Hoy he estado leyendo un interesantísimo artículo de un físico altamente implicado en los trabajos relacionados con el CERN de Ginebra, Ben Allanach, y concretamente con el famoso acelerador de partículas LHC. Sí, ese que nos engullirá a todos en un agujero negro.
Reconozco que he empezado la lectura con cierto pesimismo, esperando otro evangelizador de ideas que no tienen base alguna experimental y no son falsables, y viendo el tono inicial del mismo, muy similar a mucho otro material que se publica actualmente. Luego he empezado a creer que el texto iba a darme una desagradable sorpresa, cuando ha empezado a hablar de la teoría de cuerdas, y, sobre todo, de la supersimetría. Ambas, cuerdas y supersimetría, son dos ideas que llevan años encima de las mesas de los físicos, y que no han aportado nada concreto; solo números y más números, pero sin resultados visibles y evidentes. Incluso el autor del texto parece reconocer que la supersimetría, que era la gran esperanza de la teoría de cuerdas, es una quimera sin base científica alguna. El artículo comenzaba a tomar un tono mucho más prometedor.

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