y requerimientos antes de que emerjan. Puedo ver vuestros anhelos, y vuestras frustraciones, y atajarlos. Los veo cuando están al fondo, naciendo en lo más profundo de la mente. Puedo entonces tomar las medidas necesarias para evitarlos, o al menos, para hacerlos menos dañinos.
Helen sonrió. Era algo muy difícil de ver en ella. En las pocas ocasiones en las que su rostro mostraba una sonrisa, incluso, por un momento, podría pasar por una simple joven mujer de veintitantos, normal y corriente, que anduviese corriendo por la calle, o en un concierto de rock.
—¿Bailamos? —preguntó Helen sonriendo, y adelantando la mano para tomar la de Kim.
—Señora, no le conviene agotarse.
—¿Qué dices? Soy joven, y tengo ganas de bailar. Y tú sin duda bailas muy bien.
—Estoy versado en más de mil quinientas cincuenta formas de baile de los siglos XVII a XXII.
—Pues vamos. ¡Computadora! ¡Pon algo ligero de Sheryl Crow!
—Siempre está escuchando a esa cantante —comentó Kim suavemente mientras tomaba a Helen por la cintura y comenzaban a girar lentamente. Ella apoyó su rostro en el hombro de Kim. Sentía el calor del tejido vivo tras la ropa sintética del androide.
—Es cierto, me relaja escucharla. Estoy algo obsesionada quizás con su música. Pero no me importa. Ojalá pudiera escucharla a todas horas.
Helen y Kim bailaron durante unos minutos. Ella recordó a un novio que tuvo con dieciocho años con el que había bailado varias veces. Recordó cómo temía estar con él, y cómo él la traicionó. De repente, se sintió incómoda, y cansada, hasta que ella se echó sobre un sillón.
—Tengo que hacer algo de deporte. Este cuerpo que han regenerado los LauKlars no aguanta nada.
—No es eso, señora. Es su agotamiento, recuerde. Su mente. Y sus recuerdos.
—Ya, ya, pero tengo derecho a divertirme de vez en cuando. Y solo puedo bailar contigo Kim. No te lo tomes a mal, me ha encantado bailar contigo, y quiero repetirlo. Pero no puedo hacerlo con nadie más, por esa tontería de dar una imagen de mujer dura y guerrera…
—Y un recuerdo inoportuno que le ha hecho daño.
—Eso también.
—En todo caso, no sería conveniente dar una imagen de debilidad.
—Pero parecería humana.
—No conviene que ahora parezca demasiado humana, señora. Estamos en guerra.
—Puede que no sea tan difícil para ti —contestó Helen—. Pero para mí es una bendición disponer de ti. Sin ti me habría vuelto loca mucho tiempo atrás, en la Era Anterior, cuando comenzamos nuestra lucha y perdimos.
—No perdimos, señora. Si hubiésemos perdido, no estaríamos aquí. Fue la señora la que lo hizo posible. ¿Acaso no ve en eso algo realmente meritorio? Mucha gente le debe la vida, señora. Al menos, la nueva vida que nunca hubieran podido imaginar en la Tierra—. Helen volvió a sonreír. A sonreír de forma sincera. Incluso Kim se sorprendió de ver algo así.
—Tú tuviste mucho que ver en eso, Kim. Sin tu colaboración, nunca habríamos conseguido salvar la situación, y hoy no seríamos ni un recuerdo en la historia de la Galaxia y del universo.
Entonces Helen se transformó. De nuevo, la Era Anterior, los LauKlars, las torturas y las vejaciones, y sobre todo, el dolor, llenaron de nuevo su mente. Por un momento fue, simplemente, Helen. Pero tras ese instante de paz, volvió a ser Freyja…
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