El otro día estaba comentando con un familiar una frase muy antigua, que me gustó mucho cuando la escuché hace como un millón de años. La frase en cuestión dice:
«Todo era caos en el universo, y dijo Dios: ¡Hágase Newton! Entonces todo fue orden. Pero entonces apareció el Demonio, que dijo a su vez: ¡Hágase Einstein! Y todo fue caos otra vez.»
Nuevo vídeo del Instituto de Física Teórica (IFT), entidad a la cual los aficionados a la física agradecemos enormemente su esfuerzo por atraer esta materia a los simples mortales que en el colegio nos quedamos en la calle, tras ser expulsados por rebeldía y actitudes antisistema. Luego se arregló la cosa… más o menos.
Sin embargo, ya he comentado en otras ocasiones que, cuando toca criticar, critico. Con todo el respeto por supuesto, pero la idea de «eres un aficionado, y por lo tanto cállate y arrodíllate ante el Maestro«, no funciona conmigo.
No. Las cosas no son así. Y voy a explicar brevemente por qué.
He comentado en alguna ocasión el estancamiento que, desde hace años, vive la física teórica. Tras los grandes avances de la primera mitad del siglo XX, que dio lugar a la relatividad general, por un lado, y a la mecánica cuántica, por el otro, la física ha ido encontrando, cada vez más, dificultades para poder avanzar y progresar, especialmente en temas como la unificación de las dos teorías comentadas anteriormente.
Ha habido varios intentos, uno de ellos que ha consumido enormes cantidades de recursos y personal: la teoría de cuerdas. Una teoría que, como bien pronosticó hace años el doctor en física Lee Smolin, es un callejón sin salida.
Nota 1. Ante todo, he de dejar claro que todo lo aquí expuesto es un conjunto de elucubraciones que no aspiran más que a imaginar posibles utilidades de la física teórica y sus recientes desarrollos matemáticos sobre los aspectos más profundos de la materia. En ningún momento debe entenderse este texto como ciencia real, sino meramente especulativa.
Nota 2. El principio descrito en este texto es el que se puede ver en las naves humanas de la trilogía de «La leyenda de Darwan», y en la nave de Scott en «Las entrañas de Nidavellir».
Vamos con un nuevo texto sobre física especulativa. Esa parte de la física que ningún físico serio tendría en cuenta, porque es básicamente ciencia ficción. Pero que, sin embargo, nos permite ahondar en posibilidades lejanas para un futuro sistema de transporte interestelar.
He de decir que estas ideas fueron contrastadas por un conocido, que está doctorado en física teórica, y que las conoció a través de la lectura de la trilogía de «La leyenda de Darwan». Su opinión es que no debo olvidar nunca el tomarme la medicación. Y tiene razón: pero también es cierto que, sin un poco de especulación, la vida sería tremendamente aburrida.
Este texto está basado principalmente en los desarrollos sobre estructura del universo desarrollados a partir de la conocida como Teoría de Cuerdas, concretamente en los aspectos finales de la llamada Teoría M y Teoría M(atrix). Toma como base el concepto de multiverso o megaverso que define un modelo matemático por el cual nuestro universo es sólo uno de entre 10 elevado a 500, cada cual con sus propiedades físicas, y cada uno de los cuales creado a partir de estados anteriores más energéticos mediante un proceso conocido en física como efecto túnel cuántico (con importantes aplicaciones actuales, como el microscopio de efecto túnel).
Hace unos días recibí en el blog un correo de una persona que me solicitaba una petición: publicar un artículo que había escrito de ciencia, y concretamente de física teórica. En el documento aseguraba haber encontrado algunas claves fundamentales relacionadas con la física cuántica, que en general cambiarían algunos paradigmas críticos de esta disciplina científica.
Es relativamente habitual encontrar a personas que, con pocos conocimientos de física, desarrollan ideas e hipótesis que parecen revolucionarias. Creen tener la verdad de la solución de los problemas actuales de la física, y creen, muchas veces, que son perseguidos, y sus datos ocultados, para que no se sepa «la verdad». Una verdad que se esconde para no revelar al mundo ciertas ideas revolucionarias. Ellos quieren cambiar ese mundo oculto para que se sepa la verdad escondida a la opinión pública.
Desgraciadamente, tuve que rechazar su texto. Y aquí explico por qué.
Nota: no soy físico. De hecho soy hombre de letras en un amplio sentido del término. Por eso este contenido, como todos los demás relacionados con el conocimiento de la naturaleza, deben ser tenidos en cuenta como simples especulaciones y reflexiones personales. Muchas gracias.
Uno de los diversos motivos del fracaso de la teoría de cuerdas, entre otros muchos, es el de trabajar en la escala de Planck. La idea que subyace a la propia naturaleza de esta teoría es que el universo está compuesto por, precisamente, diez dimensiones físicas, y una dimensión temporal. Y que su estructura básica son un tipo de cuerdas que vibran, y que solo son accesibles a la escala de Planck. Pero, ¿qué es la escala de Planck? Ahora vamos a verlo.
Modelo de Calabi-Yau, una estructura matemática que corresponde con un modelo de universo de diez dimensiones, siete de ellas plegadas sobre sí mismas a la escala de Planck.
Nota: un ejemplo de hasta dónde se puede llegar en este enlace.
He hablado en anteriores ocasiones de cómo las ciencias físicas se encuentran en un impasse desde que se llevaron a cabo los enormes progresos en física cuántica y relatividad de la primera mitad del siglo XX, y las confirmaciones experimentales de muchos aspectos no aclarados, así como el descubrimiento de nuevas partículas y su naturaleza, en la segunda mitad del siglo XX. El último éxito es sin duda el famoso bosón de Higgs, la mal llamada partícula de Dios. También algunos fermiones y bosones que entran dentro de lo que se conoce como la Teoría Estándar, aquella que explica la naturaleza actual de la ciencia básica en física.
Pero la situación actual empieza a ser realmente preocupante. Sigo con interés varias páginas de ciencias físicas en distintos medios y en redes sociales, y es alarmante el número de teorías que por semana invaden la red con extrañas, cuando no absurdas, propuestas para encontrar nuevos caminos para la física. Algunas de esas propuestas las lanzan, sin miedo ni tapujos, gentes que no tienen ni la más remota idea de física, tanto es así que hasta yo me doy cuenta de la inexactitud de sus postulados, que no soy físico.
Más preocupante son las teorías que lanzan algunas revistas, se supone que serias y prestigiosas, para cubrir la falta de conocimientos con ideas peregrinas que no van, casi nunca, a abrir puerta alguna. Pero se publican porque algo hay que publicar. Y las redes, y las revistas, se llenan de ideas y más ideas sin base alguna, muchas veces con explicaciones que echan por el suelo décadas de datos experimentales perfectamente confirmados. Si se niega la realidad de los hechos y las pruebas, ¿qué nos queda? Caos y pseudociencias por supuesto.
Una de las películas más conocidas de ciencia ficción de los últimos veinte años, y sin duda un referente que ya se ha convertido en un clásico, es «Matrix», aunque el título original es «The Matrix» (1999). En esta película se da una vuelta de tuerca más a un concepto del que ya se hablaba hace 2.600 años. Sí, aunque pueda sorprender a algunos, el argumento de Matrix ya fue expuesto, en su concepto básico, por Platón, cuando nos explicó su «Mito de la caverna«, que es en realidad una alegoría.
En esta alegoría, Platón viene a decirnos que lo que vemos son las sombras proyectadas de la realidad. Es decir, que el universo que observamos es un reflejo del que realmente existe.
Los prisioneros encadenados somos nosotros, que vemos el universo reflejado que se proyecta en forma de sombras desde el universo real.
Puede que el título de esta entrada suene algo exagerado, o forzado. Si lo creen así, sobre todo viniendo de alguien que no es físico, les diré que, ciertamente, yo no soy quién para dar una valoración objetiva de la física de los últimos cuarenta años. Pero sí lo es el doctor Lee Smolin, prestigioso físico teórico reconocido internacionalmente como una de las mentes más brillantes de estos últimos treinta años.
Smolin es el autor de un polémico libro, «Las dudas de la física en el siglo XXI«, obra de la que ya hablé en su día, y que ha sido una luz en el mar de oscuridad que ha rodeado a la física teórica desde los años ochenta del siglo XX. Un libro revelador que me cautivó desde su primera página, y que cada vez tiene más apoyos de otros físicos, por la historia que cuenta de la física teórica. Y de cómo se ha perdido una generación de grandes mentes, invirtiendo grandes sumas de dinero y recursos en un galimatías absurdo y sin ninguna posibilidad de salida. Un galimatías llamado «teoría de cuerdas».
Cada cual elige a sus héroes. El mío es Lee Smolin. Se adelantó 20 años al caos que rige actualmente la física teórica, e intenta buscar salidas constantemente.
Vamos ya con un nuevo artículo de física que complementa el grupo que estoy preparando sobre mecánica cuántica formal y especulativa, siendo este artículo más del segundo grupo que del primero. Léalo si le apetece, y si existe usted en uno de los universos donde tomó esa decisión.
Todos estos conceptos que voy desarrollando conforman el cuerpo científico y tecnológico de las novelas de la saga Aesir-Vanir, donde pueden verse soluciones prácticas a estos conceptos. Alguien, en un futuro lejano, se dedicará a unir los artículos con la ficción. Y se divertirá bastante, espero. Pero vamos con lo que toca ahora.
Una de las ideas en muchas novelas y películas de ciencia ficción es el concepto de los «universos paralelos», una propuesta que nace en los años cincuenta como consecuencia de las ideas de la función de onda y su colapso en valores concretos. Pero hagamos un poco de historia.
En los años veinte del siglo XX Werner Heisenberg desarrolló su famoso principio de incertidumbre, por el cual no se puede conocer a la vez el valor absoluto de una partícula de forma absoluta. Cuantos más precisión se obtiene de la velocidad, menos podemos obtener de la posición, y viceversa.
Este principio no tiene nada que ver, como mucha gente cree, con los límites de los instrumentos, de tal modo que un instrumento más preciso podría darnos más precisión. Sí tiene que ver con un límite fundamental de la naturaleza, que nos dice que conocer toda la información del estado de un sistema cuántico es imposible con una certeza absoluta.
Einstein siempre se negó a creer este hecho, y desarrolló su conocido experimento conocido como «Paradoja EPR«. Se da la circunstancia de que este experimento contribuyó a reafirmar todavía más este principio, que conecta con el famoso estado «entangled» o en español «entrelazado» entre dos o más partículas. Vamos a ver los aspectos generales de las consecuencias de estos conceptos.
Modelo bidimensional del comportamiento de una función de onda probabilística desarrollada en base al espacio-tiempo y sus valores posibles.
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