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He hablado en anteriores ocasiones de cómo las ciencias físicas se encuentran en un impasse desde que se llevaron a cabo los enormes progresos en física cuántica y relatividad de la primera mitad del siglo XX, y las confirmaciones experimentales de muchos aspectos no aclarados, así como el descubrimiento de nuevas partículas y su naturaleza, en la segunda mitad del siglo XX. El último éxito es sin duda el famoso bosón de Higgs, la mal llamada partícula de Dios. También algunos fermiones y bosones que entran dentro de lo que se conoce como la Teoría Estándar, aquella que explica la naturaleza actual de la ciencia básica en física.
Pero la situación actual empieza a ser realmente preocupante. Sigo con interés varias páginas de ciencias físicas en distintos medios y en redes sociales, y es alarmante el número de teorías que por semana invaden la red con extrañas, cuando no absurdas, propuestas para encontrar nuevos caminos para la física. Algunas de esas propuestas las lanzan, sin miedo ni tapujos, gentes que no tienen ni la más remota idea de física, tanto es así que hasta yo me doy cuenta de la inexactitud de sus postulados, que no soy físico.
Más preocupante son las teorías que lanzan algunas revistas, se supone que serias y prestigiosas, para cubrir la falta de conocimientos con ideas peregrinas que no van, casi nunca, a abrir puerta alguna. Pero se publican porque algo hay que publicar. Y las redes, y las revistas, se llenan de ideas y más ideas sin base alguna, muchas veces con explicaciones que echan por el suelo décadas de datos experimentales perfectamente confirmados. Si se niega la realidad de los hechos y las pruebas, ¿qué nos queda? Caos y pseudociencias por supuesto.
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