En defensa del Ángel Caído

He sido muy malo en mi vida, y por lo tanto iré al infierno, donde me quemaré eternamente en una olla, mientras un diablo malo me pincha con un tridente…

Esta es, básicamente, la historia que nos contaban cuando era pequeño acerca del infierno. Un cuento absurdo, ridículo, y que nos asustaba, vaya si nos asustaba. Claro que pronto comenzamos a entender que aquel cura era peor que el propio diablo, y ya no teníamos miedo del Ángel Caído, sino de aquel tipo y sus cuentos.

Religiones: cuando la copia es la norma.

Tiene la palabra el abogado defensor.

Con la venia, Señoría, señoras y señores del jurado, procuraré no extenderme demasiado en mi defensa de mi cliente, Satán. Y comprenderán, una vez terminada mi dialéctica, que mi cliente no solo ha sido injustamente castigado por la historia; además, ha sido víctima de crueles mentiras, y lo más importante: se le ha negado la verdad más importante de todas: que mi cliente, Satán, es el responsable de que la humanidad sea libre, consciente, y, sobre todo, de su cualidad más importante y crítica: la posibilidad de albergar el Libre Albedrío.

Espero con ello convencer al jurado, y a su Señoría, de que mi cliente es inocente, y por ello le eximan de cualquier pena.

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Notre Dame se ha perdido, el futuro nunca lo hará

Bueno, basta que hablase de religión recientemente, para que tenga que volver a hacerlo, en unas circunstancias muy tristes. Probablemente muchos ya lo hayan visto: la maravillosa catedral de Notre Dame ha ardido, y los motivos, las razones, las explicaciones, serán las que sean. Eso es ahora secundario. Importante sin duda, pero secundario, respecto al hecho en sí de haber perdido una de las joyas del gótico, una maravilla arquitectónica llena de historia, tanto en sentido figurado como real.

Se hablará mucho de esta pérdida, de las razones, etc. Yo, sin embargo, hace poco decía que soy ateo, pero que respeto las creencias religiosas. Y, además, respeto las catedrales como monumentos majestuosos a la belleza arquitectónica de arquitectos, pintores, escultores, y artistas en general, que dotaron a esas catedrales de piezas realmente irreemplazables.

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Notre Dame se ha perdido; pero el futuro no se perderá nunca

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