Que soy bastante enemigo de las redes sociales no es ningún secreto. Sin embargo, las uso profusamente para divulgar mi trabajo, tanto el de esta página como el de la «otra» página con contenidos en el polo opuesto a los de esta (ni siquiera el idioma es el mismo).
Me encanta leer a esos expertos que dan normas fabulosas del tipo «cómo sacar el mayor provecho de las redes sociales» o quizás del tipo «usa las redes sociales para mejorar tu profesión y tu vida». Mire usted, perdone que le diga algo: yo reconozco que la presencia en las redes sociales es importante, sobre todo si se trata de temas profesionales, y estoy pensando en empresas, instituciones, etc. Esas páginas tendrán visitas porque los interesados en esas empresas e instituciones irán a buscar información. También los famosos, porque los fans acuden en masa a conocer lo último de su artista o deportista favorito. Y me parece bien, no tengo nada en contra de eso.
Pero, ¿los perdidos en el espacio-tiempo como yo? ¿Qué hacemos con las redes sociales? Pues lo que hace mucha gente: intentar dar a conocer nuestro trabajo con un enorme esfuerzo, solo para ver los parcos resultados que se obtienen en el 99% de los casos. Atención, es normal, no me quejo de ello. Sé que no aparezco en Gran Hermano ni en programas similares (gracias a Zeus). Y que los contenidos que escribo hacen huir al 99% de la población. Esto de hablar de filosofía o de política hace huir al más pintado, y lo comprendo, yo también huiría de uno de mis textos si me lo encontrara navegando por Internet.

Pero, ah amigos, el misterio envuelve ciertas situaciones, que escapan a la lógica y al control. Poderes ocultos, fuerzas oscuras, niveles de conciencia prohibidos para la mayoría, están ahí, esperando a ser descubiertos… (ponga aquí música misteriosa).
Bienvenidos a la nave del misterio. Hoy vamos a hablar del sorprendente caso del artículo mágico. Un artículo con poderes. ¿Acaso un artículo que oculta un antiguo dios babilonio, y que desata su poder en las redes cuando es publicado en Facebook? Pero atención: no en Twitter. ¡Qué me dices!
Efectivamente, amigos y amigas. Tengo un artículo mágico. Es como la película de Pretty woman. Cada vez que lo pongo en Facebook, obtengo una riada de lecturas durante dos o tres días de ese artículo (riada comparativamente a otros artículos claro). Anteayer lo puse de nuevo por tercera vez (la segunda fue hace seis meses, la primera hace nueve meses), y todavía siguen las lecturas.
Sin embargo, en Twitter pasa sin pena ni gloria. Ni una sola visita. El artículo es el mismo. Parece ser que al dios babilonio que vive dentro del artículo le encanta Facebook, pero no tanto Twitter. ¿Qué significa esto?
Algo muy sencillo: que no podemos usar las mismas técnicas en cada red social. Y que lo que funciona en una red, no tiene necesariamente por qué funcionar en otra. También hay algo evidente: Twitter funciona muy bien con el tema artistas, deportistas, y política, así como temas sociales, pero no para personal no conocido. Facebook da una oportunidad a los desconocidos. Twitter no lo hace, o, en todo caso, es extremadamente más difícil. Pero se podría esperar que ese «artículo mágico» que interesa tanto en Facebook (tanto en función de mi nivel, insisto), tuviese alguna respuesta en Twitter. No lo hace. ¿Por qué?
Porque el lector de Twitter funciona de otra manera. Y atención: puede ser el mismo lector, que en Facebook muestra interés por ese artículo, y no lo hace en Twitter. Es la dinámica de las redes, la que impone un modelo de comportamiento en el individuo y su comportamiento.
Por supuesto, el contenido, quien está detrás, y naturalmente su aspecto, tienen mucho que ver. Tengo una amiga a la que he ayudado a montar una página de cuestiones de decoración, hogar, esas cosas. Y la muy maldita, con solo poner unas fotos y una imagen suya sonriente y sugerente (es bastante atractiva, y me usa, como todas las mujeres lo hacen siempre), la muy maldita digo, tiene más visitas en dos meses que yo en cuatro años. ¿Por qué, oh dios babilonio, me haces esto? ¿Es que no sacrifico suficientes bueyes en tu honor cada jueves? ¿Es que no te pago los aquelarres los fines de semana? ¿Por qué ella sí, y yo no? ¿Puede ser porque mi careto parece el de una mezcla de Alien con el monstruo del lago que tuvo un cruce con Godzilla?
No lo sé. Nadie lo sabe. El dios babilonio me ha dado una patada en el hígado, y se ha ido con unas diosas egipcias de fiesta con mi dinero. Yo seguiré aquí, escribiendo, teniendo mi pequeño puñado de visitas y de lecturas, y unos maravillosos lectores, porque atención, tengo lectores maravillosos que siguen este blog, a los cuales les estaré siempre eternamente agradecido por su interés en esta página. Desde aquí les mando un saludo y un abrazo a todos ellos.
Pero no cejaré en mi empeño. Algún día seré famoso y rico (si puede ser en orden inverso mejor, gracias). Y el mundo reconocerá mi trabajo, y levantarán estatuas, y daré discursos en la ONU, y Charlize Theron reconocerá por fin que ama con locura, y… Ya se me ha olvidado tomarme la pastilla otra vez. Porque esa es otra, si me tienen que reconocer a mí, van a tener tal susto que no van a poder dormir en dos meses.

Bueno, a ver, a ver, la estadística de mi amiga… ¿Qué? ¿Ha doblado el número de seguidores? Oye, querida amiga, ¿no te importaría que te colara este artículo en tu página, a ver si?… Ya, ya que no, que cierre la boca y te cambie el color del fondo otra vez… Sí, mi ama, tu esclavo sumiso obedece…
En fin, menos mal que tengo mi artículo secreto. Algo es algo. Otro día hablaré de Instagram. Ese requiere de su propio tratamiento.
Debe estar conectado para enviar un comentario.