He comentado en alguna ocasión el estancamiento que, desde hace años, vive la física teórica. Tras los grandes avances de la primera mitad del siglo XX, que dio lugar a la relatividad general, por un lado, y a la mecánica cuántica, por el otro, la física ha ido encontrando, cada vez más, dificultades para poder avanzar y progresar, especialmente en temas como la unificación de las dos teorías comentadas anteriormente.
Ha habido varios intentos, uno de ellos que ha consumido enormes cantidades de recursos y personal: la teoría de cuerdas. Una teoría que, como bien pronosticó hace años el doctor en física Lee Smolin, es un callejón sin salida.

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