«La Tierra es nuestro hogar. Y es un lugar maravilloso. ¿Para qué buscar otros mundos, si tenemos este? Cuidemos la Tierra, y olvidemos esos viajes sin sentido a otros planetas».
Al día siguiente, un asteroide destruyó toda forma de vida, exceptuando algunas bacterias y organismos en las fosas oceánicas.
Fin.
Efectivamente, este es un relato de lo que podría ocurrir mañana. ¿No me cree? Permítame que le muestre un ejemplo de una foto que solo tiene unos días.
Esta imagen del planeta Júpiter la ha captado un astrónomo aficionado hace unas pocas semanas. En la imagen se ve un asteroide, que debía ser bastante grande dado el impacto que tiene contra un planeta que es 1317 veces más grande que la Tierra. Ese asteroide, de haber caído en nuestro pequeño mundo azul, lo habría arrasado.
Piénselo. Usted, con su familia, en alguna zona abierta de su ciudad, de su pueblo. En el campo. En el mar. Se han dado la mano. Observan en silencio. Una mancha en el cielo se hace cada vez más grande. Llegado un punto, atraviesa la atmósfera. Se calienta, pero eso solo es en las capas exteriores. El asteroide sigue su curso. Y colisiona contra el suelo, o contra el mar. Abre la corteza terrestre como un cuchillo corta la mantequilla, y forma una ola de tierra y agua mezcladas de 50 kilómetros de altura, que se mueve en todas direcciones desde la zona de impacto. Usted aprieta las manos de su marido, de su mujer, de sus hijos. Ve cómo esa ola de fuego y tierra se acerca. A una enorme velocidad.
De pronto. La oscuridad. La noche. Y el vacío. La nada. La Tierra es un pozo de muerte y destrucción. Adiós a los libros. Adiós a los dioses. Adiós a las guerras, y a las paces. Adiós a la pizza. Adiós a los sueños, adiós a las risas, a los llantos, a los viajes. Adiós al amor. Adiós a las iglesias, a las mezquitas, a las sinagogas. Adiós a los dioses. Adiós a la música.
No queda sino una mancha de fuego que rodea el planeta de norte a sur, y de este a oeste. Nada más. Ni edificios, ni ciudades, ni perros, ni gatos, ni aves, ni parques, ni bosques. Solo una bola de fuego. Y muerte.
Y, sobre todo, adiós a la humanidad. Otra especie que se pierde para siempre en el caos de la galaxia. Los orgullosos y vanidosos humanos, jactándose de su planeta fantástico e ideal, creyendo en sus dioses de papel que les van a venir a salvar.
Pero los dioses no aparecieron. Y el asteroide impactó con una fuerza brutal.
Los libros, el arte, la ciencia. Todo convertido en cenizas. ¿Por qué?
Porque alguien dijo: «no vamos a dejar la Tierra. Es nuestro hogar. No necesitamos nada más».
Este asteroide ha caído sobre Júpiter. De hecho, se suele decir en el mundo de la astronomía que Júpiter es «el barrendero del sistema solar». Se traga muchos asteroides debido a su enorme tamaño, que genera un campo gravitatorio también enorme, que atrae a los asteroides. Ese Júpiter sí es en verdad un dios protector. Gracias a su presencia, la humanidad ha podido prosperar. Esos asteroides gigantes han caído en su atmósfera, no en la nuestra.
Pero, ¿hasta cuándo vamos a jugar a la ruleta rusa con el universo? Tan inteligentes que somos, tan sabedores de tenerlo todo controlado. Y no sabemos nada, ni nos damos cuenta de nada. Vivimos nuestras vidas como hormigas, sin alzar la vista al cielo, sin darnos cuenta de lo limitados que somos, en vida, y en perspectiva. Algunos se atreven incluso a decir que la exploración espacial es una pérdida de tiempo, mientras en la estación espacial internacional se investigan nuevas medicinas imposibles de producir en la Tierra, y mientras hablan con sus familias gracias a satélites y ordenadores, creados en la era del espacio, o mientras van al médico donde se emplean muchos aparatos que se crearon para los viajes espaciales, y ahora curan millones de vidas.
No. No podemos consentir que se pierda el arte, la cultura, la ciencia. No podemos permitir que se pierda la humanidad. Hay que salir fuera. Y hay que salir ya. Hoy ha sido Júpiter. Ese golpe es una pequeña marca en su inmensa superficie. Mañana podríamos ser nosotros. ¿Quién quiere seguir jugando a la ruleta rusa?
Cuando llega un bebé al mundo, sus padres quieren lo mejor para su recién nacido. Sobre todo, lo que quieren los padres para sus hijos es un futuro. Negar la carrera espacial, negar la exploración espacial, negar que el ser humano viaje a otros mundos, y también a las estrellas, es negarles un futuro a nuestros hijos.
Piénselo. Hoy estamos aquí. Mañana podemos estar contemplando esa bola de fuego que se acerca. Y entonces se preguntará: «¿cómo no hicimos nada para evitarlo? ¿Por qué le hemos negado un futuro a la humanidad con nuestra ceguera y nuestro orgullo, y, sobre todo, con nuestra falsa sensación de seguridad que nunca fue cierta?
Preguntas que quedarán sin contestar, si algún día ocurre. Ya les pasó a otras especies en este mismo mundo. Ellos no tuvieron una oportunidad. Nosotros, que nos decimos inteligentes, no lo seremos más que ellos si nos extinguimos en medio de una bola de fuego por no haber hecho nada, cuando era nuestra oportunidad.
No quisiera despedir esta entrada sin una nota positiva. Estamos a tiempo. Podemos cambiar el mundo. Podemos cambiar la historia de la humanidad. Actualmente se trabaja en ello. Hombres y mujeres se preparan para ir a Marte. Son jóvenes, porque viajarán al planeta rojo en los años 30. Una de ellas es Alyssa Carson, de la cual ya he hablado anteriormente. Pero hay muchos más. Miles. Millones de seres humanos que quieren darle una oportunidad al futuro de la humanidad. Merece la pena intentarlo. Merece mucho la pena. De verdad.
Debe estar conectado para enviar un comentario.